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Realismo mágico

Los mismos colombianos que alardeamos de Cartagena en el exterior le damos la espalda sistemáticamente cuando más nos ha necesitado.

José Manuel Acevedo M., José Manuel Acevedo M.
27 de abril de 2013

La hipocresía está en nuestro ADN. Basta repasar las últimas páginas de este libro lleno de ‘realismo mágico’ que es Colombia. Al tiempo que unos marchan por la paz en favor de las víctimas, se asesinan líderes de restitución de tierras sin que ninguno de los marchantes se duela. Al tiempo que nuestros políticos hablan de igualdad, se hunde en el Congreso el matrimonio igualitario. Al tiempo que todos los colombianos nos referimos al tesoro que es Cartagena, omitimos contarle al mundo que los corruptos se robaron hace rato esa ‘riqueza’. 


Así somos: hipócritas por naturaleza. En medio de tanta apariencia les vendemos a los extranjeros un realismo mágico que esconde mucho más que belleza y deliciosa ficción.

Hoy me detengo en Cartagena, que se convierte en emblema de la desidia y la falsedad nacional. Más de un año duró el drama de un distrito especial, orgullo patrio, que tenía alcalde sin tenerlo. Campo Elías Terán –hablo del cuerpo, no del alma, como dirían las abuelas– estuvo apegado al poder hasta el último día de su vida. Su renuncia pocas semanas antes de su muerte fue un fallido acto de mentirosa contrición. Tal vez Campo Elías descansó en paz mientras Cartagena vive sus peores días de perturbación.

Sumida en la ingobernabilidad y a dos meses de unas nuevas elecciones, no parece que las cosas vayan a mejorar. Y no mejorarán por una simple razón: los mismos colombianos que alardeamos de Cartagena en el exterior le damos la espalda sistemáticamente cuando más nos ha necesitado. La ciudad de los matrimonios fastuosos, de las cumbres presidenciales y los reinados es también una de las más miserables, según lo indica el 32% de pobreza que le atribuye a mano alzada el DANE.

Peores alcaldes que Campo Elías los ha habido todos, y cuando no han sido malos los mandatarios locales, ha sido perverso el Concejo de esa ciudad al bloquear cualquier posibilidad de cambio, como ocurrió en tiempos de la ‘María Mulata’. 

Pero más grave que unas murallas carcomidas por el insaciable apetito corrupto de esos alcaldes y concejales es la indiferencia con que el resto del país ha asumido la tragedia de Cartagena. La heroica se quedó sin héroes y tanto dentro como fuera del corralito de piedra no aparece quién la defienda. 

Los ilustres hijos de esa tierra con representatividad nacional si acaso se quejan en tertulias cerradas o cuando un periodista les interroga. ¿Dónde están los jóvenes cartageneros? ¿En Bogotá o en Londres sin que nada les importe? ¿No existe relevo generacional posible en la dirigencia cartagenera porque todos los menores de 40 huyeron? 

Con realismo mágico venden a Cartagena fuera. Con realismo mágico se la roban dentro. Con realismo mágico los colombianos turisteamos temporadas enteras y con olímpico realismo mágico nos olvidamos de los problemas que agobian a la ciudad por la que sacamos hipócritamente el pecho.
¿Será la Cartagena de los Terán, los Mendoza Diago, los García Zuccardi y hasta los Mattos, la que con gracia le vendemos al mundo haciendo gala de un tal realismo mágico? 

Twitter: @JoseMAcevedo

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