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¿Es Petro nuestro Trump?

Como Donald Trump, el resentimiento y el odio de clases es el eje central de su mensaje. Como Trump no pierde oportunidad para profundizar las diferencias.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
24 de marzo de 2018

En la política gringa, todo joven aspirante al poder quiere ser el próximo John F. Kennedy. El asesinado presidente simboliza lo que pudo ser y no fue. Una promesa no cumplida. Como Luis Carlos Galán para quienes maduramos en Colombia escuchando sus vibrantes discursos y sus valerosas denuncias contra los narcotraficantes.

El caso más sonado en Estados Unidos ocurrió durante el debate entre los candidatos a vicepresidente en 1988. Dan Quayle, un joven senador republicano cuya designación había causado asombro, justificó su postulación a tan alto cargo con la frase “tengo tanta experiencia en el Congreso como Jack Kennedy cuando él buscó la presidencia”. A lo cual replicó el veterano senador Lloyd Bentsen: “Conocí a Jack Kennedy. Jack Kennedy fue un amigo mío. Senador, usted no es un Jack Kennedy”.

El domingo pasado en Soacha, Gustavo Petro se autoproclamó el heredero de Galán. En la convocatoria de Colombia Humana a la manifestación reza la consigna “Galán está vivo, Petro vuelve”. Parafraseando a Bentsen, “candidato Petro, usted no es un Luis Carlos Galán”, ni la Colombia de hoy es la misma del 18 de agosto de 1989 cuando segaron la vida del líder del Nuevo Liberalismo. 

Hay que tener mucha soberbia para presentarse como heredero de un mártir acribillado por una alianza encabezada por el cartel de Medellín, especialmente cuando uno proviene del M-19. Según la Comisión de la Verdad sobre el Palacio de Justicia, Pablo Escobar financió la toma. Peor aún es alcahuetear que se ondeara la bandera del M-19 en la plaza de Soacha. Deje a Galán en paz, por favor.

Si Petro necesita para su ego compararse con alguien, quizás no haya mejor réplica que el actual inquilino de la Casa Blanca. Como Donald Trump, el resentimiento y el odio de clases es el eje central de su mensaje. Como Trump no pierde oportunidad para profundizar las diferencias.

Cuando durante la campaña de 2016 Hillary Clinton describió a los votantes de Trump como “deplorables”, el candidato republicano utilizó ese desliz para polarizar aún más. No es casualidad que Petro fuera a Soacha, días después que el alcalde Enrique Peñalosa equiparara a ese municipio con un hueso (quizás sea cierto lo que algunos comentan: que Peñalosa parece obrar de jefe de campaña de su antecesor).

Durante las manifestaciones de Trump, era común oír los gritos “Lock her up” (se referían al deseo de que encarcelaran a su rival Hillary Clinton). En Soacha, vitoreaban “Uribe paraco”. Y Petro callado. Como Trump que se inventó el apodo “Crooked Hillary”, el candidato de la Colombia Humana se refiere a Iván Duque de “títere” y manejado “por la mafia” y a Uribe el “titiritero mayor”.

Para Trump y Petro las élites (oligarcas) son las responsables del atraso. En la convención de su partido, Trump denunció que los “problemas que enfrentamos ahora seguirán mientras continuamos dependiendo de los mismos políticos que las crearon”. Agregó: “Solo yo puedo arreglarlo”. Ante miles de seguidores en Soacha, Petro dijo que el suyo sería “el primer gobierno que en cinco siglos de historia representa los intereses populares”. Trescientos años más que la existencia de la república. Impresionante.

Según Petro, “en Colombia ser joven hoy es el mayor riesgo de morir”. Trump juró frenar la “carnicería americana” de pandillas y narcotraficantes. Sus visiones apocalípticas contrastan con cifras de récords históricos de reducción de homicidios en ambos países. Como decía el senador Daniel Patrick Moynihan, “tienes derecho a tu opinión. Mas no tienes derecho a tus propios hechos”.

Trump promete volver a América grande otra vez, con la reapertura de fábricas de los años cincuenta y sesenta y profesa que, sin acero, “no tendremos un país”. Petro cita a Alfonso López Pumarejo y Jorge Eliécer Gaitán para justificar sus políticas de tierras y latifundios (un término que fue relegado al cuarto de san Alejo el siglo pasado). Es iluso pensar que, a la Colombia de hoy, urbana en más del 70 por ciento, se le pueden aplicar las mismas políticas de las décadas de 1930 y 1940, cuando la población era mayoritariamente rural.

Durante sus primeros 14 meses en la Casa Blanca, Trump ha cambiado dos miembros del gabinete, cinco directores de comunicaciones, al jefe de gabinete, dos asesores de seguridad nacional y al principal consejero económico. Es un remezón sin precedentes en el Estados Unidos moderno. Pero similar al de Petro en su alcaldía. Aliados clave como Antonio Navarro y Daniel García Peña duraron pocos meses. Este último dijo: “Un déspota de izquierda, por ser de izquierda, no deja de ser déspota”. Y un populista es populista. 

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