Alberto Donadio  Columna

Opinión

Grandes colombianos: Lara Bonilla

Rodrigo Lara Bonilla fue el primer colombiano que notificó al país sobre el poder que había alcanzado el narcotráfico, entonces llamado la mafia.

Alberto Donadio
4 de mayo de 2024

La antesala del martirio de Rodrigo Lara Bonilla está resumida en tres líneas de la carta de un amigo suyo que recibí hace unos días. En 1970, Lara Bonilla se había inscrito en la Universidad París II para cursar un doctorado en Derecho Constitucional. Tenía 24 años y ya había sido alcalde de Neiva. Su amigo Luis Fernando Lloreda estudiaba en la misma universidad y se veía con frecuencia con Lara Bonilla. Ellos dos y otros dos colombianos, Luis Enrique Nieto y Vladimiro Naranjo, ya fallecidos, se reunían en los pequeños restaurantes del barrio latino que les permitían sus ingresos de estudiante. Unos días antes del asesinato de Lara Bonilla hace 40 años, el 30 de abril de 1984, Nieto y Lloreda fueron a visitarlo en su despacho del Ministerio de Justicia. Recuerda Lloreda: “Se le veía muy serio (él, que siempre vivía sonriente) y pesimista y nos comentó que no estaba recibiendo el respaldo del presidente ni de Galán en su lucha contra la mafia. Se le veía nervioso y se alcanzaba a notar una angustia que resultó fatal”. El presidente era Belisario Betancur y Luis Carlos Galán era el líder del Nuevo Liberalismo.

Rodrigo Lara Bonilla fue el primer colombiano que notificó al país sobre el poder que había alcanzado el narcotráfico, entonces llamado la mafia. Los traficantes llevaban unos 15 años en el negocio habiendo acumulado ingentes fortunas, pero de eso no se hablaba abiertamente en los años setenta. El zoológico de la Hacienda Nápoles y la Posada Alemana fueron las primeras alertas del surgimiento de una nueva clase criminal en Colombia.

Tras el asesinato de Lara Bonilla, escribió Guillermo Cano, el director de El Espectador: “Desde su llegada al Ministerio de Justicia estremeció como un terremoto los cimientos de la organización mafiosa que se sintió, por primera vez en mucho tiempo, realmente amenazada en su impune ejercicio del delito. Ya venía comprometido, como miembro del Nuevo Liberalismo que lo llevó al Senado de la República, en una implacable lucha contra la inmoralidad. Ese fue su compromiso. Él sabía que una de las fuentes que nutrían la descomposición moral de la república radicaba en el narcotráfico, que se había adueñado del poder económico con su inagotable capacidad financiera para comprar conciencias”.

Manuel Gaona Cruz, su amigo del Externado que sería asesinado junto a otros magistrados en la toma del Palacio de Justicia en 1985, lo recordó así: “Era siempre cordial y espontáneo, llano y abierto como su sonora risotada. Era directo, no tenía pliegues, miraba de frente. Andaba pendiente de todo, menos de él. Andaba pendiente de su causa, de su patria, de su gente, de su ideario, de su ética, de hacer el bien, de desfacer entuertos, de su implacable crítica. La mejor arma de Rodrigo, con la que él más correspondió el sentir y querer de su pueblo, con la que más irradió carisma, de miedo o de atracción, de censor o defensor, era su oratoria”.

En 1981, Lara Bonilla afirmó en un discurso en el Senado: “Yo quisiera solicitar una especie de estado de sitio moral, para salvar a Colombia de la corrupción que desquicia al Estado, que aniquila la sociedad. Más grave que la subversión de los alzados en armas, es la subversión que se está formando en el corazón de las mayorías nacionales al saber de la delincuencia que se apropia de las oficinas públicas. El colombiano no cree en nada, y su voto no es más que una contraprestación”.

También en 1981, Lara Bonilla afirmó que en Colombia la corrupción es fuerte y la democracia es débil. Hoy la corrupción y el narcotráfico siguen siendo fuertes y la democracia sigue siendo débil.

Aunque está probado que Pablo Escobar dio la orden de acribillar al ministro de Justicia, en 2014 se conoció un dictamen que contradice la versión oficial del crimen según la cual un solo sicario disparó contra la víctima mientras el vehículo oficial estaba en movimiento y todos los disparos provenían del lado derecho. El exdirector de Medicina Legal, Máximo Alberto Duque, descubrió que un disparo entró por el lado izquierdo del cuerpo del ministro y que ni el escolta ni el chofer resultaron heridos porque probablemente se bajaron del vehículo, que estaba detenido. Es decir, algunos escoltas facilitaron el crimen. Rodrigo Lara Restrepo consiguió que este expediente no prescriba. Pese a ello, la Fiscalía no ha llamado a Luis Arturo Buitrago Torres, el escolta de 24 años que declaró que el Mercedes del ministro estaba detenido.

Rodrigo Lara Bonilla tendría hoy 78 años de edad.

Noticias Destacadas