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La fiscal Viviane Morales se ha defendido diciendo que deben juzgar sus acciones y sus resultados y no su vida privada.

CONTROVERSIA

Todas contra Viviane

Paradójicamente son mujeres las cuatro columnistas que han puesto contra los palos a la fiscal general, Viviane Morales, por su matrimonio con el cuestionado Carlos Alonso Lucio.

17 de diciembre de 2011

En la polémica en la que se ha visto enfrascada la fiscal general, Viviane Morales, por su matrimonio con Carlos Alonso Lucio ha ocurrido algo bastante particular: las primeras voces que de manera pública se atrevieron a romper el silencio y a cuestionarla son todas de su mismo sexo. Se trata de cuatro de las más combativas columnistas del país: María Isabel Rueda, María Jimena Duzán, Cecilia Orozco y María Elvira Samper. Estas cuatro mosqueteras, quienes pocas veces en el pasado se habían puesto de acuerdo sobre algo, pusieron el grito en el cielo cuando CM& reveló que la fiscal se había casado por segunda vez con Lucio.

Hasta entonces había reinado un prudente silencio. En parte porque en Colombia ha hecho carrera la idea, no necesariamente acertada, de que ningún tema de la vida íntima de los funcionarios debe ser considerado un asunto público. Y en parte porque la propia Viviane Morales había tratado de cortar de tajo cualquier intromisión tildándola de machista. Cuando Felipe Zuleta le preguntó en una entrevista en mayo que si Carlos Alonso Lucio tenía alguna influencia en la Fiscalía ella respondió: "Me suena discriminatoria su pregunta. Cuando las mujeres llegamos a posiciones de liderazgo se nos quiere descalificar hablando de que no somos independientes". Sin duda, poner el debate en ese campo les tapó la boca a muchos. Al menos por un tiempo.

Sin embargo, fue la propia fiscal la que terminó propiciando la polémica. En una entrevista en la edición de noviembre de la revista Bocas aceptó con un escueto 'sí' que había vuelto con su ex. Luego se supo que para esa fecha ya llevaba un mes de haber contraído nupcias, por segunda vez, con el excongresista. Y desde entonces, quién dijo miedo.

Lo que llamó la atención fue que la arremetida vino más de sus congéneres que del sexo opuesto. Los hombres sienten cierta inhibición de ser calificados de machistas, prevención que por razones obvias las mujeres no tienen. Tal vez eso explica que cuatro periodistas que en el pasado habían tenido rivalidades entre sí se convirtieran en las cuatro jinetes del Apocalipsis, con la teoría de que el matrimonio Viviane-Lucio no es un asunto privado sino público.

La primera en abordar el tema fue María Isabel Rueda, quien en su columna de El Tiempo recordó episodios controvertidos de Lucio, como su nunca aclarada relación con la mafia. "Se sabía que Lucio fungió durante un tiempo como 'lobista' del cartel de Cali y que, en calidad de tal, tramitaba citas para el círculo de los Rodríguez Orejuela con periodistas. La época coincide con otros cuentos tenebrosos que eran vox pópuli en los pasillos del Congreso, sobre que Lucio visitaba las cárceles para discutir su agenda legislativa con jefes de bandas criminales".

Cecilia Orozco, ese mismo domingo, en su columna de El País de Cali, amplió lo que llamó los "problemas de conducta" de Lucio. Dijo que su pasado guerrillero era "lo de menos, una vez indultado". Que lo grave era "el encarcelamiento que ordenó para él la Corte Suprema (…), su fuga al exterior para evadir la detención; la negativa de Cuba a concederle asilo, su regreso clandestino al país y su extraño refugio en la selva con otro grupo guerrillero". Y, a renglón seguido, puso un manto de duda sobre la versión que ha dado el hoy esposo de la fiscal sobre hechos confusos de su pasado. "La vida de Lucio tiene más vericuetos: su aparición en perfecto estado, unas horas después de que su padre anunciara su 'asesinato'. Su versión sobre un secuestro que habría sufrido por orden de Carlos Castaño. Sus visitas a los Rodríguez Orejuela en la cárcel. Su defensa de un proyecto de ley que pretendía beneficiar con rebaja de penas a los presos, entre ellos a los Rodríguez; su oposición a la aprobación de la figura de la extradición y su propuesta de tumbarla, una vez votada. Más (…) una declaración del exparamilitar alias 'el Canoso' sobre supuestas asesorías suyas a las Autodefensas que le habrían pagado generosamente".

María Jimena Duzán, por su parte, sumó un episodio mucho más reciente. La columnista de SEMANA mostró que era tal la cercanía entre Carlos Alonso Lucio y el contratista Miguel Nule -protagonista de uno de los más grandes escándalos que hoy investiga la Fiscalía- que hacían planes de fin de semana con sus parejas respectivas a Medellín. En ese entonces, diciembre de 2009, Lucio salía con la asistente de Nule.

Las cuatro periodistas, en resumen, coinciden entonces en que la hoja de vida de Carlos Alonso Lucio es lo suficientemente complicada como para que amerite un debate el hecho de que se haya convertido en el esposo de la fiscal general. Pero a la hora de analizar si esto se traduce automáticamente en un impedimento para que Viviane Morales ejerza su cargo, las cuatro son más cautas. Por una parte defienden a capa y espada a Viviane como una mujer que ha demostrado tener carácter. "Estar casada con Lucio no significa que ella carezca del carácter suficiente para defender su independencia profesional", escribió una de ellas.

Pero por otra parte, curiosamente, todas también parecen dudar sobre los estragos que puede causar el amor. "¿Qué tanto puede el amor influir en su buen juicio?", pregunta María Isabel Rueda. Y Cecilia Orozco añade: "Ojalá el amor de pareja, al que todos tenemos derecho, no contamine su función de rectora del ente que investiga el comportamiento penal de los colombianos". Y María Elvira Samper le suma filosofía: "Cierto es que 'el corazón tiene razones que la razón no entiende' (Pascal) y razones debe tener el suyo para amar a Lucio, pero lo que no puede pretender es que el resto de los mortales las comprendamos, y que esa parte de su vida privada deba estar exenta del examen público".

Al fin y al cabo, por amor ya Viviane había tomado decisiones arriesgadas como dejar a su primer marido, un pastor cristiano, y desafiar las arraigadas convicciones de su iglesia, por contraer por primera vez matrimonio con Carlos Alonso Lucio. Y por amor, también ahora, decidió volver a asumir un riesgo aún más grande, a sabiendas de lo que ello podría significar para el encargo profesional más importante de su vida. En otras palabras, prefirió poner las cartas sobre la mesa antes que mantener una relación clandestina.

Más allá de las posiciones de unas y otras, en el fondo es una sola la pregunta que se plantea en este debate: ¿La relación de la fiscal con Carlos Alonso Lucio es un asunto estrictamente de su vida privada o deja de serlo si afecta el desempeño de su función pública?

La historia del periodismo está llena de ejemplos de escándalos de la vida privada de los grandes personajes. El affaire de Bill Clinton con Monica Lewinsky o, para no ir muy lejos, el reciente escándalo del presidente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn. Pero estos tienen que ver con episodios sexuales que no afectan necesariamente el desempeño público de los involucrados.

En el caso de la fiscal, a diferencia de los otros, el asunto deja de ser de su vida privada si Lucio utiliza el cargo de su esposa de una manera u otra. O mejor, si ella se lo deja utilizar. Pero en ese caso, para ponerla en tela de juicio, habría que probarlo.

Para María Jimena Duzán ya hay una prueba: "Lucio se da ciertas licencias que no se debería dar. Le pregunté a Germán Pabón si Lucio lo había llamado cuando él fungía como fiscal del caso Nule, y me dijo que sí. 'Me llamó y me dijo esta frase: No te encarnices con Samuel, que ese no es el objetivo central', fue su respuesta. Pregunta: ¿a qué otros fiscales habrá llamado Carlos Alonso Lucio?". Ese dato es de peso, aunque para los allegados a la fiscal el testimonio de un funcionario destituido por ella siempre tiene que ser recibido con beneficio de inventario. Y luego, María Jimena, ante la eventualidad de que Lucio pudiera ser testigo en algún caso, se pregunta: "¿Qué fiscal se va a atrever a llamar como testigo a Carlos Alonso siendo el esposo de la fiscal?".

Pero tal vez el argumento más contundente que ha salido a flote en este debate lo dio María Isabel Rueda, ya no en su columna sino en su comentario en La W: si Viviane Morales hubiera estado casada con Carlos Alonso Lucio cuando iba a ser postulada para fiscal, ni el presidente la habría ternado, ni la Corte Suprema la habría elegido.

Si tocara hacer un resumen de lo que afirman estas cuatro periodistas sobre la trayectoria de Lucio, habría que decir que le ha dedicado su vida a ser un intermediario de intereses de agentes que están por fuera de la ley. Esta intermediación a veces es para promover un referéndum contra la extradición, otras para aumentar las rebajas de penas, otras para acabar enfrentamientos entre paramilitares y guerrilleros y otras para buscar negociaciones de paz. Aunque las causas son cada vez diferentes, el papel siempre es el mismo: enlace. Él se autodefine como un componedor de conflictos. Para sus detractores no es más que un mandadero de los 'malos'. En todo caso, independientemente de cuál sea la interpretación, ese oficio no podía ser más incompatible con el de cónyuge de la fiscal general de la Nación, cuya función es llevar ante la justicia a todos esos 'malos'.

El problema de todo lo anterior no es que Viviane Morales sea una mujer que se deje manejar o que su marido sea un Rasputín criollo. El verdadero problema es que desde el momento en que se ha creado un debate nacional alrededor de este tema, cualquier decisión de la fiscal va a tener una doble lectura. Si se toma una medida a favor de alguno de los antiguos 'amigos' de Lucio, se dirá que fue por presión de este. Y si la medida es en contra, como lo que acaba de ocurrir con el exfiscal Carlos Bula, se dirá que era por la necesidad de Viviane Morales de reafirmar su independencia. Lo injusto de todo esto es que lo que se le viene a la pobre fiscal es palo porque bogas y palo porque no bogas.