MARIO VALENCIA

El regalo de Trump para sus amigotes

El único éxito legislativo que hasta el momento ha tenido el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es una reforma tributaria para beneficiar a sus amigotes. No podía ser de otra forma, pues con ese propósito fue elegido.

Mario Valencia, Mario Valencia
12 de febrero de 2018

Pasaron 32 años desde que se realizó la última reforma, justamente durante el gobierno republicano de Ronald Reagan. A pesar del crecimiento económico y una baja tasa de desempleo, desde 1973 el crecimiento anual de los salarios reales tan solo ha sido de 0,2%. Peor aún, la desigualdad se ha profundizado pues mientras los salarios del quintil más pobre cayeron 0,98% entre 1979 y 2016, los del quintil más rico crecieron 27,41%.

En este contexto, la exposición de motivos señaló que la Ley elevará las inversiones hacia ese país, incentivará el crecimiento y estimulará la creación de empleos. Pero no existe evidencia seria que sustente estos propósitos. Por el contrario, según James K. Galbraith, el modelo matemático usado por el profesor de Harvard Robert Barro para defender la reforma, presenta graves inconsistencias y evidencian que la ganancia del PIB en los próximos 10 años será de USD 1,2 billones, mientras el costo fiscal de los recortes será de entre USD 1,5 y 2,2 billones. De hecho, la reducción de impuestos tendrá efectos más negativos al obligar a una disminución del gasto en servicios sociales y salud, que terminará por afectar a los más pobres de ese país, que suman 40 millones.

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Según la profesora Laura Tyson, de la Universidad de Berkeley, el 80% de los recortes en impuestos se quedará en el 1% más rico de la población. Además el 75% de los beneficios irá al bolsillo de los propietarios o inversionistas corporativos, de los cuales 1/3 son extranjeros. En el mundo real “las empresas invierten por dos razones: expandir la producción y reducir costos”, según expresa Galbraith. Pero como la reforma generará una mayor desigualdad, implicará un menor gasto de los hogares que terminará afectando a la producción local. Además, si la FED continúa aumentando las tasas de interés, se revaluará más el dólar y hará que las importaciones sean más baratas, otro golpe a la producción

La reforma consistió en un fuerte recorte a los impuestos corporativos, y más pequeños y temporales para los asalariados, quienes solo gozarán de los beneficios hasta 2025. Fue la zanahoria que ocultó el garrote, porque en realidad la tasa de impuestos para los trabajadores será más alta que para los propietarios y socios de grandes corporaciones. Un beneficio adicional es que cuando los dueños y socios transfieran riqueza desde sus empresas hacia sus cuentas personales, lo que se conoce como ingresos por transferencias (pass-through income), podrán deducir 20 % de ese ingreso de su impuesto sobre la renta individual.

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Así las cosas, no hay ningún análisis riguroso que indique que el dinero adicional se dirigirá a mayores inversiones o creación de empleos, y menos a financiar infraestructura, salud o educación. Más bien lo que se espera es que se destine a la compensación de ejecutivos, recompras de acciones y compra de propiedades inmobiliarias, justamente el negocio de Trump y sus amigos.  

En Colombia los candidatos populistas del establecimiento han propuesto seguir este mismo camino, sin ninguna evaluación sobre las consecuencias negativas que tendría para el fisco nacional y confundiendo la tasa nominal con la tasa efectiva de pago. De aplicarse en nuestro país se debilitaría aún más la capacidad el Estado y su papel en la competitividad. Para compensar deberá acudirse a más endeudamiento o -peor- al aumento de impuestos indirectos como el IVA, como sucedió con la reforma de 2016 con la rebaja de impuestos corporativos que hizo más regresiva la tributación. Copiar las malas ideas de otros países nunca ha sido ni será una buena idea para Colombia.