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DEMASIADAS PACES

Semana
28 de septiembre de 1998

Hay que tomarle su consejo en serio. El ex presidente Carlos Lemos, que en el anterior gobierno alcanzó a raspar poder en una breve palomita presidencial, suficiente para intuir el tamaño del desastre, le pide al nuevo gobierno que no hable más de las calamidades que nos ha legado la era Samper y que comience a gobernar cuanto antes. Es unafán justificado, el del ex presidente Lemos: porque de los desastres hay que salir corriendo antes de que se lo devoren a uno. Y lo peor es que, por lo menos en dos campos, están a punto.
Por un lado enfrentamos el caos económico, a cargo de une excelente piloto. Pero del otro está la paz, que es el tema. Del cuatrienio Samper heredamos una política totalmente deshilvanada, incoherente, poco productiva y peligrosamente confusa que ha venido agravándose en los últimos días por cuenta de la cantidad de esfuerzos de paz diferentes que están sobre la mesa.
Aquí lo que hay es un exceso de paces.
Está la que viene procurando muy discretamente alcanzar la Comisión de Conciliación, con la Iglesia como protagonista.
Está la que viene trabajando la Comisión Nacional de Paz, organismo de creación legal, que se inventó a buena hora el encuentro de Alemania.
Está la que el país le entregó como labor al Mandato por la Paz y a Redepaz, su órgano ejecutivo, a través de 10.000.000 de votos.
Está la que ha aglutinado los esfuerzos de la sociedad civil, tipo encuentro de Mainz.
Está la que se tramita a través de la oficina de Felipe Torres y Francisco Galán en la cárcel de Itagüí, peregrinación obligada de funcionarios del gobierno, de políticos y de espontáneos interesados en el tema.
Está la recientemente emprendida por el Congreso, para invitar a tres delegados de la guerrilla a tomar asiento en las sesiones legislativas del Capitolio.
Y está la del propio gobierno, que se ha estrenado un poco desordenadamente. Por un lado, con Víctor G. Ricardo persiguiendo en vano al ELN por Europa. Y por el otro, con el Ministro de Defensa señalando de violadores de la ley a quienes asistieron a la reunión de Mainz, para firmar un acuerdo que declarara formalmente abierto el proceso de diálogo con el ELN.
Lo primero que tendría que hacer el nuevo gobierno es tratar de que hagan la paz los protagonistas de todas estas paces. Reducir al mínimo este exceso de intermediarios, para que los caminos no sean tan dispersos y el gobierno pueda recuperar la única vocería oficial que debe existir sobre el tema. Que haya una sola partitura diseñada por el gobierno, y que todos los demás obedezcamos únicamente a esa batuta.
Me parece que, cuanto antes, el presidente Andrés Pastrana debe entregarle al país una explicación pública acerca de los parámetros del proceso de paz que desea adelantar, la ubicación de sus actores, el lenguaje por utilizar y el mensaje de que el gobierno es el único que manda en este tema.
Esta explicación debería contener, además, claridad sobre los siguientes puntos:
_ Que si comenzamos a hablar de paz con la guerrilla, será para que al final del proceso ésta se desarme, porque no puede haber en Colombia dos ejércitos legalmente armados. Si el país está dispuesto a entregar el oro y el moro por la paz, será para que al final de este proceso ya no exista la guerrilla, y no para que la guerrilla subsista, pero ahora con poder político y con legitimidad.
_ Que no habrá canje de soldados por presos, porque la Constitución no permite sino una amnistía o indulto que deben ser producto de una evaluación de las circunstancias políticas que faciliten la paz y no de un chantaje.
_ Que este gobierno sí va a negociar en medio de las balas, porque esta es una decisión totalmente legítima y casi inevitable en un proceso de paz. Pero que si el diálogo va a ser en medio de las balas, el pueblo colombiano necesita ver a su gobierno fuerte, respaldado por un ejército plantado, moviéndose en dos frentes, el de la paz y el de la guerra. De lo contrario, la gente no aguantará los términos de un proceso de pacificación que, por estarse gestando en medio de la guerra, a diario nos traerá contradictorias noticias de masacres, secuestros, desapariciones y demás horrores propios de la violencia que vivimos.
Entonces, a lo Lemos: dejemos atrás toda la indecisión y la debilidad que caracterizaron al gobierno Samper frente al tema de la paz, y corrijamos el rumbo de una vez por todas, con unas directrices claras, con menos protagonistas, con menos paces, y con una sola voz: la del Presidente de la República.

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