Home

Opinión

Artículo

Aumenta deserción escolar

A pesar del importante aumento en el gasto público de educación como porcentaje del PIB, en más de 1,3 por ciento en los últimos 10 años, y de los encomiables esfuerzos por ordenar las finanzas del sector, aumentar cobertura, eliminar los fenómenos de repitencia y evaluar tanto a alumnos como a docentes, la deuda social de Colombia con los niños y niñas sigue siendo grande en el campo educativo.

Semana
30 de septiembre de 2002

A pesar del importante aumento en el gasto público de educación como porcentaje del PIB, en más de 1,3 por ciento en los últimos 10 años, y de los encomiables esfuerzos por ordenar las finanzas del sector, aumentar cobertura, eliminar los fenómenos de repitencia y evaluar tanto a alumnos como a docentes, la deuda social de Colombia con los niños y niñas sigue siendo grande en el campo educativo, pues 3.000.000 de ellos carecen de un cupo escolar, la calidad no es la mejor en las áreas de lenguaje, donde en rangos que oscilan entre el 55 y el 80 por ciento los estudiantes de educación básica y media no cumplen con los niveles esperados de logro, o en matemáticas y ciencias que, según las pruebas Timmss adelantadas en la década pasada, ubican a Colombia en el penúltimo puesto entre 41 Estados participantes. Los desempeños en el examen del Icfes son dicientes: sólo el 18 por ciento de los establecimientos educativos tienen un rendimiento alto.

Adicionalmente, a pesar del subregistro y los penosos sistemas de información, puede afirmarse que más de un millón de alumnos abandonan sus escuelas o colegios cada año en lo que se conoce con un terrible vocablo: deserción escolar.

Las causas de dicha deserción escolar, según la Encuesta de Condiciones de Vida realizada en 1997 y el Estudio Rutas de Deserción Escolar llevado a cabo por la Fundación Restrepo Barco en los años 2001 y 2002, están relacionadas, principalmente, con la crisis económica, el conflicto armado y la muy preocupante ausencia de gusto por la escuela. La primera y la tercera de estas causas explican el 55 por ciento de los casos a nivel nacional. La confrontación, en ciertas zonas rurales que padecen con mayor rigor los efectos devastadores de los actores irregulares, puede llegar a explicar entre el 20 y el ciento por ciento del fenómeno de abandono escolar en esas poblaciones, particularmente, cuando sus habitantes deben salir de sus municipios en razón al desplazamiento forzado a que son sometidos.

La situación económica de muchas familias de los estudiantes de colegios privados ha forzado a que éstos se trasladen a los oficiales. En peores circunstancias y con mayores consecuencias, el desempleo de sus padres ha llevado a que muchos de los estudiantes de estratos 1 y 2 renuncien a su educación pública para buscar ingresos para su familia en el mercado informal, en el trabajo infantil que, pese a que se reprocha en las normas internacionales y nacionales, crece y se expresa en diversas actividades: en los semáforos de las ciudades, en donde niños y niñas improvisan a la intemperie como vendedores ambulantes o como objeto sexual de perversos abusos, así como en buena parte de los ámbitos rurales, donde actúan en oficios de distinto alcance que incluye el de ser raspachines de coca.

El caso de las mujeres ya había sido advertido por Profamilia en 2000, a través de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud, que registra como causas de deserción, para un grupo entre 15 y 17 años, los costos educativos, con un 40 por ciento; el "no querer seguir estudiando", con un 20 por ciento; y el haber contraído matrimonio o haber quedado embarazada, con un 11 por ciento. Esta última refleja que, además de los fenómenos comunes, la precariedad cultural y el machismo con que se trata a las mujeres les están imponiendo mayores e injustos rigores.

La educación es ante todo una inversión socialmente rentable, un mecanismo de redistribución del ingreso, una garantía de acceso equitativo a los medios de producción, al ejercicio de la ciudadanía, al perfeccionamiento de la democracia y a la construcción de la convivencia. No acceder a una educación de calidad es tanto como perpetuar la pobreza, pues la prosperidad económica de cualquier Estado parte de considerar la formación escolar como uno de sus objetivos centrales de política pública.

El desempleo y el conflicto armado, como causas de deserción escolar, no son problemas que se pueden resolver, al menos directamente, desde las escuelas colombianas. Cosa distinta es la falta de interés o de gusto que aqueja a muchos estudiantes que consideran el sistema educativo pesado, aburrido o que no aporta mayores elementos en sus vidas al punto que uno de cada tres estima que no terminar sus estudios primarios es una opción aceptable. En este caso, resulta imperioso revisar las prácticas docentes y las innovaciones en la enseñanza y propugnar porque aquellas experiencias identificadas como exitosas en muchos lugares de nuestra geografía puedan ser replicadas en otros.

Más allá de los acertados o desacertados reclamos contra los maestros, lo cierto es que algunos de ellos se han dado a la valiosísima tarea de investigar y construir desde la escuela misma respuestas que, sin mayores costos, permiten hacer atractiva la enseñanza del lenguaje, la historia, las matemáticas y las ciencias.

Por ejemplo, en el Eje Cafetero, se viene enseñando física y química gracias al proceso de molienda del café, el cual sirve para recrear los conceptos básicos de estas asignaturas; en el departamento del Cauca se han recuperado las prácticas culturales de las comunidades indígenas y afrocolombianas desde la enseñanza escolar; en Medellín, la educación para la convivencia es vivencial, pues parte de las experiencias de reconciliación se brindan en la escuela.

Esas y muchas más experiencias vienen siendo sistematizadas y próximamente difundidas, para su réplica y aprendizaje, en el marco del proyecto que la Universidad Pedagógica, la Fundación Ford y la Fundación Restrepo Barco han adelantado en prácticamente toda la geografía nacional y que, bajo el nombre de "Expedición Pedagógica Nacional", ha demostrado el ingenio docente y la maravillosa innovación que, desde la escuela, los maestros colombianos han hecho en procura de sus alumnos y de la atención escolar.

La revisión de los programas de formación escolar a fin de luchar contra la deserción constituye una enorme oportunidad para el logro de una mayor articulación entre el sistema educativo y el sistema productivo del país, pues si la escuela no brinda las competencias básicas que la vida laboral futura demanda y, simultáneamente, no se accede a la educación superior por falta de cupos y dinero, los estudiantes más pobres quedan inmersos en un circulo inexpugnable: de un lado, no llegan a la universidad; de otro, no consiguen trabajo por falta de preparación en la escuela, entre otras tantas causas, y, finalmente, quedan más propensos a los actos de ilicitud que merodean la marginalidad de muchas de sus vidas.

Si no atendemos el fenómeno de la deserción, el valioso empeño de la actual administración gubernamental por subir la cobertura educativa en más de 1.500.000 cupos no lograría su propósito central si, par y paso, un número igualmente importante de estudiantes abandona la escuela. Sería tanto como intentar llenar una tina con el sifón destapado.

* Director Social de la Fundación Restrepo Barco



Noticias Destacadas