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TASAS DE INTERES

Semana
5 de julio de 1982

Según documento reciente del Banco Interamericano de Desarrollo, la "Tasa de interés real" en Colombia llegó durante 1981 al 25% anual. El BID utiliza el concepto de "Tasa de interés real", es decir, el interés efectivo anual menos el porcentaje de inflación de cada país. El análisis así realizado, permite afirmar que el costo del dinero en Colombia es el más alto de nuestro continente.
El presidente de uno de los mayores bancos del país decía en su último informe a los accionistas que, mientras no se redujera la inflación, no podrían bajar las tasas de interés. Esta afirmación que aparece tan obvia, es compartida por algunos funcionarios encargados de la política monetaria; pero pierde su validez cuando se conoce nuestra situación relativa en América Latina. En efecto, no se ve la razón por la cual sea imposible reducir el costo del dinero, si no se baja previamente el ritmo de aumento de los precios, mientras la "Tasa de interés real" asciende a una cifra que, hasta hace pocos años, era considerada alta en términos nominales.
Pero la declaración del prominente banquero lleva implícita una declaración de política: "reduzcamos la inflación y bajarán automáticamente los intereses". Esa simple receta se ve derrotada por la reciente experiencia colombiana, y por la histórica de las tasas de interés en Europa y Estados Unidos en los últimos años. Existe hoy un consenso en el país sobre los inconvenientes gravísimos que tiene este excesivo costo financiero: el ahorro se orienta a inversiones financieras de carácter especulativo y no a inversiones productivas. La economía se paraliza. Pero el análisis puede llevarse aún más lejos: el aumento de los rendimientos financieros ha contribuido significativamente a la inflación de costos.
El notable economista Abba Lerner denominó este fenómeno "infLación de vendedores" o "depresión inflacionaria", como la que ha vivido el país durante los dos últimos dos años. En consecuencia, podría decirse que los altos costos financieros se han convertido en la causa de nuestra reciente inflación, en lugar de ser su efecto, ¿Cuál es, entonces, el origen de las actuales tasas de interéses? Hasta 1973, cuando se creó el sistema UPAC, el interés que se pagaba a los a horradores había sido casi siempre inferior a la tasa de inflación. El UPAC introdujo un concepto sano: la retribución del ahorro debe ser ligeramente superior a la inflación, pues, de lo contrario, el ahorro pierde poder adquisitivo, y no hay incentivo para privarse de consumos inmediatos. Este nuevo concepto fue ampliado al resto del sistema financiero en 1974. Los bancos y demás entidades financieras podían captar dinero a tasas de interés reales positivas y colocarlo con un margen razonable.
Sin embargo, el mercado ha ido pagando tasas crecientes, en la medida en que se ha incrementado la competencia para captar dineros escasos. El sistema financiero ha logrado aumentar en cierta medida, sus márgenes. Pero los grandes beneficiarios de la angustiosa rapiña reciente han sido quienes poseen liquidez ya sea a nivel individual o empresarial. Ellos se han convertido en rentistas del dinero, o han logrado adquirir el control de empresas a través de la compra de acciones en una bolsa deprimida.
Si el diagnóstico de los síntomas es cierto, es necesario examinar las causas de la enfermedad. ¿Por qué tenemos hoy tan gran desequilibrio entre la demanda y la oferta de dinero? La primera causa que salta a la vista es el déficit fiscal. En 1980 y 1981 el Estado generó una expansión monetaria primaria superior, en cada año, a los 35.000 millones de pesos. Mientras tanto, el sector privado contribuía a la estabilidad económica con contracciones de similar magnitud.
Ese aumento de medios de pago promovidos por el gobierno se produjo a pesar de que, simultámeamente captaba recursos de ahorro privadó con documentos cuyo rendimiento competía favorablemente con los del sistema financiero. Creada la escasez, los bancos, las corporaciones, las compañías de financiamieto comercial, y, más recientemente, los cafeteros y algunas grandes empresas industriales han salido al mercado a captar la limitada liquidez existente. Así las cosas, presenciamos hoy una desenfrenada carrera en que el gobierno, el sistema financiero, la industria y los particulares participan en una permanente subasta para ver quién da más, por recursos cada vez más calientes.
¿Cuál será entonces el remedio para esta grave enfermedad? Alguién podría pensar que, si la causa del problema es la escasez de dinero, la solución debe ser aumentar el credito, incrementar la emisión, en síntesis subir la oferta para igualarla a la demanda. Lamentablemente esta terapia indolora sería peor que la enfermedad. Una expansión monetaria incontrolada generaria una aceleración incontrolada del aumento de los precios, a través de una inflación de demanda.
Otra fórmula, ensayada sin éxito por el gobierno el año pasado, consiste en hacer un pacto de caballeros para poner un tope máximo a las tasas de captación.
Para lograr el equilibrio es necesario, por consiquiente, aplicar remedios dolorosos. Se requiere austeridad y disciplina en el centro donde actualmente se origina la expansión. Se necesita que el gobierno reduzca o anule el déficit fiscal. Es urgente que el crédito externo para gastos de funcionamiento oficiales se suspenda. Es indispensable que se modifique el actual régimen expansionista de la Cuenta Especial de Cambios.
Si se logra que la ejecución presupuestal sea neutral en términos monetarios, será posible que el dinero disponible para el sector privado crezca a un ritmo razonable y las tasas de interés bajarán a un nivel compatible con la tasa de inflación. El costo del dinero dejará de ser un acelerador de la "inflación de costos" en una economia deprimida. El Estado recuperará su libertad para regular el dinero y promover el desarrollo.