JORGE HUMBERTO BOTERO

Opinión

Los bárbaros avanzan

La amenaza versa no solo sobre las instituciones, también sobre un modo de entender la vida colectiva.

Jorge Humberto Botero
9 de julio de 2024

Calamitoso el asedio de los bárbaros. En Estados Unidos, la India, Salvador, México, entre otros muchos países, suceden eventos que muestran un serio declive de la democracia. Son amenazas que se proyectan sobre la civilización liberal, de la que muchos países, primordialmente en Europa y en América, hacen parte. Ese reto es parecido al que plantearon nazis, fascistas y comunistas en el pasado siglo, el cual condujo a la Segunda Guerra Mundial y, finalizada esta, a la Guerra Fría. Para nosotros, si bien aquellas ideas perniciosas tuvieron algunos adherentes locales, nunca hubo un serio intento de llevarlas a cabo.

Hoy la situación es otra. El presidente ha decidido que el sombrero que fue de un dirigente guerrillero sea parte del patrimonio cultural de la nación. Una manipulación conceptual inaudita. Ningún objeto, por la sola circunstancia de haber pertenecido a una determinada persona, y por elevado que sea el reconocimiento social que ella merezca, hace parte de nuestro patrimonio cultural. Lo que importa para esos fines es el objeto mismo: las condiciones de su elaboración, que pueden obedecer a tradiciones valiosas, a las particularidades étnicas de las comunidades que los fabrican, o a otros factores. El sombrero aguadeño o el vueltiao tienen valor cultural al margen de quienes los hayan usado.

La humilde choza en la que nació el presidente Marco Fidel Suárez, cerca de Medellín, se conserva no por su valor arquitectónico, sino para recordar a un ciudadano ilustre. Los británicos honran la memoria de Churchill sin inclinarse reverentes ante su bastón y otros elementos de su vestuario.

El truco del sombrero y otras acciones de Petro (la exhibición de la espada del Libertador el día de su posesión, el ondear en público la bandera del M-19, el montaje sesgado de una exhibición en el Museo Nacional) buscan polarizar y dividir a Colombia. No se percata quien nos gobierna de que una chispa puede ser suficiente para provocar un gran incendio. Y que su imprudencia genera riesgos contra antiguos militantes de ese movimiento que han rehecho sus vidas como ciudadanos de bien.

Para cerrar este asunto absurdo y dañino expreso mi respeto por Carlos Pizarro Leongómez, el líder del M-19, quien, a pesar de sus antecedentes guerrilleros, fue un denodado luchador por la paz. En ese empeño murió vilmente asesinado. Duele la manipulación de su memoria.

La intención de Petro es avanzar en la reconstrucción a su antojo de la historia nacional, para demostrar que cuanto los colombianos hemos hecho desde los albores de la República hasta el momento de su elección, carece de valor y debe ser demolido. Esta reconfiguración del pasado se inició el día en que fue elegido. Entonces afirmó que su elección significa que, por vez primera, el pueblo llega al poder, lo que equivale a decir que sus antecesores son ilegítimos.

Desprestigiar la visión del pasado, sustituir sus valores fundamentales, llamar a calificar servicios a los próceres definidos por un consenso nacional implícito, es el primer paso.

El segundo, consolidar la apropiación de la educación por los enemigos de la democracia liberal. El hundimiento de la propuesta de reforma a la educación apenas nos da un respiro. Ya se anunció que se presentará de nuevo. Desde su perspectiva, el petrismo tiene razón. Apropiarse de las mentes de niños y jóvenes es el camino adecuado para perpetuar en el tiempo las visiones totalitarias de la sociedad, y lograr que sea factible gobernarla bajo una rígida disciplina impuesta desde el poder político.

Aunque gobierno y oposición habían llegado a un acuerdo sobre la necesidad de que los maestros fueran evaluados, y que esa evaluación tuviera incidencias laborales, Fecode, usando medios ilegales, con éxito se opuso. Su argumento consiste en que los resultados de la educación dependen de factores que los educadores no controlan, tales como la pobreza en ciertos estratos y la existencia de hogares disfuncionales. Esta tesis es correcta, en principio, pero conduce a consecuencias tan absurdas como que tampoco se pueda evaluar a los conductores, porque los accidentes de tránsito pueden igualmente obedecer a mala calidad de las vías, falta de señalización o vehículos defectuosos.

El punto es crucial porque la diferencia promedio en calidad entre colegios públicos y privados es enorme. Tales diferencias son fuente perdurable de inequidad para el resto de la vida. La brecha existente obedece, en parte, a que estos últimos, y no aquellos, son sometidos a exámenes periódicos rigurosos.

Otros fenómenos inciden en los malos resultados de los colegios oficiales. (i) La jornada completa de ocho horas solo se ofrece al 30 % de los estudiantes; en los privados esta restricción no se da. (ii) Los maestros son muy activos en marchas, mítines políticos y huelgas, de ordinario ilegales y muchas veces prolongados, todo lo cual implica que las horas de docencia efectiva disminuyan en comparación con las que reciben los estudiantes de planteles privados. (iii) La ausencia de una autoridad efectiva en cabeza de los rectores frente a sus plantillas docentes. Por el contrario, en la educación privada, rectores y juntas de padres ejercen poderes disciplinarios reales y oportunos.

La gran batalla por la educación que viene también versará sobre los conatos de marchitamiento de la educación superior privada, la mediocridad de muchas universidades estatales, la educación virtual, la deserción estudiantil, el papel de la educación para el trabajo y la autonomía universitaria. Espléndido sería que los parlamentarios de oposición, y otros dirigentes políticos adversos al gobierno, que aspiran a jugar en 2026, hagan causa común y presenten pronto una iniciativa que obligue al gobierno a jugar a la defensiva.

Yo votaré por alguien que haya estado activo en los debates cruciales que vienen. No son estos tiempos adecuados para el cálculo estratégico, la reticencia y el oportunismo. Nos estamos jugando el futuro del país. Como huérfano del Liberalismo, milito en el centro político. Yo espero que nuestros líderes, cuando aparezcan, sean menos exquisitos en la disposición a realizar alianzas, y que sean capaces de superar esa arrogancia intelectual que bien nos define. Sería calamitoso que, de nuevo, perdamos las elecciones, lo cual, para algunos, tal vez no importe mucho. Nos consolaríamos pensando que, como otras veces, nuestra propuesta era la mejor.

Briznas poéticas. Camus nos dejó este maravilloso consuelo: En lo más hondo del invierno, finalmente he aprendido que, dentro de mí, mora un verano invencible”.

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