ÁNGEL PÉREZ

En la crisis todos perdemos, pero más los niños

Quienes trabajamos en educación debemos reconocer que ni el Ministerio de Educación, ni las secretarías y menos los colegios públicos estaban preparados para una situación como la que el covid-19 produjo en la vida humana y en el desarrollo de los sistemas educativos.

Ángel Pérez, Ángel Pérez
30 de marzo de 2020

Eso de tener a los niños encerrados, que se prohíba durante meses, como ya ocurre en la ciudad China de Wuhan, el encuentro escolar en el aula y en el colegio, es difícil de digerir. Con seguridad miles de niños y adolescentes que asisten a la educación pública (y a la privada) requerirán apoyo socio emocional y esfuerzos especiales para recuperar el atraso escolar, al que estarán sometidos por la precariedad económica y las condiciones de vida de sus familias.   

Tomar la decisión, en menos de una semana, como ocurrió en Colombia, de parar los sistemas educativos, en todos sus niveles  y pretender pasar, en tan solo dos o tres días, a operar de manera virtual los procesos de aprendizaje y enseñanza, con estudiantes y docentes desde sus casas, y además, afirmar que eso puede ser exitoso, es llegar a imaginar o soñar, que en Colombia de manera maravillosa las sedes educativas y los hogares de todos los estudiantes están conectados a internet, gozan de soporte técnico y cuentan con la velocidad suficiente para permitir la interacción educativa virtual;  además que la riqueza de la sociedad y del sistema educativo garantiza que los docentes y los estudiantes cuenten con computadoras, o un buen teléfono móvil; y, con todos los profesores formados y entrenados para usar las TIC y funcionar mediante la educación virtual.

No, lo anterior es de ficción, en la educación pública estamos lejos, tanta maravilla junta solo ocurre en muy pocos colegios públicos y en las instituciones escolares privadas de buena calidad, para las familias que pueden pagar más de un millón de pesos mes por la educación de sus hijos, donde, además, de ñapa existen padres o familiares o amigos profesionales que pueden ayudar a los niños y adolescentes a resolver problemas elementales relacionados con el uso de las TIC, con los programas educativos o con las conexiones de los equipos y apoyar la labor de los docentes, en estos días de coronavirus. 

La ministra de Educación y de ahí de para abajo (secretarios de educación y rectores de colegios públicos) deben actuar de acuerdo con la evidencia sobre lo que ocurre en las regiones y en cada colegio y hasta de pronto con cada niño. Lo real: según el Laboratorio de economía de la educación, de la Universidad Javeriana, sólo el 4 por ciento de los municipios de Colombia pueden implementar lecciones virtuales en colegios oficiales, ante una posible suspensión de clases, es decir 44 municipios de 1003 (32 capitales de departamentos y 12 municipios más). Además, dicho Laboratorio encontró que el 63% de los bachilleres del año 2018 que contestaron los formularios del ICFES afirmaron que en sus casas no tenían conexión a internet, ni computadores, igual sucede con 665.409 estudiantes de primaria, solo el 37 % tiene acceso a internet y computador en su casa. Además, pensemos que hoy los locales de los barrios donde se alquila el wifi y los computadores están cerrados, ¿así cuál educación virtual? Las guías y las tareas a las que recurrieron algunos docentes para trabajar en casa durante una o dos semanas dejan a los niños y a las familias, encerradas, en el camino de cada uno defiéndase como pueda. 

Otros datos alarmantes son los del Dane, en el informe sobre educación formal, encontró que para el 2018, el 7% de las sedes educativas de los colegios públicos no tenían energía, el 62% no poseía televisores y el 63% no accedía a internet. Esta situación es más grave en las sedes educativas rurales, el 73% no tenía conexión a Internet. Esta lamentable situación de las sedes educativas es comprensible para un sistema educativo cuyas sedes, en la mayoría de los municipios, no cumplen los estándares básicos para desarrollar los procesos educativos y, en algunos casos, estas sedes se están cayendo o amenazan ruina. Tal y como lo afirmó un directivo del sector educativo: cuando se está ante problemas no resueltos como la necesidad de mejorar la infraestructura, o en incrementar la alimentación o el transporte escolar o cómo conseguir recursos para financiar 10 docentes extras que se requieren con urgencia ¿quién piensa en computadores, en internet, en equipos y en programas para la educación? en un país donde no hay currículo único y se supone que cada colegio tiene su propio proyecto educativo. 

Sin olvidar que la educación virtual con los niños de preescolar y primaria requiere el total apoyo de los padres de familia quienes no están entrenados para la interacción educativa virtual. Aclaro que la educación virtual en los colegios privados fue creada para apoyar el proceso educativo, pero no para remplazar el aula escolar durante meses, como todo indica que ocurrirá este año, sin embargo, dada la emergencia estos colegios de manera rápida y eficiente ajustaron sus programas, plataformas y empezaron a operar sin mayores contratiempos de manera virtual, con padres entrenados para ello.

Colombia no puede tener dudas, de acuerdo con los datos anteriores, se puede afirmar que los más afectados serán cerca de 5 millones de estudiantes de la educación pública, de un total de 8 millones de niños y adolescentes matriculados; situación más grave para cerca de 1,8 millones de estudiantes de la zona rural y para los hijos de las familias con menores ingresos o de quienes trabajan de manera informal, donde además de las necesidades básicas para alimentarse, no aseguradas, deben agregar a sus hijos baja calidad de vida, escasa riqueza cultural y en algunos casos violencia intrafamiliar o hacinamiento en casa. Así es muy difícil la educación virtual, a pesar del esfuerzo de secretarías de educación como la de Bogotá y de otras, de los rectores y de miles de docentes que están haciendo esfuerzos extraordinarios, para superar semejantes obstáculos, a ellos felicitaciones, ¿y el resto de los niños?