Amigos o enemigos del narcotráfico

“El narcotráfico es la principal amenaza contra la paz”,  dijo el expresidente Santos en abril de 2018 ante la Asamblea General de la ONU. Algo similar había dicho Humberto De la Calle exnegociador del Gobierno con las Farc. También lo dijo Néstor Humberto Martínez, exfiscal general de la Nación. Se dejó expresamente consignado en el Acuerdo Final, “para construir la paz es necesario encontrar una solución definitiva al problema de las drogas ilícitas”. Lo sabíamos todos, los recursos malditos del narcotráfico alimentan una insurgencia que de otra forma no habría sobrevivido, y que mutó a organización criminal en ese campo.

¿Cómo se pasó de 80.500 hectáreas de cultivos de coca en 2013 a 206.000 en agosto de 2018, un incremento del 156%?, ¿Cómo se incrementó la producción de cocaína de 235 toneladas en 2013 a 900 en agosto de 2018? ¿Por qué Colombia incrementó su participación mundial de cultivos de coca del 40% en 2013 al 70% en 2017? Por la suspensión de la aspersión aérea, el pago de un billón de pesos a campesinos y por el compromiso incumplido por las Farc. 

El 9 de mayo de 2015, el entonces presidente Santos ordenó al Consejo Nacional de Estupefacientes suspender la aspersión aérea contra los cultivos ilícitos. Además, adoptó anticipadamente el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito, cuyo costo aproximado fue de un billón de pesos, que se constituyó en un incentivo perverso que se tradujo en el fatal incremento de los cultivos de coca en Colombia. Ante este hecho notorio, el propio presidente Santos, el 13 de mayo de 2018, en Madrid España, reconoció su responsabilidad, la existencia de este incentivo perverso y el aumento del cultivo de coca. En el mismo sentido se había manifestado la Canciller, en mayo de 2017, ante la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas.

De otro lado, las Farc incumplieron el compromiso de aportar la ubicación de los laboratorios, cristalizaderos, origen de los precursores químicos, rutas del narcotráfico y mercaderes de las drogas ilícitas, en virtud del compromiso de comparecer a la Jurisdicción Especial de Paz y aportar la información de manera exhaustiva y detallada sobre tales conductas, que permita atribuir responsabilidades y reparar a las víctimas.

Ahora que visita el país la Misión de Verificación del Consejo de Seguridad de la ONU, conviene que analice con detenimiento las obligaciones de las Farc en un punto de tan esencial importancia, como lo es la lucha contra la droga, en la que con tanto énfasis se dijo que se debía encontrar una solución definitiva.

La fuga de de Seusis Pausivas Hernández, alias Jesús Santrich, jefe de las FARC, y la captura Marlon Marín, sobrino del otro jefe prófugo Iván Márquez, no ayudan, por el contrario, indican que las Farc o al menos algunos miembros de ese grupo, continúan con sus actividades ilícitas de narcotráfico.

Por último, los amigos del proceso de paz, que suscribieron una carta al Secretario General de la OEA, donde señalaron los supuestos incumplimientos del actual Gobierno en la implementación del acuerdo con las Farc, convenientemente omitieron mencionar el mayúsculo incumplimiento del grupo guerrillero en el punto crucial de solucionar el tráfico ilícito de drogas. No hay peor ciego que aquel que no quiere ver.

Tal vez esta sea la oportunidad para parodiar la estrategia simplista del anterior gobierno de amigos y enemigos de la paz, para preguntar a los defensores de la paz y a quienes califican el proceso de implementación ¿Son amigos o enemigos del narcotráfico?