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Miguel Angel Herrera.

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El jaque mate de las reformas de Petro

Petro parece desconocer ese rol del legislador amenazando así la independencia que los congresistas deberían tener para discutir y votar estas reformas.

26 de enero de 2023

Los sectores productivos que serían afectados por las reformas de Petro se enfrentan a un escenario muy desconocido por los empresarios: la discusión en plaza pública, que recientemente anunció el presidente. Es otro golpe bajo del alto gobierno a los sectores más amenazados por las reformas, como lo son salud y fondos privados de pensiones, principalmente.

Si los proyectos de ley de reforma a estos dos sectores ya preocupaban a los agentes de estos sistemas por cuenta de su pobre socialización y, particularmente, por los cambios que provocarían una importante desinversión privada, el reto del presidente de encontrarse en las calles para discutir reformas que deberían tener un gran trasfondo técnico dejó perplejos a los gremios, las empresas, los centros de pensamiento económico y hasta a la academia, que suele tener más vocación social que los demás agentes.

El presidente sabe que ninguno de los interesados en discutir las reformas tiene el respaldo ciudadano que tiene en este momento el Gobierno nacional, y particularmente, él, Petro.

Pero también la convocatoria a discutir en la plaza pública es un reconocimiento tácito de que la gasolina del Gobierno podría ser insuficiente para tramitar con éxito estas reformas en el primer semestre del año, como lo pretende el jefe de Estado.

Seguramente, hay muchos congresistas indecisos que el Gobierno considera que necesitan el empujón del pueblo para votar con tranquilidad a favor de estos proyectos. Y también podría ser una estrategia para sacudir al pueblo en la víspera de las elecciones de alcaldes y gobernadores en beneficio, desde luego, del partido de gobierno y de sus aliados.

De otra forma, resulta difícil interpretar esta nueva jugada del presidente, considerando que nuestro ordenamiento legal provee diversas y probadas opciones para que la ciudadanía participe del debate legislativo.

La ley orgánica del Congreso, por ejemplo, establece la audiencia pública como el escenario para que la ciudadanía, las organizaciones de la sociedad civil y en general los interesados presenten sus opiniones y observaciones, antes de que se conozca la ponencia del proyecto de ley.

Y también existen otros escenarios fuera del Congreso, como los foros públicos y las mesas de trabajo, en donde el Congreso habla con la ciudadanía, presenta un texto y la gente participa promoviendo sus argumentos y modificaciones.

Pero Petro quiere más. Su apuesta apunta a destecnificar, más de lo logrado hasta ahora, los proyectos de problemáticas tan complejas como la salud y las pensiones. Si la esencia de las reformas que corresponden a estos dos sectores ya son populistas, cuesta imaginarse en dónde terminarán luego del apoyo del pueblo a las controversiales propuestas que contienen estos proyectos.

El presidente y sus ministros de Salud y Trabajo, con la gente en las calles, seguramente esperarán que la ciudadanía exija la extinción de las EPS y de los fondos privados de pensiones. Lamentable desenlace a discusiones que requieren una aproximación técnica, científica y jurídica para asegurar la sostenibilidad de lo que se decida, sin que se desconozcan las expectativas de la sociedad. Y para eso está precisamente el Congreso, para concertar la visión que aporta el conocimiento con las necesidades que tiene la gente.

Sin embargo, Petro parece desconocer ese rol del legislador amenazando así la independencia que los congresistas deberían tener para discutir y votar estas reformas. Y de paso, generando una peligrosa estigmatización en contra de los sectores productivos que estarán en boca de manifestantes y activistas cuando salgan a las calles.

Y alístense, sectores productivos, porque así serán los próximos años. Lo que el Gobierno quiera lograr y no lo pueda gestionar con éxito por las vías institucionales, llegará a las calles. Piensen entonces que el debate técnico es plato de segunda mesa y que las implicaciones económicas de las reformas poco o nada importarán si el sentimiento popular no las recoge.

Más claro no puede ser entonces que los sectores productivos como el de la salud y las pensiones no pueden prescindir de un activo que no tienen hoy: respaldo ciudadano. O si lo tienen, no es visible públicamente. Y eso no se construye de un día para otro ni tampoco con inversiones sociales aisladas, esporádicas o arropadas por intereses comerciales.

Deben entonces los sectores construir conocimiento sobre las necesidades sociales en los territorios, establecer relaciones con las organizaciones sociales de base pura (líderes campesinos, étnicos, género, etc.), hacer inversiones de impacto real en zonas sin desarrollo, activar proyectos de economía social y todo lo que sirva para que el tejido empresarial tenga su propio activo ciudadano.

Llegó el momento de que estos sectores pasen la página de la responsabilidad social corporativa, la filantropía corporativa, el marketing social y demás efímeras tendencias, para concentrar esfuerzos en transformar los negocios en verdaderos motores de cambio social. Aún a costa de sacrificar rentabilidades. De lo contrario, con Petro en las calles validando sus reformas, más pronto que tarde los sectores productivos estarán en jaque mate.

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