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Vamos bien mal

En los últimos años se había vuelto ya un lugar común entre los analistas decir que luego de firmar el proceso de paz con las Farc, los colombianos tendríamos por fin la oportunidad de concentrarnos en los problemas de fondo, en los que realmente importan, en los varios aspectos que no nos dejaban avanzar pero que quedaban invisibilizados por la frecuencia y la crudeza de los actos de guerra.

Federico Gómez Lara, Federico Gómez Lara
3 de diciembre de 2018

Poco a poco, ese vaticinio se ha ido volviendo realidad. Gracias al silencio de los fusiles, hoy el centro de los debates nacionales está más en los temas económicos, sociales y políticos que en aquellos relacionados con el conflicto. Ese es un hecho positivo.

Para que este país pueda avanzar, es fundamental que todos nos enfoquemos en buscar e implementar las estrategias necesarias para tener una Colombia más educada, con una clase media amplia, con mejores índices de lectura, más conectada, con mejor infraestructura y, por supuesto, menos corrupta. Este último aspecto parece ser hasta ahora el objetivo más lejano.

Por los días de la firma del acuerdo final con las Farc fuimos varios los que vimos con entusiasmo el hecho de que en adelante el país tendría los ojos puestos en el desarrollo y no en la guerra. Sin embargo, pocos nos detuvimos a hacernos la pregunta de si realmente estábamos preparados para conocer la verdad. Y es que cuando hablo de verdad no me refiero solamente al esclarecimiento de los hechos ocurridos en el marco de la confrontación armada. Esa es solo una parte de nuestra tragedia. Soy de los que piensa que el conflicto no es en sí un problema, sino más bien una consecuencia del problema real. Al hablar hoy de verdad me refiero a la forma en la que se ha manejado el poder en el país desde siempre. Ese sí que es un sapo doloroso y difícil de tragar.

Me refiero al funcionamiento de la justicia, a la rosca a la que hay que pertenecer para tener un espacio en ese campo, al yo te elijo tu me eliges, a la feria de contratos, a la prevalencia de los intereses mezquinos. Me refiero a la crisis de las instituciones, a la falta de credibilidad, al proceder corrupto, a la mano untada. Hablo del manejo que varios dirigentes le dan al poder que se les ha conferido, de la forma en la que acceden a él. En síntesis, del destape de la olla podrida que tanta falta nos hace, salpique a quien salpique.

Es que antes de poder mirar hacia adelante, antes de poder trazar un hoja de ruta para el futuro, es necesario que nos veamos al espejo, que nos entendamos, que aprendamos a aceptarnos y que asumamos responsabilidades. Seguramente no nos guste lo que encontremos cuando se destape la olla, pero si no la abrimos, ahí seguiremos condenados a nadar en la sopa de un país inviable.

El panorama del fin de año es todo menos esperanzador. La gente ha perdido el optimismo, la gran mayoría de los colombianos piensa que el país va por mal camino. ¡Pero es que es apenas entendible! En las últimas semanas nos han bombardeado con una oleada de noticias, cada una más mala y más triste que la otra, que no dejan otra salida. El país no está bien. Eso hay que asumirlo y hay que reconocerlo para que un cambio sea posible.

Debates aquí y allá, un ambiente de confrontación política sin precedentes, el gobierno sin rumbo, Luis Carlos Sarmiento manejándonos a todos como títeres, el partido de gobierno sin entender que ganó las elecciones, el Congreso paralizado, los proyectos hundidos, corrupción por todas partes, el rollo del fiscal, el video de Petro, la versiones de Simón Vélez, los trinos, los insultos, los señalamientos. En fin, a cualquier persona que prenda un televisor por estos días le darían ganas de apagar y seguir con su vida porque qué más puede hacer. Es imposible vivir tranquilo en semejante rollo.

Pero es ahí donde está el problema. Ya nos llegó la hora de dejar de mirar al otro lado. Es justamente esa indiferencia de todos la que ha permitido que los ricos y los poderosos vean y manejen este país como si fuera una más de sus fincas. Por doloroso que sea, los periodistas, los medios, los políticos, y sobre todo, la opinión pública, deben seguir en la lucha constante y sin descanso. Es necesario que Colombia conozca su verdad, que sepa como es que aquí se roba, se manipula, se esconde, se tapa, se desinforma y se conspira en las más altas esferas del poder. Y del presidente pa‘ abajo, que caiga el que tenga que caer.

Es momento de mirarnos al espejo, aceptar lo jodidos que estamos, y pensar en qué hacer para depurar y limpiar nuestro sistema, para ver si somos capaces, y para saber si tenemos futuro.

En Twitter: @federicogomezla





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