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Elección de Congreso

Un Congreso débil fortalece el presidencialismo, en cambio, un Congreso fuerte realiza la soberanía del popular.

2 de diciembre de 2021

En la democracia, el pueblo es soberano, se manifiesta directamente o a través de sus representantes, es la fuente del Estado y del poder público. En las antiguas monarquías, el rey era el soberano.

El acto fundamental es el voto ciudadano, mediante el cual se eligen personas o se adoptan decisiones, lo que permite a algunos diferenciar la democracia de representación de la democracia directa o de participación. Quien no vota permite que otros decidan por él.

El Congreso es el máximo órgano de representación popular, en el que se discuten y aprueban los actos de reforma a la Constitución y las leyes que nos rigen a todos, además, ejerce control político sobre el presidente de la República, ministros y magistrados de las altas corporaciones judiciales. Todos los órganos y entidades del Estado se rigen por la voluntad popular: la ley. Cada ciudadano debería tener sus representantes en el Congreso y demás cuerpos colegiados, allí se tramitan sus exigencias y se debaten para conciliarlas con otras.

La Constitución de 1991 mantuvo la estructura bicameral del Congreso, el Senado de representación nacional y la Cámara de Representantes de representación territorial o departamental. En la actualidad hay 280 curules, 108 en el Senado y 172 en la Cámara, por 17 partidos o movimientos políticos. De ellos, diez curules se entregaron a las Farc según acuerdo y 16 más se elegirán en circunscripciones afectadas por la violencia, sin participación partidista, para 2022.

Los partidos y movimientos políticos son organizaciones ciudadanas para presentar candidatos, programas y propuestas a los electores, de manera que se conformen los órganos colegiados y se elijan cargos ejecutivos tales como presidente, gobernadores y alcaldes. Son organismos intermedios entre el ciudadano y el Estado.

La elección de Congreso es tan o más importante que la de presidente. No obstante, el presidencialismo, que deriva no solo de su elección popular, sino de la concentración de funciones como jefe de Estado, de gobierno, de la administración pública y de la Fuerza Pública; en otros términos, el presidente maneja las relaciones internacionales, establece cómo se aplica la ley, administra los recursos públicos para cargos, contratos e inversiones, y aplica la fuerza legítima. También tiene iniciativa legislativa y facultades de nominación para cargos en otras ramas del poder, tales como Fiscal, Procurador y una tercera parte de los magistrados de la Corte Constitucional. Sin embargo, está sometido a la ley y al control político del Congreso.

La Constitución estableció para los congresistas un estricto régimen de inhabilidades, incompatibilidades y conflictos de interés, así como la figura de pérdida de investidura ante el Consejo de Estado y fuero penal ante la Corte Suprema de Justicia. De manera que se previnieran o sancionaran las conductas corruptas. El resultado fue un órgano sobrecontrolado sin lograr la erradicación de las malas prácticas.

El Congreso y los partidos políticos tienen mala imagen en la opinión pública, afectada por la corrupción, el clientelismo, el transfuguismo y otras malas prácticas que también pueden predicarse de otros órganos y entidades estatales.

Un Congreso débil fortalece el presidencialismo, en cambio, un Congreso fuerte, con amplio respaldo electoral, integrado por personas probas y representativas de distintos sectores, realiza la democracia, el diálogo racional alrededor de los derechos constitucionales y las soluciones concertadas a favor de toda la sociedad.

Participar en la elección de Congreso es la forma de fortalecer la soberanía del pueblo, por lo tanto, que los partidos y movimientos políticos conformen listas de candidatos ejemplares y que los ciudadanos las respalden copiosamente.

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