Home

Empresas

Artículo

Participación

Rifa engañosa

Una mujer cuenta cómo llegó a una venta luego de haber sido enganchado con una boleta para participar en la rifa de una camioneta BMW X5.

12 de julio de 2007

Todo comenzó un día que llegué a la bomba de gasolina de la estación de Unicentro, en Bogotá, y mientras tanqueaba mi carro, una señora me ofreció participar en la rifa de una camioneta BMW X5. Solo debía dar mi nombre, teléfono y marca del vehículo en el que iba. Pregunté si se trataba de una mentira o de un invento para participar luego en la venta de vacaciones compartidas. Me dijo que no, que la rifa era real y me mostró la boleta.

Le di mis datos y la señora me informó que me llamarían luego. Muy incrédula acepte la boleta y me fui. A los pocos días llamaron a mi casa a decirnos que nuestra boleta había sido seleccionada entre 50 como una de las posibles ganadoras del vehículo y nos informaron que mi esposo y yo, juntos, debíamos asistir a una reunión el siguiente sábado al medio día. Esta reunión demoraría máximo media hora, porque era el tiempo que la empresa pagaba de parqueadero, que sí era para ofrecer un producto y al final nos darían un premio y la boleta definitiva para participar en la rifa de la camioneta. Una vez más pregunté si me iban a vender un programa de tiempo compartido y la señorita me dijo que no sabía.

Después de llamada leí detenidamente la boleta y no decía que fuera un evento vigilado por Etesa, entidad encargada de vigilar los juegos de azar, sino que se trataba de un evento promocional, es decir, ese papelito con la foto de la camioneta BMW era una promoción y no una rifa.

Mi esposo y yo llegamos el sábado al medio día, a un edificio en la carrera séptima con 114. Allí tenían en la portería la lista de las personas que irían al evento. Subimos y llegamos a una oficina sin nombre. La recepcionista nos preguntó nuestros nombres y nos entregó un formulario, con preguntas como ingresos, salarios, vehículos de la familia y edades y nombres de los hijos, entre otros temas.

No contestamos ningún formulario, nos dijeron que no había problema y esperamos sentados en un sofá. Luego llegó un vendedor, nos saludó por nuestros nombres y nos invitó a sentar en una mesa, nos dijo en qué puestos, de tal forma que quedáramos mirando hacia la ventana y observar la vista de Bogotá. Y comenzó a preguntarnos cómo nos veíamos en la camioneta BMW X5, cómo era nuestra familia y cuáles eran los nombres de nuestros hijos. Tenían un formulario para llenar con nuestros datos. No quisimos dar la información, dijimos que los datos de nuestros hijos no tenían porqué conocerlos ellos, y el vendedor se molestó.

 

Finalmente accedieron a contarnos en qué consistía el producto sin tantos rodeos. Pues bien, no eran tiempos compartidos, pero sí vacaciones pagadas por anticipado, en los mejores hoteles del mundo. Solicitaron información financiera, con cuáles bancos teníamos relación, con cuál entidad financiera y cómo nos calificaban como clientes. No accedimos a dar estos datos. El vendedor, molesto por nuestra poca colaboración, nos preguntaba si queríamos tomar algo, nos comentaba sobre el edificio tan bonito en el que estábamos, si ya lo conocíamos, sobre nuestras vacaciones, los viajes, y con cifras sobre el papel mostraba cómo el programa que él estaba vendiendo permite ahorrar dinero.

La verdad, puede que el programa sea bueno y útil, pero ante tanta “preguntadera” y tantas vueltas para llegar al punto, como consumidora me sentí engañada y consideré que se habían aprovechado de mí solo por haber creído que una rifa podía ser cierta. Al respecto, al final seleccionamos un número de dos dígitos que escribieron junto a otros para tener como resultado una serie de números con la cual se podía participar con el baloto en la rifa de la camioneta. Si no entregaban el premio ese día, también había opción con otra rifa que ya no recuerdo. El premio era tener unas vacaciones más económica en una finca en al zona cafetera, en temporada baja.

Así como nosotros, alcancé a contar 10 meses con otras personas y escuché que el señor a nuestra izquierda había entregado toda su información personal cuando ni siquiera le habían alcanzado a ofrecer el producto. Puede que esto no sea ilegal y finalmente uno como consumidora acepta ir a este tipo de eventos, pero no hay derecho a que abusen de la buena fe. Y lo peor, el evento duró más de media hora y nos tocó pagar parqueadero.

Si quiere contar su historia escriba a cgallo@dinero.com