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La derogación del tratado Vázquez-Saccio

Tarde o temprano el tratado sobre los cayos de Roncador, Quitasueño y Serrana con los Estados Unidos debe ser derogado de mutuo acuerdo ya que en el se reflejan los últimos rezagos del colonialismo.

Juliana Londoño, Juliana Londoño
25 de noviembre de 2017

Hace 35 años, en septiembre de 1982, entró en vigor el tratado relativo a la situación de los cayos de Roncador, Quitasueño y Serrana, firmado once años atrás por el canciller colombiano, Alfredo Vázquez Carrizosa y el embajador de los Estados Unidos Leonard J. Saccio. Nicaragua desde el primer momento se opuso enérgicamente al tratado.

La firma del tratado en 1971 fue la culminación de los esfuerzos realizados, por el entonces canciller colombiano Alfonso López Michelsen, que planteo a los Estados Unidos la modificación del condominio colombo-norteamericano acordado sobre los cayos desde 1928.  

El largo tiempo transcurrido entre su firma y la ratificación se debió al lobby realizado por el embajador de Nicaragua en Washington, muy amigo del presidente Nixon y de los miembros de la comisión de relaciones exteriores del congreso. No había cumpleaños en que las esposas de éstos no recibieran del diplomático, al menos una gran canasta de flores. Además, los Estados Unidos apoyaban decididamente al dictador Somoza, exalumno de la academia militar de West Point y casado con una norteamericana.        

Los Estados Unidos se negaron a reconocer en el tratado, la soberanía colombiana sobre los tres cayos, para no molestar a su protegido que igualmente los pretendía: simplemente “renunciaron a su reclamación” sobre ellos. Su “título” era la oprobiosa “Ley del Guano” de 1856, mediante la cual, si un ciudadano norteamericano “descubría” un depósito de guano en una isla deshabitada, “tomaba posesión” de ella y lo notificaba al Departamento de Estado, la isla quedaba incorporada al territorio de los Estados Unidos y el “descubridor” recibía un título sobre ella. Cerca de 89 cayos e islas de diferentes países fueron afectados, entre ellos los cayos colombianos de Roncador, Quitasueño, Serrana.

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Más adelante les ofrecieron a los comandantes sandinistas un tratado igual al concertado con Colombia, para que las absurdas pretensiones nicaragüenses no resultaran afectadas. No les importó a los presidentes Nixon, Ford y Carter que nuestro país siempre había sido amigo leal de los Estados Unidos y que a partir de 1979 Daniel Ortega y los demás comandantes, los insultaban públicamente: lo que les interesaba era Nicaragua.     

Se anexaron al tratado unas notas en las que Colombia garantizó a los Estados Unidos a perpetuidad derechos de pesca para buques norteamericanos en las aguas adyacentes a los tres cayos y se dispuso que, aunque nuestro país podía establecer medidas de conservación en ellas, estas debían ser comunicadas con anticipación al gobierno norteamericano. Semejante contraprestación, es una flagrante lesión a la soberanía colombiana que todavía se mantiene.  

Colombia comenzó a ejercer soberanía y jurisdicción exclusivas sobre los cayos y aún antes de la entrada en vigor del tratado.  Ojalá que los buques norteamericanos ya no adelanten las faenas de pesca que les fueron autorizadas en el tratado, ya que sería mezquino que vinieran desde los Estados Unidos a pescar en los cayos. De todas maneras, el tratado sigue vigente.

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La Corte Internacional de Justicia, el máximo tribunal del mundo, en su fallo de 2012 en el caso entre Colombia y Nicaragua, expresamente reconoció la soberanía colombiana sobre los tres cayos.

En esas circunstancias ¿no sería del caso que el obsoleto tratado Vázquez-Saccio, se modificara substancialmente o se derogue mediante acuerdo entre las partes?  Sería un gesto de la administración Trump que, aunque no tiene idea de que existen esos cayos, no duda en censurar a Beijing por sus actividades en los cayos en el mar de la China.  

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(*) Profesor de la facultad de relaciones internacionales de la Universidad del Rosario. 

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