Home

Nación

Artículo

sociedad

Sí futuro

En las comunas de Medellín se abren paso jóvenes decididos a dejar atrás la violencia y el pesimismo. Su liderazgo es por la vida.

9 de mayo de 2005

Esta vez no se trataba de una de sus payasadas. Rosquetín debió permanecer casi inmóvil, aferrado a su madre, tendidos en la cuneta mientras pasaba la balacera. Hacía unos minutos habían tenido que salir de la casa, igual que otros jóvenes de la cuadra, para dar la cara y aclarar que no pertenecían a la banda enemiga. Fueron muchos días así. Pero desde que a los 9 años Jorge Armando Arbeláez se puso por primera vez una pijama de su mamá, con su amigo John Fredy Pulgarín, y se maquillaron para hacer reír a aquella cuadra ensombrecida, nació un sueño. Saltaron a la escena Rosquetín y Tribilín, dos payasos que hacían las delicias del vecindario. Así sobrevivieron hasta los 15 años, cuando conocieron en una estación del Metro a los integrantes de la Corporación Nuestra Gente, teatreros y saltimbanquis del barrio contiguo, Santa Cruz-La Rosa. Nuestra Gente nació hace 18 años y tuvo, en los 90, el apoyo de la Consejería Presidencial para Medellín, que pagó parte de la sede que es teatro, centro de recreación, aula de artes dramáticas, lugar de encuentro de los mayores y escuela de música. Una casona amarilla, un sol, según Gisela Echavarría, su directora. Sus integrantes están convencidos de que en las barriadas es posible levantar una generación que ya no esté condenada al ?no futuro?. Diez años atrás las estadísticas mostraban que en Medellín, siete de cada 10 personas asesinadas estaban entre los 18 y los 30 años. Hoy las estadísticas dicen que en enero Medellín vivió el mes menos violento en 20 años y que la tasa de homicidios mantiene un promedio de disminución del 40 por ciento. En 2004 hubo 1.100 homicidios y las cifras siguen en baja. Igual que otros jóvenes, Jorge Armando no dejó apagar su sueño. Ahora tiene 20 años, los últimos cinco dedicados a actuar, a aprender sonido, iluminación y saxofón. Y se prepara para estudiar microbiología. Entre los 50 muchachos que estudian arte dramático en Nuestra Gente hay universitarios en ciencias políticas, trabajo social y publicidad. Alonso Salazar, autor en los años 80 de No nacimos pa?semilla y hoy secretario de Gobierno de Medellín, cree que el modelo cultural del narcotráfico pierde fuerza, mientras que se cosechan los resultados del desarrollado por las ONG, los grupos comunitarios y la Iglesia Católica, basado en el liderazgo social y en el lema ?no matarás?, junto con logros de una institucionalidad que se ha ido poniendo a tono con sus compromisos sociales. Hay dos grupos de jóvenes: uno es el de quienes se alejaron del crimen. Según Alonso Salazar, ellos están dedicados a procesos de integración y desarrollo. El otro es el de los ?sobrevivientes?, en la incertidumbre por su reincorporación a la vida ciudadana, pero que saben que el protagonismo armado tiene cada vez menos aceptación, en parte porque la gente también está cansada de tanta violencia?. Connie Tatiana Mena tiene 15 años, nació en Quibdó, pero desde muy niña vive con su madre en el barrio Kennedy. Es una de las coordinadoras de la Corporación Simón Bolívar y su especialidad son las manualidades. Desde pequeña convivió con la violencia. Hace seis años, un domingo, la sorprendió un muchacho que cayó muerto frente a su casa. Aquella imagen no se le borra, igual que la discriminación racial que sufrió en la escuela. Pero la violencia y la exclusión le señalaron que había que hacer algo para transformar su ciudad. Hace cinco años se acercó a la corporación y descubrió que con los talleres de artesanía, las jóvenes entendían su papel en el cambio. ?La gente no se conforma con la guerra y la violencia. Estimular la mentalidad por la vida es difícil, pero no imposible. En Medellín hay cosas muy bacanas y gente que quiere otra ciudad. Está naciendo una generación que reclama opciones distintas a las armas?, dice Connie. Aunque Medellín aún no logra atenuar la distancia entre los barrios pobres del norte y los modernos del sur, quienes han sufrido la violencia creen cada vez menos que ella sea el camino para borrar esas fronteras. Jorge Armando Arbeláez, rodeado por los niños de la Corporación Nuestra Gente, recuerda a los amigos que hicieron la "carrera de pillos". La mayoría tuvo un frío y solitario destino: el cementerio.