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Petro: ¿ni un trino contra Putin, Maduro y Hamás?

Hoy existen pocos conflictos bélicos que se puedan juzgar en blanco y negro, sin matices. Es decir, que tomar el partido adecuado suponga ponerse en el lado correcto de la Historia.

Salud Hernández-Mora
4 de noviembre de 2023

Bolivia compra drones militares a la dictadura iraní, aliada de Putin, que mata mujeres por no llevar velo. Y rompe con la democrática Israel.

Petro también prefiere a Rusia y no repudia su invasión criminal a Ucrania, arrasada por los inclementes bombardeos del Ejército del exespía soviético. Mucho menos deplora el terrorismo de Hamás, que asesinó a más de mil inocentes de una forma pavorosa. Solo tiene ojos para señalar los indiscriminados ataques israelitas que masacran familias palestinas.

Hoy en día existen pocos conflictos bélicos y gobiernos que se puedan juzgar en blanco y negro, sin matices. Es decir, que tomar el partido adecuado suponga ponerse en el lado correcto de la Historia.

La guerra de Rusia contra Ucrania es la única donde no hay lugar para la duda. Putin es un criminal que sigue soñando con revivir el poder imperial de la fracasada Unión Soviética. De ahí su empeño en apoderarse de Ucrania a bombazos y, de paso, asfixiar a la Unión Europea y poner a prueba su inquebrantable apego a la defensa de las libertades.

El exespía con aires de Stalin hace gala, además, de una crueldad extrema. Lo reflejan los asesinatos de oligarcas caídos en desgracia. En lugar de ordenar segarles la vida a tiros, disfraza sus muertes de crímenes pasionales o de papás enloquecidos que acaban con los suyos antes de quitarse la vida. Resulta más efectivo para diseminar terror entre los círculos de poder.

Y si elimina con semejantes prácticas mafiosas a rusos de su entorno, no sorprende que lleve dos años arrasando pueblos y ciudades de Ucrania, sin atisbo de compasión. No muestra intención alguna de declinar su obsesión en devastar las vidas de 37 millones de ucranianos.

¿Alguien leyó trinos encolerizados de Petro? ¿Alguna vez acribilló a escritos las redes sociales para criticar los bombardeos de Mariúpol, convertida en montañas de escombros? ¿Llamó a su embajador en Moscú tras las matanzas de Bucha? ¿Envió un avión de ayuda humanitaria a Kiev?

De pronto se me pasó y trinó ciento cincuenta veces en dos días contra Putin. O siente agradecimiento y nostalgia por el apoyo que los soviéticos prestaron a los grupos terroristas de América Latina y prefiere unirse al coro que aboga, con insultante hipocresía, por una paz que solo depende del zar.

En el mismo grupo de repudiables sin matices, aunque sin guerra declarada, entran Cuba, Venezuela y Nicaragua. No requiere explicación alguna proclamar que se trata de tres abyectas tiranías. Y que resulta legítimo luchar para derrocarlas.

Pero Petro solo critica, en raras ocasiones y sin alzar mucho la voz, a la satrapía nicaragüense. A Maduro lo estima como aliado y amigo, igual que al lacayo castrista. Si nuestro presidente fuese un demócrata convencido, habría felicitado a María Corina Machado en lugar de volver a pedir a Washington que retire las sanciones al clan mafioso de Miraflores.

A diferencia de lo expuesto y aunque Petro lo reduzca a un arsenal de invectivas rabiosas en Twitter, la guerra en Palestina está plagada de grises y matices. Lo evidente, a ojos vistas, es que Israel sufrió una matanza abominable y que respondió con idéntica dureza. Degollar bebés, torturar y acribillar a balazos a jóvenes y familias indefensas no se puede justificar alegando, como hace la extrema izquierda, que los palestinos viven enjaulados en su propio territorio.

La Humanidad no debería aceptar jamás la barbarie contra civiles y, menos aún, contra niños para conseguir fines.

Pero lo mismo aplica para Israel. Por mucho que Hamás sea una organización terrorista idéntica a Isis, que emplee las ayudas humanitarias europeas en armarse y atacar a su vecino, y que no tenga objetivo distinto a aniquilar a los judíos, no pueden las Fuerzas Armadas israelitas derruir edificios residenciales, hospitales, ambulancias y campos de refugiados.

Existe la Convención de Ginebra para poner límites a las guerras y una democracia no es equiparable a una banda de opresores asesinos que celebran y graban los martirios a sus víctimas.

Estados Unidos y Europa necesitan a Israel porque no existe una sola democracia en el universo árabe y la Casa Blanca ya no pesa en Oriente Medio como antes. Pero son conscientes de que están perdiendo la opinión pública en sus propias naciones si Israel no da un giro a su estrategia militar, algo improbable de momento.  

Si resulta casi imposible analizar en una columna una realidad que hunde sus raíces en la Antigüedad, menos comprensible resulta la ristra de trinos injuriosos, improvisados y provocativos de la máxima autoridad de Colombia. Desnudan la esencia de un jefe de Estado sin visión ni altura.