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Entre la migración…y las voladuras de oleoductos

En medio de las convulsivas relaciones entre Colombia y Venezuela caben algunos interrogantes sobre la migración, las voladuras de oleoductos y los cultivos ilícitos en la frontera

Juliana Londoño, Juliana Londoño
16 de mayo de 2019

La migración venezolana hacia nuestro país parece no tener fin. Lo grave es que, ni siquiera con la cada vez más demorada salida de Maduro y la eventual conformación de un auténtico gobierno de transición, ese preocupante flujo migratorio va a terminar. La reconstrucción de Venezuela tomará muchos años y mientras no se aprecien los resultados de un plan de recuperación, seguirán ingresando a nuestro país miles de venezolanos.

No se trata de los casi 45.000 que pasan a Cúcuta y a las poblaciones cercanas y regresan a Venezuela llevando artículos de primera necesidad. Eso puede estar generando beneficios temporales a algunos renglones de la economía local e incluso al régimen madurista que se descarga de la provisión de recursos básicos a muchos de los residentes en los estados fronterizos con Colombia.   

Tampoco se refiere a los miles de venezolanos que se han establecido en Colombia contribuyendo a la activación y mejoras en diferentes actividades, incluyendo la industria petrolera, el comercio y la industria.  

El problema reside en las grandes masas que, huyendo del desastre, ingresan sin recursos, aquejadas de todo tipo de angustias y de enfermedades. No se los puede abandonar, pero están causando problemas sociales y de inseguridad en algunas regiones y cada vez son más frecuentes quejas, infundadas o no, por problemas de desempleo, servicios de salud y educación.  

Naturalmente que la solución no es el absurdo e imposible cierre de la frontera. 

De igual manera dentro de nuestra compleja relación con Venezuela, es bien conocido que el tema de las cuencas comunes ha sido y seguirá siendo uno de los más complejos. Los derrames de petróleo por efecto de las voladuras del oleoducto Caño Limón-Coveñas, así como la desforestación y la contaminación producidas por los cultivos ilícitos en zonas fronterizas como el Catatumbo, no solamente están afectando gravemente los recursos hídricos y los bosques en nuestro país, sino también en Venezuela, generando un “ecocidio” sin precedentes.   

Cabe preguntarse por qué el régimen de Maduro que tiene tan cordiales relaciones con sus huéspedes del ELN no les ha exigido que suspendan las incesantes voladuras del oleoducto y que sus beligerantes militantes en la frontera impidan el ingreso de precursores químicos a Colombia, así como la salida de la cocaína a través de su territorio.

A menos que considere que, incluso a costa de los intereses de muchos venezolanos, puede afectarse a Colombia. Tarde o temprano tendrá que constatar las consecuencias de semejante error.

 (*) Profesor de la facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario