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columna del lector

La reelección, mucho más que cambiar un artículo

Julián López cree que los que apoyan la reelección saben la mitad del cuento. Explica por qué.

Julián López Murcia
17 de abril de 2005

A pesar de que algunos piensen, emulando la simpleza de un asesor presidencial, que la reelección es asunto de cambiar un artículo de la Constitución "y ya", lo cierto es, que implica un cambio trascendental en la organización del poder en Colombia.

La Constitución, y no sólo la de 1991, tiene como uno de sus fines principales organizar y limitar el ejercicio del poder. La sociedad reconoce que no existen seres infalibles y enteramente ecuánimes para ocuparse de la dirección del Estado, y que sólo cuenta con hombres y mujeres perfectibles, con defectos y virtudes, con sentimientos de amor y odio, que como cualquiera, cometen errores. Razón suficiente para que ninguna persona que ejerza autoridad pueda tomar decisiones fundamentales, sin contar de alguna forma, con la voluntad de las otras.

Este sistema de pesos y contrapesos no puede ser modificado en alguna de sus partes sin afectar las demás, de tal forma, que si se cambia alguna, las demás deben adaptarse para mantener el equilibrio. Lo anterior, tan sencillo como fundamental, fue por completo olvidado en la reforma para dar cabida a la reelección, y por ello, su desarrollo no dejará de darnos las sorpresas propias de cuando un poder se hipertrofia.

Para dar sólo un ejemplo, en caso de ser reelegido el actual mandatario, en cuatro años 5 de los 7 miembros de la Junta Directiva del Banco de la República habrán sido designados por el presidente en ejercicio, con ello, la Junta habrá perdido su independencia. El mandatario, además, habrá asumido de hecho la dirección de las políticas monetaria, cambiaria y crediticia, y entonces, tendrá las consabidas tentaciones que tanto mal le hicieron al país, sobre todo a los más pobres: emitir sin respaldo, gastar reservas como rico y favorecer determinados grupos de presión en perjuicio o a costa del resto de los colombianos.

No sé qué es peor, que no se hayan percatado de este efecto, o que lo hayan conocido y su decisión fue no discutirlo públicamente, pero como siempre presumo la buena fe de las personas, pensaré que simplemente no se dieron cuenta.

Lo anterior prueba la irresponsable actitud que hasta ahora han tenido quienes impulsan la reelección - hecha a las carreras- de no evaluar todas sus consecuencias, y nos debe servir como señal de que buena parte de las decisiones en lo que resta de este cuatrienio no van a obedecer como ellos dicen, a una visión a largo plazo que requiere con urgencia de reelección inmediata, sino al mero afán de conservar sus puestos o ascender unos cuantos por la vía del nombramiento o de la elección popular.

Lo más triste es que la mayoría de los colombianos, siempre desinformados y ocupados consiguiendo el pan de cada día, no tiene la posibilidad de valorar adecuadamente los costos de esas improvisadas determinaciones y las apoyan por la sensación que generan de tener resultados inmediatos, en desmedro de aquellas decisiones que si bien son más complejas, producen beneficios a largo plazo, como hubiera sido emprender un concienzudo estudio de la estructura del Estado y del estatuto de la oposición para adaptarlos a este nuevo escenario y solo entonces dar vía libre a la reelección, frente a la cual, en abstracto, no tengo mayores objeciones.

De esta forma, si la reelección inmediata tal y como esta planteada, es declarada constitucional y por ende exequible por la Corte Constitucional, nos espera un año largo con un gobierno más pendiente de las encuestas que de estudios serios y ponderados y lleno de afanes e imprecisiones. Eso preocupa aún más, si se tiene en cuenta que sus miembros más importantes viven contradiciéndose públicamente en temas tan delicados como las negociaciones de paz, tal y como ocurrió entre el Ministro del Interior, el Alto Comisionado para la Paz y el Vicepresidente.

Para concluir, si esa es la famosa planeación, continuidad y unidad de criterio, que requiere de reelección inmediata, siento decir que empezó mal, que a esa mayoría que la apoya no le están contando la mitad del cuento, y que como ocurre en las fiestas agitadas, con la mañana llegará la resaca.