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Sin norte

El duro careo entre el expresidente Pastrana y el director del Partido Conservador, José Darío Salazar, es solo la punta del iceberg de la crisis que vive el conservatismo.

15 de octubre de 2011

El Partido Conservador acaba de tener una de sus peores semanas en mucho tiempo. El expresidente Andrés Pastrana, considerado jefe natural de la colectividad, puntualizó la situación con una dura frase: (las actuales directivas del partido) "cambiaron las banderas de la colectividad por sábanas de motel -dijo en una entrevista con La FM, y luego precisó-: Las sábanas de los moteles que sabemos que la Dirección de Estupefacientes les ha dado a familiares del presidente del partido". La andanada tenía nombre: José Darío Salazar, quien recogió el guante y le respondió con igual dureza al expresidente. "Al terminar el gobierno de Pastrana, el partido no pudo levantar las banderas de la autoridad porque el desastre del Caguán nos había quitado esas banderas. Al final de ese gobierno, el partido quedó sumido en el desastre", dijo el senador Salazar, presidente del directorio.

El enfrentamiento es solo una muestra de la divergencia que se ha consolidado desde hace tiempo entre Pastrana y las directivas de su partido que se origina, sobre todo, en la estrategia de acompañar las candidaturas de Álvaro Uribe en 2002 -después del retiro de Juan Camilo Restrepo- y en 2006, y de no presentar candidatos a la Alcaldía de Bogotá.

Precisamente, la semana pasada, las toldas azules se rasgaron en torno a la actual campaña electoral en la capital del país. El candidato oficial, Dionisio Araújo, renunció a su postulación y adhirió a la candidata independiente Gina Parody. Sin embargo, el directorio distrital apoyó de manera oficial a Enrique Peñalosa. Y un grupo de cerca de cien dirigentes bogotanos -líderes de barrio y candidatos a ediles y al Concejo- se unieron a la candidatura de Gustavo Petro, del Movimiento Progresista, inscrito por firmas. El logo con la 'C' azul estará ausente del tarjetón en Bogotá, como en 2002, y en general en el resto del país el partido no va a ser uno de los grandes protagonistas. Casi en todas las regiones depende de coaliciones y alianzas con otras fuerzas. En la última encuesta de Colombia Opina, hecha por la firma Ipsos, solo el 8 por ciento de los colombianos se consideran conservadores.

La última batalla en el campo ideológico tampoco fue favorable para el conservatismo. Su Directorio Nacional acogió una iniciativa respaldada por cuatro millones de firmas y con aliados de peso como la Iglesia y el procurador Alejandro Ordóñez -miembro del conservatismo- para modificar la Constitución mediante un acto legislativo en el tema del aborto. La idea era echar para atrás el fallo de la Corte Constitucional de 2005 que despenalizó la suspensión del embarazo cuando existen tres circunstancias concretas y definidas. A pesar de que, sobre el papel, la bancada conservadora de la Comisión Primera del Senado alcanzó a creer que contaba con los votos necesarios para aprobar la reforma en primer debate -de los ocho que exige la Constitución- al final fue derrotada. El presidente del partido, José Darío Salazar, declaró que seguiría en su empeño de prohibir todas las formas de aborto y que apelará a la figura de un referendo. La apuesta sería riesgosa, porque de todas maneras tendría que pasar por el Congreso, porque todos los intentos que se han hecho para usar esa fórmula han fracasado y porque en el propio partido hay visiones contradictorias: Andrés Pastrana opinó, en la entrevista con La FM, que está de acuerdo "con la posición de la Corte Constitucional frente al aborto".

No son tiempos fáciles para el conservatismo, y la paradoja es que las circunstancias le eran muy favorables. Por una parte, porque la opinión pública se movió hacia el centro-derecha en los últimos años. Y por otra, porque en el gabinete de Juan Manuel Santos algunos miembros suyos tienen asiento en carteras tan claves como Hacienda, Agricultura, Minas y Vivienda. Por alguna causa, sin embargo, sea la división entre el pastranismo y el directorio, el talante liberal del presidente de la república o la falta de liderazgo, los conservadores se veían más contentos en la coalición burocrática que acompañaba a Álvaro Uribe, que en la Unidad Nacional que gobierna con Santos.