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Santurbán, ¿espada de Damocles de Duque?

La decisión del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de expedir la nueva delimitación de este ecosistema el próximo 18 de diciembre, deja ver la intención del Gobierno de tomar una determinación político-minera y no una técnico-científica, pues los tiempos no dan.

Angélica Raigoso Rubio
14 de noviembre de 2019

El hecho de que el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS) se comprometiera a expedir la nueva delimitación de Santurbán el próximo 18 de diciembre, vislumbra la intencionalidad del Gobierno de hacer otra delimitación político minera, ya que este nuevo plazo tampoco dará el tiempo suficiente para expedir una delimitación técnico científica con los hoy inexistentes estudios hidrológicos e hidrogeológicos, que tardan por lo menos cinco años en realizarse. 

Por ello, es fácil predecir que tras otra delimitación político minera (la ratificación de la Resolución 2090 de 2014 o una muy similar a esta, incluso con más hectáreas de protección para disimular el nuevo engaño), que deje por fuera del páramo al proyecto de Minesa y similares para su legalización, venga la feria de las licencias de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla). Sin embargo, una delimitación de este tipo no es argumento para aprobar proyectos mineros que, aunque estén por fuera de una demarcación amañada para la explotación minera, infrinjan la normatividad ambiental, en contravía de incontrovertibles argumentos técnico científicos y de la voluntad del pueblo santandereano que jamás dará la licencia social a dichos proyectos.   

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La  espada que amenaza con cercenar la verdadera riqueza de Santurbán, el agua de millones de habitantes del Gran Santander, con sus dos filos (riesgos): el que el Ministerio de Ambiente repita la historia con otra delimitación político minera a manera de mapa del tesoro para la explotación minera, y el que la Anla, apoyándose en ese tipo de delimitación engañosa, otorgue indiscriminadamente licencias para la explotación en Santurbán o sus inmediaciones, desangrando (desaguando) el agua de nuestros hijos, puede hacer de aquella la espada de Damocles de Duque, con la paradoja de que esto suceda o no, dependerá de su propia decisión. Las acciones legales contra los actos administrativos expedidos por el Estado colombiano que, absurdamente, se han convertido en la principal amenaza para nuestra agua y páramos, y la movilización social no darán  tregua. El presidente Duque debe situarse del lado correcto de la historia.