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De Nueva York a La Haya

Las intervenciones de los jefes de Estado en la Asamblea General de la ONU, están destinadas generalmente a las opiniones públicas domésticas. El próximo miércoles se cumple el plazo para que Colombia presente su contra memoria en el caso de la demanda de Nicaragua ante la CIJ.

Juliana Londoño, Juliana Londoño
25 de septiembre de 2017

Los tradicionales discursos anuales de los jefes de Estado en la Asamblea General de Naciones en Nueva York, con unas pocas excepciones, están dirigidos a las opiniones públicas de sus respectivos países. La prensa, la radio y la televisión domésticas hacen gran despliegue de las palabras del mandatario, afirmando que generaron una verdadera conmoción entre los 193 países de la organización.

La verdad es que fuera de las intervenciones del presidente de los Estados Unidos, de algunos otros líderes o de personajes del momento en el escenario mundial, los demás discursos son seguidos solamente por somnolientos funcionarios subalternos de las diferentes misiones acreditadas en Nueva York. Eso en el mejor de los casos, ya que los puestos de muchos países permanecen vacíos.

No obstante, las intervenciones del mandatario, sea de Guinea Ecuatorial o de Vanuatu, siempre son calificadas como “históricas” y van acompañadas de una relación ilustrada de fotos y de tomas de televisión que se destacan como primicias, casi como una visita del papa.

De igual manera los actos sociales, incluyendo el tradicional almuerzo que el secretario general de Naciones Unidas ofrece a los asistentes, es calificado como “un almuerzo íntimo en el que el secretario pidió al presidente su opinión sobre los más complejos problemas de la actualidad mundial”, incluyendo la crisis entre Corea del Norte y los Estados Unidos y las actividades de China de hacer sobreaguar algunos bancos para volverlos islas y generar espacios marítimos en el Pacífico Oriental. Curiosamente, a partir de que en su fallo de 2012 en el caso entre Colombia y Nicaragua, la Corte Internacional de Justicia afirmó que una roca de unos dos metros de diámetro era una isla y pertenecía a nuestro país.

Sin embargo, algunos jefes de Estado, sin ser de grandes potencias, son “taquilleros” en Naciones Unidas. En su momento Fidel Castro y Raúl; Hugo Chávez y Gadafi, Arafat y Netanyahu entre otros. Seguramente si el regordete “líder” de Corea del Norte hubiera asistido a la asamblea, el recinto hubiera estado colmado.

En las intervenciones en la asamblea de este año, la estrella fue Trump, cuando entre otras cosas afirmó que podría desaparecer a Corea del Norte si “el hombre cohete” seguía empeñado en su estrategia nuclear. Nunca un mandatario norteamericano públicamente se había referido así a otro Estado, ni siquiera cuando Franklin D. Roosvelt en el Congreso de los Estados Unidos declaró la guerra a Japón, Alemania e Italia, después del ataque japonés a Pearl Harbor.

Entre tanto el próximo miércoles 27 se cumple el plazo para que Colombia presente su contra memoria en el caso de la demanda de Nicaragua contra nuestro país ante la Corte Internacional de Justicia en la que el régimen nicaragüense aspira a que el tribunal le reconozca como delimitación marítima la línea entre Cartagena y San Andrés, que no le aceptó en su fallo de 2012.

Pero para algunos ese trascendental asunto es cosa menor que necesita más apoyo que opiniones: afortunadamente el estupor nacional por la ola de corrupción generalizada que asoma como la punta de un iceberg y las eliminatorias para el mundial de fútbol hacen que el país mire en otras direcciones. Amanecerá y veremos…

(*) Profesor de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.

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