
Opinión
Por fin
Un país crece cuando se sienta a la mesa con quien lo impulsa a prosperar, no con quien lo condena a fracasar.
Por fin Estados Unidos se la juega por América Latina. Después de décadas de procrastinar, negar su responsabilidad y subestimar su conveniencia estratégica con la región, la administración Trump ha decidido tomar cartas en el asunto. Esta vez, no con discursos diplomáticos ni comunicados de buenas intenciones, sino con hechos concretos. Me explico. El salvataje financiero a la Argentina de Javier Mileino es solo un préstamo: es una señal. Una demostración de que Washington vuelve a mirar al sur del continente como un socio, no como un problema. La decisión de respaldar a Milei –un presidente que, con todas sus excentricidades, defiende el libre mercado y combate el populismo– confirma que América Latina vuelve al radar del poder real. Trump entiende la región desde la transacción: si eres amigo, eres socio; si eres enemigo, te aplican las consecuencias. Por eso, mientras premia a quienes, según su óptica, están del lado correcto de la historia, inicia una cruzada contra la corrupción y la narcopolítica. Las medidas contra funcionarios del Gobierno de Sheinbaum en México –a quienes se les retiraron visas por vínculos con corrupción y lavado de dinero– marcan un punto de inflexión. A la par, las acciones en el Caribe contra el narcotráfico no solo buscan desmantelar carteles: son el preludio del fin del régimen de Nicolás Maduro. Se acabaron los días en que la izquierda radical se enquistaba en el poder, hacía alianzas con el narco y validaba a guerrilleros y terroristas. También se acabaron los tiempos en que China extendía su influencia política disfrazada de “inversión en infraestructura”, y en que grupos como Hamás o Hezbolá encontraban simpatía en algunos Gobiernos del continente. Por fin se acabaron. Y ojalá, con esta nueva era, también terminen los días del silencio cómplice frente a Cuba. Porque el régimen de la isla –empujado y financiado por Rusia y Venezuela– sigue siendo una fábrica de represión, miseria y propaganda. No sería raro que, después de Caracas, la siguiente parada de los marines fuera La Habana. Este giro estadounidense hay que mirarlo con toda la atención del caso. No para repetir viejos errores de dependencia, sino para aprovechar la oportunidad. Trump y su equipo entienden la política como un negocio: inversión a cambio de lealtad, resultados a cambio de compromiso. Si el próximo Gobierno colombiano comprende esa dinámica, podrían venir días extraordinarios para el país. Una gran oportunidad. Colombia necesita inversión, trabajo y seguridad. Y puede conseguirlos si se alinea con esta nueva doctrina práctica: negociar con los buenos y dejar de negociar con los malos. Crear incentivos para que Washington impulse inversiones, multiplique su presencia militar y contranarcóticos, y financie programas de educación técnica que formen a los colombianos en tecnología, salud y servicios de cuidado. No más acuerdos con narcos y guerrilleros; más acuerdos con quienes generan empleo y riqueza legal. Por fin Estados Unidos se fija en América Latina. Por fin el hemisferio norte entiende que el sur no es un problema, sino una solución. Y si somos inteligentes, esta vez podremos sentarnos a la mesa con un Trump dispuesto a conversar. Pero conversar –como él mismo diría– de negocios serios, con socios confiables. Estados Unidos volvió a mirar hacia América Latina. Es hora de aprovechar la oportunidad. Y eso empieza por entender que un país crece cuando se sienta a la mesa con quien lo impulsa a prosperar, no con quien lo condena a fracasar.