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CLAUDIA ANGELICA VARELA

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Decisión en la vida

Si yo quiero ser el decisor, debo actuar. Si yo soy un líder, debo apoyar el empoderamiento con criterio para proteger a mi equipo.

Claudia Varela
7 de abril de 2024

Para gustos hay colores. Definitivamente, los estilos de liderazgo son diferentes y parece que a cada uno le gusta más el propio. Sin embargo, si tu estilo es afiliativo, autocrático, inspirador, conciliador o alguna otra cosa, siempre estarás expuesto a la toma de decisiones.

Las decisiones no pueden tomarse visceralmente. ¡Tantos ejemplos desafortunados que hemos visto en los últimos meses como ciudadanos del mundo! Y es que una de las habilidades que más se buscan ahora en los perfiles corporativos, sin importar la jerarquía del cargo, es el empoderamiento para la toma de decisiones. Se pide de los empleados que sean buenos decidiendo, analizando en tiempo récord y seguramente empoderándose para la acción, sin necesidad de validar todo lo que vayan a ejecutar.

Obviamente, aunque los más jóvenes sean modelos de conocimiento y tengan cien especializaciones y diplomados, es imposible que, sin la experiencia que dan solo los años, tomen decisiones de mayor riesgo, sin contar con al menos una opinión más experimentada. Así que hay que tener mucho cuidado de lo que se exige en términos de decisión a los menos duchos para evitar un riesgo para ellos mismos y, por supuesto, para la empresa.

Hace muchos años, hablando con un jefe absolutamente inteligente e irreverente, le dije que yo creía que era buena decidiendo y percibiendo a la gente y sus personalidades e intenciones. Según mi juvenil versión, era algo así como un “don” que tenía de nacimiento. Me dijo sonriendo que estaba equivocada, que era la mezcla entre inteligencia y experiencia. Nunca olvidaré esa respuesta, porque entendí que hay “poderes mágicos” que solo te los dan los años, si es que en realidad eres consciente de ese regalo que te hace la vida.

Entrar, entonces, a evaluar el proceso de decisión como una receta estándar que se les da a todos los seres humanos, por igual, no tiene sentido alguno. Es evidente que somos muy diferentes, que los grupos cada vez son más diversos y que a las empresas muchas veces les gusta implicar a todos en las decisiones. Hay que invitar más a que la gente tome decisiones, a que los líderes se empoderen con ellas y tengan en cuenta varios puntos de vista, pero definitivamente a que haya responsabilidad y decisión.

Medir como una habilidad la capacidad de decidir tiene detrás la evaluación de parámetros como la autoconfianza, la intuición y la capacidad de síntesis y análisis. La consecuencia es ser o no un buen decisor, o sin ponerle juicios de valor, ser el tipo de decisor que requiere la organización.

Aparece aquí una responsabilidad del ecosistema muy importante. Hay organizaciones que no son coherentes y aunque promulgan que la gente debe empoderarse, decidir y actuar, los empleados pueden ser castigados por el sistema si son demasiado proactivos. Entonces, hay una doble misión, por el lado de la empresa, en su consistencia, pero también en el empleado, en entender el contexto antes de excederse en proactividad decisoria.

Las decisiones para el ser humano están llenas de creencias, de cargas culturales, de presión social, de opiniones de otros y, definitivamente, de ego. Hay que entender que las organizaciones están compuestas por gente. Gente con temores, con vulnerabilidad, con defectos y muchas cualidades… pero gente. No pueden usarse fórmulas estándar, ni matrices globales, ni escalas de talento y desarrollo para empoderar corazones y creer en los demás.

Si yo quiero ser el decisor, debo actuar. Si yo soy un líder, debo apoyar el empoderamiento con criterio para proteger a mi equipo. Y en la vida diaria, sin cargo ni organización como seres humanos, debemos no juzgar la capacidad de los demás, las creencias de los demás ni las almas ajenas.

Concisión en el estilo, precisión en el pensamiento, decisión en la vida. (Víctor Hugo).

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