
Opinión
Las elecciones del algoritmo
La politiquería se ha mudado al algoritmo. La plaza pública hoy es TikTok, YouTube, Instagram, X. Las maquinarias están en los motores de recomendación.
Colombia está a un ciclo de vivir la elección presidencial más transformada por tecnología de su historia. Y la gran mayoría de la clase política no lo ha entendido. Ni los partidos ni los consultores que siguen produciendo política como si estuviéramos en el año 2000. Las próximas elecciones en Colombia no las va a ganar quien tenga más dinero, ni quien tenga más vallas, ni quien tenga más amigos en los medios tradicionales. Las próximas elecciones las va a ganar quien domine el algoritmo.
Porque el algoritmo es hoy el medio dominante. Así de claro.
Unos datos. Nuestro país tiene una penetración de internet cercana al 77 por ciento. Hay más líneas móviles que personas. Casi 37 millones de colombianos usan redes sociales. Y el colombiano promedio pasa más de tres horas al día consumiendo contenido digital. Ese es el canal principal, ese es el prime time real del país. Ese es el espacio donde se está disputando la conversación.
Olvídese de esa idea vieja de “el editorial del periódico define la agenda”, “la radio en la mañana marca el tono”, “el noticiero de la noche consolida”. No. Eso ya no existe así. El medio dominante ya no es ni la radio ni la televisión. Es el “intermedio infinito” del scroll.
Ahora, el algoritmo, como medio, tiene reglas.
La radio tenía las suyas: ritmo, repetición, voz.
La televisión trajo estética visual, narrativa emocional, producción.
El cable trajo la fragmentación y el nicho.
Facebook llevó a Obama a la Casa Blanca en 2008.
Hoy el algoritmo funciona distinto: premia los extremos, la autenticidad y la claridad, y penaliza la tibieza. Amplifica lo que genera reacción emocional inmediata y favorece a quien dice algo simple, directo y entendible en segundos.
Y aquí viene una distinción clave que pocos entienden: el algoritmo también desnuda. Esto no es hacer unos videos bailando ni poner tonterías para volverse viral. Es la creación de un verdadero producto político digital, con forma y fondo. Y eso no se compra como una pauta o un publirreportaje: se construye. Un consultor puede ayudar, pero hay políticos que lo tienen… y otros que jamás lo tendrán. Porque el algoritmo detecta quién es genuino y quién está fingiendo serlo.
Esto no es una sospecha: ya hay evidencia reciente.
Zohran Mamdani acaba de ganar la alcaldía de Nueva York contra los poderosos, contra los millonarios, contra Trump y contra el establishment del Partido Demócrata. ¿Cómo? Con narrativa directa, claridad conceptual y posturas que el algoritmo amplifica.
Milei ganó en Argentina con un discurso antisistema que TikTok volvió meme, que millones distribuyeron orgánicamente. Trump, en 2016, no ganó por el aparato republicano; ganó a pesar de ese aparato, porque entendió el algoritmo antes que nadie.
Y ojo con algo que todavía no ha entendido el mundo tradicional de la política colombiana: quienes siguen creyendo que esto lo deciden las maquinarias políticas, los caciques regionales, los jefes de partido o los que dicen que “las próximas elecciones las ganarán las coaliciones”, están profundamente equivocados.
Ese argumento viene, sobre todo, del supuesto “centro” –que en realidad hoy es aliado del Gobierno– y que insiste en que lo decisivo serán las sumas, las componendas y los acuerdos burocráticos. Esa visión está muerta. La politiquería se ha mudado al algoritmo. La plaza pública hoy es TikTok, YouTube, Instagram, X. Las maquinarias ya no están en los directorios políticos: están en los motores de recomendación.
Ganará el que sea más auténtico, más directo, más fácil de entender y más radical (radical no es violento; radical es nítido). Negar esta realidad no es ser conservador o progresista. Es simplemente no entender la tecnología y la evidencia disponible.
Ahora, también hay riesgos reales. Cuando manda el algoritmo, no manda la razón, ni los detallados planes de gobierno. El algoritmo privilegia la emoción sobre la racionalidad. Es un escenario donde muchas veces mandan los extremos, donde “lo loco” logra más alcance que “lo cuerdo”. Es peligroso, sí. Es incómodo, sí. Pero es el nombre del juego. Y, como dicen, para gobernar primero hay que ganar.
Colombia no será la excepción. La pregunta no es si esto aplica acá. La pregunta es quién será el primer candidato presidencial en Colombia que logre hablarle bien al algoritmo.
Quien lo haga primero y mejor, será el próximo presidente de Colombia.
