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Coronavirus por decreto

Para eso nos ha servido este Gobierno por decreto, para extender cuarentenas que en realidad no existen -ya prácticamente todos los sectores se han reactivado- mientras cierra el Congreso.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
30 de mayo de 2020

¿Se han dado cuenta de que desde que el presidente Duque nos mandó a la casa hace ya cuatro meses nos está gobernando por decreto, como los monarcas?

Por decreto, cerró el Congreso desde el inicio de la cuarentena, un acto arbitrario y antidemocrático que le ha permitido imponer sus designios sin ningún control del Legislativo. Duque ya lleva 101 decretos emitidos en solo cuatro meses de cuarentena, un auténtico bombardeo de medidas que ameritarían ser conocidas y debatidas.

No sabemos cuántos de esos decretos tienen que ver con la emergencia económica provocada por el coronavirus y cuántos son los micos que nos metieron, pero no le hace. Para eso son los estados de excepción en Colombia: para abusar de ellos y para introducir cambios que en tiempos normales serían mucho más difíciles de incluir.  

Para no quedar como un gobernante que se pasa por la faja los controles, Duque le dio visto bueno al Congreso virtual, otro espejismo que nos quiere imponer esta democracia por decreto, a la que le preocupan las formas, pero que abusa sin piedad de los mecanismos excepcionales.

Que lo sepa el mundo: este Congreso virtual que se inventaron en la trastienda no sirve para hacer control político; es un chiste, es un orangután con sacoleva. Eso ha quedado suficientemente probado con lo que ha sucedido en estos últimos meses en que ha funcionado de esa manera. El Congreso virtual convierte al Poder Legislativo en una mentira y en un entretenimiento hecho en Disney. Eso no es serio y es una burla a la democracia.

Para eso nos ha servido este Gobierno por decreto, para extender cuarentenas que en realidad no existen -ya prácticamente todos los sectores se han reactivado- mientras cierra el Congreso.

Por decreto Duque también les quitó dinero a los municipios, cerca de 6 billones de pesos, dizque para invertirlos en dotación médica con el objeto de preparar a los hospitales de todo el país para que pudieran enfrentar la pandemia en el momento más alto de la curva. Sin embargo, luego de cuatro meses, ese dinero no les ha llegado. Es decir, a los hospitales les va a tocar enfrentar el momento más álgido de la pandemia con lo poco que tienen. Mientras tanto, en el Olimpo la plata de la paz se utiliza para posicionar su imagen en las redes y para renovar su flota de camionetas.

En esta democracia por decreto, los alcaldes y gobernadores dependen de la generosidad de este Duque autoritario que ha utilizado este virus para centralizar todo bajo su mando y para tenerlos comiendo de su mano. A quienes no bajen la cabeza y se atrevan a cuestionarlo públicamente y a criticarlo por su opacidad en las cifras que da en sus intervenciones diarias por televisión, pues se les manda la Fiscalía para que los empapele de manera arbitraria. Así aprenden la lección de que mientras estemos en modo coronavirus no se desafía al Supremo. Eso le sucedió a la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, a quien el propio fiscal Barbosa –íntimo amigo de Duque– le abrió una investigación por haber cometido una infracción administrativa luego de que ella cuestionó públicamente al presidente por su decisión de abrir la economía sin cumplir con los protocolos de seguridad.

Por decreto también terminamos favoreciendo a los bancos luego de que Duque les ordenó que compraran TES con los 9 billones de pesos que el Banco de la República les había liberado. Esa vuelta terminó dándoles un regalo de cerca de 360.000 millones de pesos al año. Sus decretos para ayudar a los pequeños y medianos empresarios no sirvieron para impedir que muchos despidieran a sus empleados y las ayudas a la población vulnerable fueron tan exiguas que no lograron mantenerlos en sus casas. La verdad es que la cuarentena se acabó porque la mayoría de los sectores no se pueden dar el lujo de seguir guardados.

Para eso nos ha servido este Gobierno por decreto, para extender cuarentenas que en la realidad no existen –ya prácticamente todos los sectores de la economía se han reactivado– mientras cierra el Congreso.   

Pero lo más grave es que Duque esté utilizando este momento en que la sociedad está confundida y atemorizada para abrirle paso a la fumigación con glifosato, para permitir que lleguen soldados norteamericanos a las zonas donde se debería implementar el acuerdo de paz y para volver a crear el clima de polarización que se vio cuando se presentaron las objeciones a la JEP.  

Duque ha utilizado la crisis del coronavirus para hacer propaganda en su alocución diaria y mostrar cifras que no son. Ha dicho que su gobierno ha invertido el 10 por ciento del PIB en esta pandemia, pero la verdad es que esa cifra no supera el 2,8 por ciento del PIB. Pero, sobre todo, ha dicho que él no es el que tiene que lidiar con los efectos de esta democracia por decreto, sino que ese trabajo les corresponde a los alcaldes y gobernadores. Caramba: les deja a ellos, que no tienen con qué, la responsabilidad de los muertos mientras que él se refugia en su Olimpo. 

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