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Espacios innovadores en el proceso de aprendizaje

Las universidades en Colombia han emprendido un proceso de fortalecimiento de su infraestructura durante los últimos años, como parte de su estrategia para convertirse en Instituciones de Educación Superior (IES) de talla mundial.

Alejandro Cheyne, Alejandro Cheyne
2 de agosto de 2019

Su esfuerzo se realiza en un entorno marcado por la incertidumbre económica y una nueva tendencia poblacional que refleja la disminución de la demanda real por parte de los jóvenes en los próximos años, junto con una mayor competencia internacional por atraer al mejor talento de estudiantes, profesores y equipo administrativo. 

La experiencia en diferentes universidades del mundo demuestra que el crecimiento de la infraestructura  mejora la experiencia de aprendizaje de los jóvenes, siempre y cuando se consideren las siguientes reflexiones:

  • Los jóvenes universitarios, millennials y centennials, son muy cercanos a la tecnología y por tanto a los beneficios de la revolución 4.0. Además, piensan ‘fuera de la caja’ con la disposición de romper el statu quo del proceso enseñanza-aprendizaje tradicional, buscan espacios de trabajo flexibles, disruptivos y colaborativos en donde puedan construir vínculos fuertes con sus pares, para trabajar en red y lograr mejores resultados basados en la innovación y co-creación. Por tanto, el plan de infraestructura de las universidades debe considerar a los estudiantes como protagonistas y aprender de ellos.

Las IES se han visto obligadas a reconstruir sus espacios actuales y diseñar nueva infraestructura con una óptica diferente. Un buen ejemplo es la biblioteca tradicional, que ha dejado de ser un ‘lugar para los libros’ y se ha convertido en un espacio de convergencia de la tecnología con el trabajo en equipo, tanto de los actores de la universidad como de la comunidad en donde se encuentra. Adicionalmente, la infraestructura debe siempre privilegiar el concepto Nova et Vetera, es decir, asumir los retos de la innovación, pero al mismo tiempo conservar la tradición y valores de cada universidad. Estos, se convierten en el verdadero patrimonio de la institución para ser compartido con la comunidad universitaria y la sociedad en general, como parte de la historia y arquitectura de la ciudad.

  • La infraestructura no puede convertir a la universidad en una isla autárquica separada de la ciudad o de la región en donde se encuentra. Algunas IES levantaron ‘muros’ para supuestamente garantizar la seguridad, llegando al extremo de controlar el acceso de actores externos, en total contravía al principio de integración con la comunidad. Por el contrario, es la oportunidad perfecta para permitir que la ciudad entre a las universidades y que estas, a su vez, sean partícipe de las dinámicas urbanas y de la solución de los problemas que nos aquejan, convirtiéndose en un proyecto-ciudad inclusivo y gestor de proyectos de renovación urbana.

Así mismo, la infraestructura debe dar respuesta a la propuesta pedagógica de la institución. Lo anterior, debido a que contribuye en el proceso de formación de proyectos de vida de los universitarios y, por supuesto, en el desarrollo de sus competencias para maximizar los talentos de los jóvenes. Lo contrario, podría suceder cuando la construcción de espacios se considere prioridad, incluso como estrategia de mercadeo, apropiándose de la agenda institucional y dejando en un segundo plano el proceso de enseñanza-aprendizaje, propio de la misión y visión de la universidad.

  • Las inversiones para infraestructura son cuantiosas. Se puede estimar que algunas de las instituciones acreditadas en Colombia desarrollan proyectos anualmente con áreas aproximadas de 10 mil metros cuadrados e inversiones de 85 mil millones cada una, dependiendo del equipamiento y la complejidad de los espacios. El camino fácil podría ser sacrificar presupuesto en docencia, investigación y extensión. Pero, para que esto no suceda, todo proyecto de construcción de espacios debe generar primero un consenso en el plan integral de desarrollo de la universidad y en la ejecución de los planes maestros de infraestructura que implican la participación de todos los actores. De esta manera, se evita la tentación de pedir más resultados en las funciones sustantivas de la universidad con menos recursos.
  • Por fortuna, hoy en día las universidades son conscientes de la necesidad de invertir recursos en planeación, diseño y construcción de nuevos espacios. Una recomendación prudente, dependiendo de la brecha existente entre la infraestructura y sus necesidades, es que el valor a invertir no supere el beneficio antes de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones (EBITDA). Sin embargo, la relación definitiva solo podrá ser determinada con base en el análisis de fuentes de ingresos y su vulnerabilidad frente a las matrículas.

La mayor debilidad se encuentra frecuentemente en la gestión de sus espacios, razón por la cual se debe olvidar la visión tradicional de activos fijos, para transformarse en gestión de espacios vivos con la planeación necesaria para acompasar la diferencia en los plazos de la demanda y oferta de su infraestructura. En este sentido, se podrán satisfacer las necesidades de la comunidad universitaria con resultados inmediatos de corto plazo de nuevos espacios mientras que el diseño, financiación y construcción son de largo plazo. 

Finalmente, y teniendo en cuenta las reflexiones anteriores, es importante explorar nuevos modelos de cooperación entre las universidades colombianas, en donde las inversiones compartidas en infraestructura alrededor de un proyecto común puedan generar mayor impacto en los estudiantes y, posteriormente, en el país.

*Rector de la Universidad del Rosario

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