Eliminatorias y rezos

Germán Uribe dice que así como se les exige a directivos, entrenadores y deportistas, los periodistas también deberían hacerse una autocrítica frente a los grandes fiascos deportivos

Semana
29 de septiembre de 2007

En pocos días se da inicio a la excitante carrera por alcanzar un cupo al Mundial de Fútbol Suráfrica 2010, y el tema, en consecuencia, se vuelve obligado. Comienzo por recordar que fue a raíz de la derrota 9 a 0 sufrida por la Selección Colombia frente a Brasil en las eliminatorias del Torneo Preolímpico de Sydney –¿quién no la retiene?–, cuando empecé a pensar seriamente acerca de la crisis persistente del balompié colombiano, pero sobre todo, a desentrañar algunas de sus causas. Y una de ellas, me parece, tiene que ver justamente con lo que menos se espera: el papel informativo y crítico de la prensa que, curiosamente, es a un mismo tiempo la más comprometida a que los fracasos futbolísticos nuestros no se engullan impunemente las esperanzas apasionadas de los hinchas. Nunca hemos podido entender por qué los medios de comunicación, frente a los grandes fiascos de nuestros seleccionados, no se hacen ellos también una autocrítica antes de correr a exigírsela a los directivos, técnicos y jugadores, ya que es precisamente la prensa, toda, la que ha venido socavando la personalidad de técnicos y jugadores a través de unos análisis colmados de ambiguos subjetivismos, tropicalismos ramplones, e inútiles e insensatas exhortaciones patrioteras. Son los comentaristas deportivos también, y de manera sobresaliente, responsables directos de estas desilusiones colectivas que venimos padeciendo desde cuando Colombia dejara atrás aquel equipo que se consiguió cristalizar con el otrora brillante Pacho Maturana. Y es que entre nosotros, la verdad sea dicha, no existe la crítica seria, desprendida ella de los vaivenes sensibleros y emotivos. Ocurre muchas veces que si ganan, los muchachos, más que buenos, son los mejores, y punto. Si empatan, se debió a un poco de mala suerte y no a su bajo rendimiento. Si pierden, no es la catástrofe, ya vendrán otros partidos… O lo contrario: si ganan, han podido abultar el marcador; si empatan, ¡no hay derecho! Y si pierden, “ya lo habíamos advertido”. ¿En dónde está el rigor informativo, la crítica exigente? Y, ahora bien, ¿cómo olvidar aquella paliza nuestra a Chile con un 5 a 1? El profesor tal, el doctor X, el del “toque toque y de aquello nada”, el de “no se muevan, no se muevan”, todos, en coro, nos dijeron de inmediato que estábamos frente al mejor equipo de Suramérica. Y con “prueba” en mano, ¿quién chista? ¡Que se cuide Brasil! Después, Brasil se cuida pero de meternos un 9 a 0. Entonces nos tornamos en vergüenza. Somos la escoria. ¿Al fin qué? Pues bien, ¿cómo no van a hacer mella en el ánimo del técnico, los jugadores y los hinchas estas infladas y desinfladas recurrentes a que los someten nuestros comentaristas? El técnico y los jugadores se comen el cuento, cuando los inflan, y salen a la cancha imbuidos por una pedantería y una prepotencia suicidas. Y es cuando regresamos una vez más a la derrota, a la humillación, al “empaque y vámonos”, a la exclusión de aquella Copa o al lacrimoso adiós a un nuevo Mundial. Y vuelve y juega. No la Selección. La prensa. Los micrófonos truenan. Los eruditos se horrorizan, increpan, piden cabezas y comen del muerto. No son capaces, en un gesto urgente de autocrítica, de admitir su cuota de culpabilidad. ¿Acaso no fueron ellos quienes ‘condujeron’ a un demencial delirio a nuestros hinchas, jugadores y técnicos? Dado el frágil perfil sicológico que vienen exhibiendo, lo primero que debería hacerse con técnicos y jugadores si queremos llegar de nuevo a un Mundial será humanizarlos, moverlos a la humildad, no envanecerlos, preferiblemente ‘centrarlos’ antes que encumbrarlos o condenarlos por cualquier triunfo o derrota casual, pero sobre todo, ser inflexibles impidiéndoles a los técnicos y a la Federación, continuar con la maldita manía de la improvisación de equipos y eventos. Estas nóminas conformadas a dedo, a punta de amiguismos, la falta de planes de formación y preparación, las convocatorias de última hora, los entrenamientos de afán y con cualquiera y la falta de proyectos a largo plazo, van a terminar por dejar a nuestro país sin una selección competitiva, o como el hazmerreír del fútbol mundial. La irritante arrogancia de Maturana, Hernán Darío Gómez, Javier Álvarez y el Chiqui García –para sólo referirme a unos cuantos–, transmitida inmisericordemente a los jugadores, no puede repetirse en Jorge Luis Pinto. Maturana y Bolillo, al menos, aplicaron la continuidad, la perseverancia y el trabajo, pero los eliminó la soberbia. A Javier Álvarez y al Chiqui, a más de soberbia, los ‘mató’ la ingenuidad y el idealismo. No hay derecho a seguir formando seleccionados tal como se viene haciendo con equipos distintos para cada entrenamiento preparatorio al Mundial. En últimas, habría que preguntarse: ¿quiénes son los responsables de estas inconsistentes y “repentistas estrategias”? ¿No son la Federación Colombiana de Fútbol y, por resonancia, la prensa deportiva nacional? ¿Y no son, quizá, los periodistas, quienes ensoberbecieron a Maturana y a Gómez y quienes trastornaron a Javier Álvarez y al Chiqui García? En fin, no se puede hacer un diagnóstico correcto sobre el fútbol colombiano sin antes mirar hacia los medios de comunicación, y muy especialmente, hacia algunos de los exaltados locutores de radio y televisión. Abordamos ya, pues, y nada menos que frente a Brasil, un febril período de fútbol, de eliminatorias y, básicamente, de rezos. Ojalá la prensa, con su enorme influencia, ayude esta vez a recomponer el camino hacia una digna participación de nuestro equipo inscribiéndonos para el Mundial Suráfrica 2010. *Escritor. guribe@cable.net.co Website: http://www.geocities.com/Athens/Forum/8886

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