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Juegos semánticos

A mí también, coincidiendo por una vez en la vida con el expresidente Pastrana, me da vergüenza. Y no solo por el caso de Mancuso, sino por todo lo demás.

Antonio Caballero, Antonio Caballero
29 de agosto de 2020

Llevamos casi medio siglo de masacres cometidas en los campos de Colombia (y también, a veces, en las ciudades). Y vemos que se han recrudecido en los últimos meses. Pero el Gobierno del presidente Iván Duque se niega a reconocerlo. Y para empezar matiza diciendo que las más recientes, casi de a una por día, no son “masacres”, sino “homicidios colectivos”, que es una expresión que suena mucho mejor. “Masacres –explica doctoralmente el ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo– es un término periodístico y coloquial” utilizado por quienes quieren “hacer politiquería con la muerte” para desprestigiar al Gobierno. Lo de ahora son solo casos fortuitos en los que varias personas fallecen al mismo tiempo.

Ojalá el problema fuera tan sencillo como para resolverse con un simple malabarismo semántico.

Pero el ministro va más lejos. Anuncia la creación de “una Unidad Especial de Identificación, Ubicación y Judicialización de perpetradores de homicidios colectivos”. De la cual me atrevo a vaticinar que se llamará UEIUJ, pues una de las cosas que más le gustan a este Gobierno, después de la invención de eufemismos como ese de los “homicidios colectivos”, es la multiplicación de las siglas para resolver los problemas, bajo un presidente que toma por programas de gobierno las rimas sin significado: “trizas y risas”, “agresiones y soluciones”, bobadas así. Y concluye Trujillo con un descarado non sequitur: que los dichos homicidios colectivos demuestran que es necesaria la aspersión aérea con glifosato en las regiones afectadas por las matanzas, porque es “la solución más rápida, económica y efectiva” para combatir los cultivos ilícitos.

Lo cual, demostradamente, es falso. Es la más lenta, costosa e ineficaz de las que se han intentado. Y, sobre todo, lo uno no tiene nada que ver con lo otro, así como el Ministerio de Defensa no debiera tener nada que ver con la agricultura.

Ah, no, sí existe una relación: los Estados Unidos. Por eso entre tanto el Congreso, como llevado de cabestro, pasó una improvisada y tal vez ilegal autorización para que las tropas norteamericanas desembarcadas hace meses en Colombia puedan adelantar sus operaciones de asesoría armada contra el narcotráfico, ya que no están “en tránsito”, como lo advierte la Constitución. Sino para quedarse.

Pero el mismo Gobierno dice que no se trata de manipulaciones semánticas.

El problema central de este Gobierno es la ineptitud, de Duque para abajo. Quien la acaba de demostrar más clamorosamente ha sido la exministra de Justicia Margarita Cabello, con su triple o cuádruple, y tal vez deliberado fracaso en la presentación de una solicitud de extradición a un antiguo paramilitar, Salvatore Mancuso, para la que en su ministerio están apenas ahora empezando a traducir al inglés los documentos que la avalan y que deberían llevar muchos meses preparando, desde que supieron que en los Estados Unidos Mancuso iba a salir de la cárcel. Y les faltan dos mil y pico de folios. Cómo será de evidente la incompetencia que hasta al expresidente Andrés Pastrana le dio vergüenza ajena. Y, sin embargo, el Congreso, llevado de cabestro por el Gobierno, eligió a Cabello procuradora general de la Nación. Si eso no es mermelada… Pero no: se llama gobernabilidad.

A mí también, coincidiendo por una vez en la vida con el expresidente Pastrana, me da vergüenza. Y no solo por el caso de Mancuso, sino por todo lo demás: el tratamiento de la pandemia del coronavirus, que nos ha llevado a tener los encierros más largos del mundo, pero también la mayor cantidad de muertos por cada 100.000 habitantes; la política internacional: frente a Venezuela, frente a Cuba, frente a los Estados Unidos; y sobre todo, para volver al principio de esta nota, lo referido a las masacres, vergonzosamente llamadas homicidios colectivos. Están matando a la gente. Y al Gobierno no le importa.

De pasada: el comandante del Ejército nombrado por el presidente Duque, el general Eduardo Zapateiro, que tanto se conmovió con la muerte natural del jefe de sicarios de Pablo Escobar hace unos meses, no ha manifestado ningún pesar por los asesinados en las masacres de los últimos días.

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