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¿Cuál es el cuento del "otro"?

A pesar del gran desarrollo que existe en la legislación internacional acerca de la protección de los derechos de las minorías, la situación de la población gitana en Europa es a todas luces discriminatoria.

Semana
18 de agosto de 2010

A finales de esta semana aparecieron en los medios dos noticias que llaman la atención, básicamente por lo contradictorias. Por una parte, en Bogotá se crearon siete jardines infantiles indígenas donde niños muiscas, pijaos, huitotos, ingas y quichuas, además de jugar de la misma forma en que lo hace el resto de la población infantil bogotana, asimilan conocimientos sobre un calendario especial para las cosechas que los conecta con la madre tierra, así como oraciones, bailes y tejidos derivados de sus culturas ancestrales. Igualmente reciben enseñanzas directas de los “taitas” o “sabedores” a través de la tradición oral.

En contraste, en Francia el presidente Nicolás Sarkozy se expresó de manera muy fuerte contra las minorías, especialmente contra los gitanos o población rom.
 
Los 18 expertos que integran el Comité de la ONU para la Eliminación contra la Discriminación Racial coincidieron en su profunda preocupación por la actitud del gobierno francés, pues no solo representa “una discriminación contra franceses de origen extranjero, sino una incitación al odio”.

Es estimulante que Colombia entienda que es vital infundir desde los primeros años de escolaridad el conocimiento que permite a todos sus niños, al final del proceso, tener las herramientas conceptuales y las habilidades para desenvolverse, sin perder sus particularidades culturales, en la sociedad de corte occidental en la que vivimos.
 
Muchos indígenas llegan a las grandes capitales por diversos motivos y es importante que se integren a la idiosincrasia de la mayoría y disfruten de los derechos a que los hace acreedores la Constitución, y sin que se quede en el camino la riqueza de ser quienes son. Que se comprenda de una vez que hay un “otro”, valioso y respetable.

Una de las formas de acabar con una cultura es la asimilación, el hecho de no considerar importantes la lengua ni las costumbres de una población en los programas educativos oficiales. Desde los primeros años de escolaridad los niños gitanos deben arrinconar su idioma, en lo que se conoce como “bilingüismo de pérdida”, pues la lengua que aprenden en el colegio tiene un mayor grado de poder que la que aprenden en la casa, con lo que el incentivo para usar esta última es prácticamente nulo. La integración no tendría por qué conllevar un menoscabo de la identidad. Una educación exitosa en este sentido sería la que le permitiera a la persona conseguir trabajo y poder relacionarse con el mundo en el que habita, disfrutando al mismo tiempo de sus propias costumbres con sus familiares y amigos, sin miedo a ser atacado por esa razón. Es una elección de vida que, además, no siempre es tan voluntaria.

A pesar del gran desarrollo que existe en la legislación internacional acerca de la protección de los derechos de las minorías, la situación de la población gitana en Europa es a todas luces discriminatoria. Muchos gitanos llevan décadas viviendo en países como España, Italia y Francia, pero no son reconocidos por sus respectivos Estados. Y es patente que a través de muchos medios de comunicación se vende la imagen de los roms asociada a la brujería, la delincuencia y la pereza, estereotipos que se traducen en exclusión y que van hasta el maltrato. La intolerancia se evidencia en que si alguno de ellos comete un delito, la sociedad los condena automáticamente a todos.

Hoy en día se calcula una cifra de 10 millones de gitanos en el viejo continente, lo que hace significativo el hecho de que las Naciones Unidas hayan recibido la petición de que el pueblo romaní sea considerado a nivel internacional como una nación, pero no con pretensiones territoriales sino culturales.

Es difícil encontrar sociedades que se puedan definir a sí mismas como integrantes de una misma “tribu”. La realidad es multiétnica y colorida y eso constituye uno de sus principales valores; lo importante es que seamos capaces de construir comunidades integrales e incluyentes, porque lo complicado del racismo y la xenofobia no es ver al otro como distinto –que de hecho lo es, en muchos sentidos-, sino en verlo como inferior.

*Docente – Investigadora. Universidad Externado de Colombia
b.vallejo@hotmail.es

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