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¡Sean serios!

Quedamos asustados al oír al asesor decir sin problema que faltaba ver si el Presidente, una vez aprobado el referendo, quería lanzarse o no

María Jimena Duzán
31 de enero de 2009

La política será tan poco seria en Colombia, que hasta las frases inconexas de Juanes nos están comenzando a parecer más lúcidas que las de muchos políticos o figuras públicas. Eso pensé mientras escuchaba los trillados lugares comunes con que el cantante paisa inauguró el Hay en Cartagena, en un conversatorio con Miguel Bosé. Aunque sus respuestas no fueron contundentes ni claras, ni tremendamente brillantes -"la crítica es relativa, porque por ejemplo, a muchos les puede gustar la forma como me visto y a otros no", fue una de sus más elocuentes sentencias-, debo confesar que sus declaraciones me resultaron bastante más concisas y coherentes que el sainete que nos ha tocado presenciar a los colombianos estos últimos días, amén de que quedó claro que Juanes pasaría sin mayor afugia el quiz de Uribe, así haya tenido en un momento de infortunio el desliz de haberse pronunciado contra su reelección.

El sainete al que me refiero comenzó esta semana con una noticia de El Tiempo que habría podido ser planteada perfectamente por Juanes, el estadista. Me refiero a la idea de hacer un quiz con unas preguntas que midieran el ADN uribista de los precandidatos de esa coalición. Cuando los colombianos entendimos que esa propuesta no era un chiste ni una idea de Juanes, producto de una de esas conversas que hace ahora con tanta frecuencia ante el BID, sino que era una historia verdadera, muchos fuimos los colombianos que quedamos algo preocupados. La sensación de que andábamos al garete y sin rumbo se acentuó cuando supimos que el autor del quiz no era ni Uribe ni un uribista pura sangre, sino un uribista converso y solapado que fungía como miembro del liberalismo, partido que dice estar en la oposición. ¡Tremendo sainete!

Al otro día de esta propuesta se desató una mini rebelión dentro del uribismo que llevó a que Marta Lucía Ramírez convocara a una reunión para estudiar las fórmulas con las que se podría escoger el candidato de la coalición uribista de manera más digna, digo yo, y así evitar, me imagino, ser víctima del perturbador examen hecho por el paracaidista Rivera. ¿Y saben a qué conclusión llegaron? A la de que el agua moja, como diría nuestro estadista Juanes. O sea de que era un ejercicio inútil seguir en la búsqueda de una fórmula para escoger candidato si el presidente Uribe no se definía, como si ya no se hubiera definido. ¿Me siguen? Muy determinados salieron todos de allí a pedirle una reunión al Presidente para hacerle la preguntita. Sin embargo, cuando ya el país pensaba que los uribistas tenían algo claro en el horizonte -hélas-, Marta Lucía Ramírez, la propia senadora que convocó a la reunión, salió a decir que al Presidente no se le podía poner contra la pared en esos menesteres porque eso iba en contra de la majestad presidencial. Los colombianos, que ya estábamos perturbados con la tesis del quiz que medía el ADN de los candidatos uribistas, quedamos bastante más que perdidos, totalmente confundidos.

Y como si el embrollo ya no fuera grande, el jueves de esa misma semana El Colombiano de Medellín anunció en su primera plana como gran chiva la noticia que el país estaba esperando desde hace un buen tiempo y aseguró que Uribe no se metería en una segunda reelección. Los colombianos que leímos la noticia alcanzamos a respirar un aire de esperanza, pero pronto toda esa nueva atmósfera se derrumbó. A las pocas horas, el asesor presidencial José Obdulio Gaviria anunció que la noticia de El Colombiano no era cierta y que, por el contrario, él estaba preparando su salida en los próximos meses de Palacio con la idea de comandar la campaña por el referendo reeleccionista. Hasta los colombianos que algo entendíamos quedamos ya no sólo perturbados y confundidos, sino asustados al oír al asesor presidencial decir sin mayor problema que faltaba ver si el Presidente, una vez fuera aprobado el referendo, quería lanzarse o no como candidato. Es decir, que ellos estaban dispuestos a arrasar con la institucionalidad a la espera de saber qué decía el Supremo y que no importaba que mientras tanto el país tuviera que enfrentar vicisitudes económicas, baja en el empleo y en su crecimiento, así como en el ingreso per cápita. ¡Sean serios! Más claro fue Juanes cuando le preguntaron qué opinaba de estar siempre cantándoles a los soldados y dijo que a él no le daba pena decir que él hacía eso por amor a su país y a las instituciones.

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