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Crédito: Álvaro Tavera.

Reportaje

El edificio de artes de la Nacional, ¿a punto de colapsar?

El edificio de la Escuela de Artes de la Universidad Nacional, declarado patrimonio, ha ido agrietándose con el paso del tiempo y hoy corre el riesgo de que se derrumbe. Arcadia lo visitó para revisar su estado.

Matilde Acevedo
1 de agosto de 2016

Hace casi 150 años, en 1867, nació la Escuela de Artes de la Universidad Nacional, la primera del país y la misma que luego albergaría a artistas como Alejandro Obregón y Gustavo Zalamea. Cuenta el profesor Miguel Huertas que luego de siete traslados se empezó a construir su más reciente sede como parte de la tanda de edificios que pretendían reformar la universidad con la coyuntura del ambiente liberal-educativo de la época, bajo el mandato de Alfonso López Pumarejo. Desde entonces, en 1935, ha existido el edificio de la Escuela de Artes.

Ese edificio legendario, que tanta creatividad ha atestiguado, hoy sufre daños estructurales graves. Las grietas y los huecos se agrandan velozmente con el paso de los días, y cada vez parece más complicado salvarlo. Marta Combariza, egresada de la Escuela de Artes, es hoy su directora. Asumió el cargo hace alrededor de un mes con el propósito de solucionar la crisis del edificio de la Escuela. Preocupada por la seguridad de sus estudiantes, entre otras cosas, Marta ha intentado llamar la atención para que se haga una restauración que les permita habitarlo sin afanes ni inviabilidades. Pero ahí sigue, con la angustia de que con cualquier temblor se puede caer el techo. Cada vez es más difícil abrir las puertas y las ventanas se caen.

¿Qué hacer, entonces?

Es necesario evacuar.

¿Pero a dónde?

Hay espacios y salones en donde los estudiantes pueden tomar clases en caso de evacuación, pero todo esto hace parte de una solución a corto plazo: estos lugares provisionales no cuentan con las características que necesita una escuela de artes plásticas. El problema es, en efecto, una bomba de tiempo: cualquier cosa que se haga, implica muchos costos. Y todo se reduce a eso, a la plata.

Crédito: Álvaro Tavera.

Los años dorados

No siempre fue así. A finales de los setenta “había espacio para trabajar, el ambiente era muy diferente”, dice la directora. El profesor Huertas explica que en 1935, el liberalismo dejó ahí su último rastro con una ley que buscaba reformar la Universidad Nacional: volverla una universidad laica, diversa, con ofertas culturales. La ley buscaba acoplarse con los modelos de la ciudad, y fue entonces cuando se construyeron los edificios modernos que hoy sufren daños. Esos edificios de la Facultad de Artes (que incluye las escuelas de Artes Plásticas, Arquitectura, Diseño Gráfico, Diseño Industrial, Cine y Televisión, Música y Música Instrumental) hicieron parte de aquel momento cuando se imaginó al campus de la universidad como un área verde, una sabana con espacios y libertades.

Sus fachadas blancas, techos altos y pisos de madera son la insignia de la construcción de la época. Luego, en la década de los sesenta, llegó otra tanda tardía de edificios dominados por el ladrillo. Fue tal la unicidad del primer grupo de edificios que, como el de la Escuela de Artes, algunos se volvieron patrimonio cultural. No se pueden tumbar. Además, son de los primeros edificios del campus.

Sin embargo, no se ha podido gestionar una solución real. No se ha dado a conocer, hasta ahora, un proyecto que pretenda resolver el problema, ya sea restaurando el edificio o construyendo uno nuevo. Juan Carlos Rodríguez, representante al consejo estudiantil de la Facultad de Artes, manifiesta el descontento: "un estudiante de artes, que estudia la carrera con el corazón, se tiene que enfrentar a una sociedad cuando decide hacerlo –y más en Colombia–. Pero bueno, viene a hacerlo en la mejor universidad del país, donde puede encontrar toda la diversidad cultural, política y religiosa, donde no hay censura, donde puede ser él…dice ‘qué chimba’. Pero luego se da cuenta de que a la misma universidad, a las mismas administraciones les importa poco el arte y la cultura”.

El arte colombiano y la indigencia

No es nada nuevo que las artes se vean relegadas cuando, en términos superficiales, ‘no producen plata’. El testimonio de Juan Carlos eleva la discusión a un nivel mayor, y es el de la importancia que tiene el arte en el país. Entonces, remite a la idea del profesor de la Escuela, Miguel Huertas –involucrado en la Maestría en Educación Artística–, quien plantea que la dejadez y el olvido de las artes “no es accidental". Para él, todo empieza en la época de la independencia, cuando "las élites toman el poder de un país que se acaba de independizar de España”. La Escuela de Artes, más adelante, es fundada “bajo la premisa de que Colombia es una nación civilizada y debe cultivar el buen gusto (que viene de la frontera de: civilización versus barbarie)". Más o menos: un país no puede ser civilizado si no tiene artes. Pero cuando ya se establecen estas, cuando su poder se manifiesta, también es necesario establecer un control sobre ellas. Desde entonces siempre ha sido necesario nutrir a las artes con lo mínimo, para nunca dejarlas morir de hambre.

"El arte colombiano vive al borde de la indigencia, en un olvido permanente", según Huertas. El panorama general educativo colombiano siempre ha intentado "reunir las ciencias y las artes, pero la realidad es que las ciencias y las artes tienen un papel marginal". El mejor ejemplo de ello es la decadencia de la sede de la Escuela de Artes. Y, en esa medida, manifiesta el profesor, "se puede denunciar la pasividad de las autoridades de la Universidad Nacional frente a esa problemática".

La lucha de los estudiantes es, entonces, por "restaurar el edificio, por la financiación pública y por toda la infraestructura. Es que lo incorrecto es pensar que esta es una pelea aislada: como se cae este, se caen todos los demás", como explica Rodríguez, el representante de Artes. Pero esta lucha no ha sido fácil. Sara Abril, la representante del Consejo Estudiantil de la Nacional, asegura que la sede de Artes "tiene un déficit de infraestructura de dos billones de pesos. Esa es una cifra muy anterior y por supuesto ha aumentado". La tragedia: entre más aplazan la restauración, más se agranda la cifra. Abril, como representante, ha estado frente a la situación y ha hablado con el gobierno, pero las respuestas han sido pocas y débiles.

Sin embargo, hay diferentes puntos de vista. Juanita Barbosa, arquitecta, conocedora de la restauración de monumentos y directora de la Maestría en Conservación del Patrimonio Cultural Inmueble, defiende estos edificios y su construcción argumentando que el edificio "no se cae", y la razón es simple: sus cimientos son tan fuertes que "no es que el edifico se esté cayendo, es que está en mal estado porque la administración lo pone de lado, pero cualquier edificio se puede salvar si se quiere salvar". La profesora, que además trabaja el tema del patrimonio en la universidad, área de la cual el edificio hace parte, ha fijado el presupuesto para salvar el edificio, y se lo ha hecho saber a quienes pueden salvarlo para que su restauración se lleve a cabo. Pero, según dice, “terminamos siendo una piedra en el zapato”.

Crédito: Álvaro Tavera.

El patrimonio: no es solo sobre edificios

Hay 25 edificios de la universidad, dependiendo de cómo se los mire, que hacen parte del patrimonio cultural. Y por algo son patrimonio, como dice Barbosa: "el tema del patrimonio no se puede entender como edificios, tiene una colección de ideas detrás y los edificios las reflejan”. De modo que esos edificios necesariamente se tienen que conservar. Es precisamente por eso que el problema que enfrenta Marta Combariza es el más complejo: no se puede derrumbar –ni tampoco se quiere derrumbar–, y no hay plata para restaurarlo.

Hablamos con Alberto Escovar, Director de Patrimonio en el Ministerio de Cultura, quien confirma que "la primera responsabilidad recae directamente sobre el propietario, es decir en la Universidad Nacional. Debido al alto número de edificios que están agrietados, hace dos meses hubo una reunión con el rector. Pero tenemos la mejor disposición para mejorar los proyectos para que se puedan intervenir”. Sin embargo, no ha habido un plan en el Ministerio para resolver el dilema del edifico de la Escuela de Artes.

Yamile Londoño, egresada también de la Nacional, trabaja en el área curricular y asegura que el problema, más que todo, es que "ha disminuido la responsabilidad a nivel nacional". Todo se resume a "la posición de la universidad frente a las instancias de poder". Pues, así como este no es el único edificio que está en mal estado, la poca atención que se le ha prestado refleja un problema grande a nivel nacional con respecto a la educación pública, pero también refleja la importancia que se le da a las artes en el país.