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Es tiempo de renuncias por Odebrecht

En Colombia, los grandes partidos determinan las reglas electorales e inclusive nombran a los magistrados del Consejo Nacional Electoral según su representación en el Congreso.

Daniel Raisbeck, Daniel Raisbeck
24 de marzo de 2017

Quizá la peor excusa no oficial para que Juan Manuel Santos siga en la Presidencia tras confirmarse que ganó su primera elección –y posiblemente su segunda­– con dinero de Odebrecht es que en Colombia los presidentes no renuncian.

Esta falacia ad antiquitatem (o de apelar a la tradición) justifica un hecho o comportamiento desdeñable –y lo perpetúa– por el simple hecho de que siempre ha existido, porque “así se han hecho las cosas”.   

Sin embargo, la excusa oficial del presidente de que no sabía acerca de las ilegales e indocumentadas donaciones de Odebrecht a su campaña es igualmente absurda. En primer lugar, una donación de 400.000 dólares en el 2010 equivalía aproximadamente al 9 % del tope permitido para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Así tal suma no haya sido reportada a las autoridades electorales, la cabeza máxima de una campaña –es decir, el candidato– necesariamente se entera de un ingreso tan sustancial a la organización que lidera. Y lo mínimo que le pediría un gerente capaz sería que llamara al donante para agradecerle.

Por otro lado, hay una inconsistencia monumental a la hora de admitir que hubo ingresos ilegales a una campaña y al tiempo sugerir que es completamente legítimo permanecer en el poder tras haber ganado con trampa. Como escribió Antanas Mockus en el 2008 cuando (correctamente, en mi opinión) le pidió la renuncia a Álvaro Uribe por el tráfico de dádivas por votos conocido como la Yidispolítica:

“Se necesita tener la cara dura de Samper y parte de su equipo para reconocer que los dineros del cartel de Cali entraron a su campaña a sus espaldas, sin reconocer que sin esos dineros él no habría sido elegido, y, por tanto, renunciar”.

Ahora Mockus, olvidando su viejo lema kantiano del “no todo vale”, argumenta que él no le va a pedir la renuncia a Santos pese al fraude del 2010 porque su acuerdo con las FARC está en juego. Los periodistas que han celebrado el espíritu del perdón del exalcalde de Bogotá –aquel que no demostró frente a Uribe en el 2008– han pasado por alto la pregunta más relevante en este caso: Si Mockus hubiera ganado la Presidencia y se hubiera enterado al ejercer su cargo que Odebrecht había donado 400.000 dólares a su campaña, ¿renunciaría?

Yo esperaría que respondiera algo similar a lo que decía en el 2008: “No ocultemos el sol tapándolo con las manos: lo que sabemos todos da para un juicio político claro y sin demoras. Es tiempo de renuncias. Después, la historia, con su sabiduría, y la justicia darán su dictamen definitivo".

En el caso de “Nobelbrecht”, el juicio político debe ser amplio. Como ha explicado el magistrado Armando Novoa, del Consejo Nacional Electoral, "hay una responsabilidad directa y en el mismo nivel de los partidos políticos que otorgaron los avales… La violación de las reglas de financiación genera  una responsabilidad de la agrupación política y no sólo de un gerente y un candidato”.

Los partidos políticos que avalaron a los candidatos financiados por Odebrecht –entre ellos estaría el Centro Democrático, según las acusaciones contra Óscar Iván Zuluaga– no sólo cometieron fraude, también se lucraron del fraude al recibir los fondos del erario correspondientes a su votación según la absurda norma de la reposición de votos.

En un país con justicia, estos partidos, por poderosos que sean, perderían su derecho a nominar candidatos en las siguientes elecciones y posiblemente más allá. En Colombia, los grandes partidos determinan las reglas electorales e inclusive nombran a los magistrados del Consejo Nacional Electoral según su representación en el Congreso.

Para parafrasear al poeta Juvenal, los guardianes de las normas electorales carecen de guardianes.

Daniel Raisbeck