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Cul-de-sac

La barbarie está de vuelta. El objetivo es la decapitación de los movimientos sociales. Lo están consiguiendo ante la mirada administrativa, simbólica y gestual de la dirigencia del centro izquierda.

Yezid Arteta, Yezid Arteta
26 de junio de 2019

Mohamed Bouazizi vendía frutas en un apartado pueblo de Túnez. La policía local lo chantajeaba. Decomisaba o tiraba su mercancía. Mohamed corría. Lloraba. Tenía bocas que alimentar. Un día, cansado, humillado, tomó un galón de gasolina y se prendió fuego ante los ojos de la policía. Murió. 17 de diciembre de 2011. Indignación. Cientos de miles toman las calles. Revuelta popular. Tres semanas después caía el gobierno. El dictador Ben Alí huía.  

Brayan llora. 12 años. Negro. Pobre. Hijo de un chatarrero. El cadáver de su madre María del Pilar yace sobre un muladar de Tierralta, Colombia. Una mujer desplazada, sin tierra y sin techo muerta a balazos. Indignación en las redes sociales. Desde Europa el presidente ofrece una recompensa para dar con los asesinos. El ministro de Defensa se confunde. Siempre se confunde. Los agentes políticos libran su batallita en Twitter. Emoticonos de llanto y tristeza abundan en las redes sociales. Un comunicado en el interior y otro en el exterior. Cada uno tiene un papel asignado. Lo interpreta. Fin de la función. Hasta el siguiente asesinato.  

Al sepelio de María del Pilar en Puerto Tejada asistió mucha gente. En los entierros de la gente pobre, como en la canción de Cheo Feliciano, las lágrimas son de verdad. No hay indiferencia. La indiferencia está entre los agentes políticos. Están en campaña permanente. No tienen tiempo ni imaginación para transformar la indignación y la rabia  que siente la ciudadanía por los asesinatos de líderes sociales y exguerrilleros que han depuesto las armas. Al gobierno y sus aliados estos crímenes les importa un rábano. En cambio, Viejo Topo, tú esperarías un acción más valiente y provechosa por cuenta de los dirigentes de centro izquierda. La acción política no solo es ir con una caña a pescar votos. 

Antes. No hubo manera de boicotear y revertir el sistemático plan de asesinatos de miembros de la Unión Patriótica. La izquierda fue decapitada. Al final se ganó la batalla jurídica. La batalla simbólica. La bandera de la UP ondeando en la colina, mientras que en el campo de batalla yacían los cadáveres de los cuadros más cultivados de la izquierda colombiana. Los símbolos ayudan, Viejo Topo, a sobrellevar las derrotas, empero la eficacia política solo es posible con mujeres y hombres de carne y hueso. No se pudo contra la barbarie.  

Ahora. La barbarie está de vuelta. El objetivo es la decapitación de los movimientos sociales. Lo están consiguiendo ante la mirada administrativa, simbólica y gestual de la dirigencia del centro izquierda. Sin movimientos sociales no hay lucha. Sin lucha no hay cambio. No hay votos. Está bien que los artistas expresen la indignación mediante símbolos, los intelectuales suscriban proclamas, los caricaturistas resuman la situación y los tuiteros libren batallas virtuales. Todo eso está bien. ¿Crees, Viejo Topo, que esos demonios que se están cargando a los líderes sociales los vas a desmoralizar con dibujitos? ¿Recuerdas los paros agrarios? ¿Las mingas? ¿La Mane? ¡Qué mala memoria tienes, Viejo Topo!

Estamos en un callejón sin salida, escribió Coqui. Un cul-de-sac, escribió en francés. Si luchamos nos matan, sino no luchamos también, escribió desconsolada. Coqui, recuerda aquella película de Roman Polanski (Oso de Oro 1966) en la que dos atracadores, luego de un asalto fallido, llegan hasta un viejo castillo en los que se hospeda un matrimonio burgués. Uno de los atracadores va herido y muere. Queda uno. Cul-de-sac (Callejón sin salida), se titula el filme.  

* Escritor y analista político

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