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Si nosotros no cambiamos, el virus de seguro sí lo hace

El termómetro usado para evaluar la gravedad del problema es el porcentaje de ocupación de las UCI; entonces levantamos las alertas rojas, enviamos a los niños al colegio e impulsamos el regreso a la falsa normalidad, desconociendo que la naturaleza de las epidemias es cíclica.

Angélica Raigoso Rubio
19 de febrero de 2021

De lo aprendido sobre el comportamiento de la covid-19, sabemos que, en ausencia de medidas, el número de contagiados se cuadruplica cada siete días; es así, como los modelos predijeron hace un año que los contagios se contarían por millones en meses, como ocurrió.

Ni el número de contagiados y aún más triste el de muertes ha descendido en Colombia desde el día cero hasta hoy, y como si cayera un avión o se descarrilara un tren cada día, hemos sumado constantemente, pérdidas humanas iguales a las que nos dejó la tragedia de Armero o el terremoto de Armenia, aceptadas con pasmosa normalidad.

El termómetro usado para evaluar la gravedad del problema es el porcentaje de ocupación de las UCI y 95% dudosamente pareciera decir que todo está bien; entonces levantamos las alertas rojas, enviamos a los niños al colegio e impulsamos el regreso a la falsa normalidad, desconociendo que la naturaleza de las epidemias es cíclica y que, con más contagiados, cualquier acción de agrupación social como las académicas en colegios empuja a nuestra gente a vivir tristezas que podrían ser evitadas.

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La esperanza es que pronto nos vacunaremos y ese será el fin de esta pesadilla. Hoy quiero en el mayor aprecio por la humanidad, esa que tiene de todo, gente generosa y gente ambiciosa, advertir sobre el riesgo enorme de i) relajar las medidas de bioseguridad y ii) no tener un programa de vacunación efectivo y sobre todo con la mayor cobertura posible y en el menor tiempo racional.

Todo aquello que se sustenta en un proceso de replicación está sujeto a cambio y el mejor ejemplo lo constituyen los virus que como se replican rápidamente, pueden cambiar mucho. La explicación es sencilla: nadie quisiera comprar la fotocopia de la fotocopia, de la fotocopia de un libro, porque seguro algo se puede alterar de una copia a otra con resultados inesperados e indeseados.

Las vacunas se sustentan en el principio de que su efecto es específico; están diseñadas como quien hace la llave de una casa, y tienen que ser muy precisas. Hoy, sabemos que la copia de la copia del coronavirus tiene cambios que le proporcionan propiedades diferentes y que pueden comprometer la efectividad de la esperada vacuna.

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En el hospital Brigham and Women‘s de Boston, un paciente muy particular, combatió el virus activo de la covid-19, por cinco meses con recaídas y mejoras, un tiempo raramente largo. El Dr. Jonathan Li del mismo hospital tuvo la buena idea de evaluar genéticamente si a lo largo de esos cinco meses, el virus se mantenía igual o cambiaba con cada copia.

Los resultados fueron sorprendentes, el virus había acumulado hasta 20 cambios importantes que resultaron en resistencia frente a los tratamientos. Es así como finalmente y a pesar de los esfuerzos, el paciente falleció. Resultados como los obtenidos por el Dr. Li, publicados en la revista científica The New England Journal of Medicine, en noviembre de 2020, se han registrado en otros pacientes inmunodeficientes, y dan pistas de cómo se han originado las variantes detectadas en Inglaterra y Brasil.

Yo los invito a preguntarse: ¿en cuántos lugares de Colombia, se realizan seguimientos genéticos a los cambios del virus y poder así detectar aquellos importantes que puedan inactivar por ejemplo el efecto de una vacuna? La respuesta es muy pocos. Frente al desconocimiento, la prudencia y la responsabilidad son la salida; no olvidemos que en este preciso instante, el virus está cambiando sin control en todos, sintomáticos y no sintomáticos niños, jóvenes y adultos mayores.