
Opinión
Abelardo, el exterminador
¿Entonará Abelardo de la Espriella, sin pena ni rubor, villancicos como Noche de paz o Vamos, vamos, pastorcitos?
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Abelardo de la Espriella ha calificado a la izquierda como una “plaga” que él promete “acabar”. Me doy por aludido. Desde hace más de cinco décadas, como estudiante de Ingeniería Industrial en la Universidad de los Andes, decidí poner todos mis empeños en la causa por una nueva democracia en Colombia. Lo hice –en abierta contradicción con quienes tomaron la vía armada como Petro– en procura de cambiar nuestra historia, rescatar la soberanía nacional, construir la equidad económica y política, y fomentar el bienestar general para el pueblo.
Proponer “destripar” a cualquier sector político como meta para la campaña presidencial de 2026 es un mensaje de odio que pretende responder –con notas aún más estridentes– al discurso que el presidente ha emitido desde la Casa de Nariño durante más de tres años. Un raciocinio simplón y dañino: combatir el aborrecimiento con más aborrecimiento.
Resulta igualmente perverso que el desafuero se alimente con invocaciones a Dios, tal como lo hizo Abelardo de la Espriella varias veces en una extensa entrevista de siete páginas en SEMANA. Este “ruego divino” viene acompañado de una propuesta radical: sacar a Colombia de la ONU, la OEA, la CIDH y suprimir la JEP. La pregunta es obvia: ¿eliminará todo vestigio de control y verdad, justicia y reparación para emprender una cruzada de aniquilación, sin obstáculos ni trabas de ninguna clase?
(semana.com/politica/articulo/abelardo-de-la-espriella-propone-una-gran-encuesta-el-proximo-10-de-diciembre-para-elegir-al-candidato-unico-que-enfrente-al-petrismo-en-2026-y-revela-su-plan-de-gobierno/202547/)
Es incomprensible que esta iniciativa de exterminio cuente con el respaldo de altos oficiales en retiro de las Fuerzas Armadas, quienes la animan al grito de “Ajúa” (arrojo, justicia, unión, abnegación). En respuesta, De la Espriella adoptó el saludo militar como ritual de campaña. ¿Olvidaron acaso que la Constitución, aun en su condición de reservistas, les exige sujeción a la ley? Su deber no es coadyuvar en cruzadas de discriminación por razones políticas, ni menos quebrantar derechos fundamentales como la libre opinión.
También resulta inexplicable el apoyo que recibe Abelardo, “el destripador”, de congregaciones, grupos y personas cristianas o que profesan la fe católica. ¿Tanto se perturbó su espíritu? ¿A tal punto se contagiaron del ambiente tóxico y provocador de Petro que se embarcaron en la apostasía de otro precepto, el de “odiaos los unos a los otros”?
Se equivocan asimismo los expresidentes Álvaro Uribe y César Gaviria al convocar un “frente de defensa de la democracia”, que incluya desde Abelardo de la Espriella hasta Sergio Fajardo. ¿Abarca ese “rescate institucional” la “destripación” que proclama el antiguo y bien remunerado abogado de Álex Saab, de David Murcia (DMG) y de otros tantos? Irónico que quien hoy posa de “defensor de la patria” (de oficio) y persigue la salvación de las instituciones y del contrato social que predican los expresidentes a nombre de sus respectivos partidos, promueva tal violencia.
Alertar sobre la extinción colectiva de las personas de izquierda que propone el autoelogiado “emprendedor” De la Espriella, que se ufana de la eficacia con la que procede, aprendida en el sector privado, no me hace petrista. Al contrario: mi crítica es coherente con la que hago al supuesto “cambio”, que con Petro es “en reversa”. Su Gobierno estigmatiza a los contradictores, les blande la bandera de la “guerra a muerte” y hasta insulta a los “izquierdistas”, como hizo Petro en el consejo de ministros del 4 de febrero de 2025. Entonces, en comportamiento impropio de la dignidad de jefe de Estado que no ha sabido portar, los calificó de “sectarios” e “inútiles”, mientras equiparaba a Benedetti con Bateman. Delirio que le rechazaron hasta sus más cercanos copartidarios del M-19.
Confrontar la malévola empresa de Abelardo tampoco me convierte en votante de Iván Cepeda, proclamado continuador de Petro. Aunque Cepeda reconoce “ciertos errores y equivocaciones”, omite las perjudiciales petrorreformas, que apoyó como senador, dictadas por el FMI, la Ocde, el BID y el Banco Mundial. Antes bien, promete profundizarlas.
¡No más Petros! Esa consigna es suficiente y pertinente para descartar a todos los portadores, sin excepción, de discursos en contra de la unidad que requiere Colombia para edificar la Nueva Democracia y salir del abismo en el que está hundida.
Con las celebraciones navideñas llegan las novenas. ¿Entonará Abelardo de la Espriella, sin pena ni rubor, villancicos como Noche de paz o Vamos, vamos, pastorcitos? ¿Lo hará en tanto trama cómo dar de baja a quienes piensan diferente, a compatriotas que cataloga como una “plaga”?
