ÁNGEL PÉREZ MARTÍNEZ

No hemos preparado a los padres de familia para ayudar a la educación de sus hijos

Es necesario integrar a los padres de familia al proceso educativo, y tener en cuenta que el aprendizaje debe considerar el entorno social en que viven los niños y los problemas y bondades del uso de las tecnologías de la información y la comunicación.

Ángel Pérez, Ángel Pérez
3 de diciembre de 2018

La sociedad colombiana espera que los colegios y los docentes planeen su acción educativa más allá del aula y de las puertas de la institución escolar. Es necesario integrar a los padres de familia al proceso educativo, y tener en cuenta que el aprendizaje debe considerar el entorno social en que viven los niños y los problemas y bondades del uso de las tecnologías de la información y la comunicación.

Existe evidencia de que el compromiso de los padres de familia con sus hijos juega un papel preponderante en el éxito educativo y en el posterior desarrollo e integración social de los jóvenes. Si bien sabemos muy poco acerca de lo que motiva a los padres a participar en las actividades de sus hijos, numerosos estudios han documentado grandes brechas en el compromiso de los padres entre los ingresos bajos y altos de las familias (más tiempo dedicado a sus hijos y mayor riqueza cultural).

En este sentido, los docentes, además de innovar en su trabajo en el aula escolar,  deben trabajar en un mundo caótico donde el conocimiento está fuera de la escuela (requerimos la ayuda de los padres de familia, de la sociedad y de sus instituciones). Con el acceso a Internet y el desarrollo de motores de búsqueda tan poderosos como Google, así como la interacción que se logra con las redes sociales y el efecto que tiene en los procesos de enseñanza y aprendizaje la retrasmisión de toda clase de conferencias y eventos académicos (películas, videos, televisión y sonido) es claro que el conocimiento está fuera de la escuela.

En este escenario los docentes no pueden seguir ejerciendo su rol de directores de grupo y de depositarios del saber, donde el estudiante y los padres de familia son objetos pasivos a los cuales se les educa. Reconozco que la mayoría de los maestros y de los colegios están haciendo esfuerzos por modificar este tipo de procesos de enseñanza y aprendizaje.

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Lo nuevo es educar para que los estudiantes sean capaces de tener buenas preguntas y dudas razonables, para que ellos amen aprender, conocer y ser capaces de encontrar respuestas para planear su vida (proyecto de vida) de tal forma que puedan elegir sobre su destino (nada de esto será fácil); donde a pesar de las circunstancias en la que él o ellos se desenvuelven tengan el ánimo y la capacidad de luchar para alcanzar sus metas. No olvidar que los estudiantes viven en un mundo donde la educación ligada a incentivos económicos futuros, al mérito como premio al esfuerzo personal y social y a la moral para actuar, están en camino de desaparecer.

Los nuevos retos para mejorar la calidad de la educación no deben ser cómo preparar a los estudiantes para que ellos presenten mejores pruebas Saber, esto lo hemos hecho en los últimos 18 años y seguimos teniendo una educación mediocre.

El sistema educativo, los colegios y los docentes, además de tener una apuesta educativa planeada y con objetivos precisos, deberían conseguir que los estudiantes, a través del proceso educativo, logren crear incentivos más humanos (asociados a su proyecto de vida) y menos de poder económico. La educación debería ayudar a fortalecer una cultura donde prime el esfuerzo, el trabajo y el rigor académico para lograr el éxito. También, los colegios deberían tener la obligación de formar a los padres de familia para que ellos motiven a sus hijos para alcanzar su proyecto de vida. Encontré esta frase a la entrada de un colegio: “En este Colegios docentes y padres de familia promueven las competencias de los estudiantes para desarrollar su proyecto de vida y lograr que sean buenos seres humanos”.

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Una escuela preocupada por ayudar a los padres de familia, con respecto a la educación de sus hijos, los debería reunir menos para entregar los denominados informes bimestrales y más para discutir y encontrar respuestas comunes a este tipo de interrogantes: ¿Cómo lograr que los padres de familia acompañen a la escuela y a los estudiantes para que estos aprendan a autorregularse y sean más autónomos? ¿Cómo hacer para que los colegios les otorguen cada vez mayores responsabilidades a los estudiantes de acuerdo con la edad y el desarrollo socioemocional (¿por qué siempre el docente tiene que cuidar y vigilar a los adolescentes y jóvenes en el aula?)? ¿Cómo desarrollar opciones pedagógicas para que los estudiantes (y aún los padres de familia) participen en la construcción del proceso de formación y de alguna manera decidan qué quieren aprender? ¿Y cómo lograr que los adolescentes a partir de los 14 o 15 años empiecen a planear sus acciones y su vida, a partir de empezar a ejercer sus competencias cognitivas y su autonomía?

Luego, antes que la memorización y la adquisición de conocimientos sin ningún sentido (cuánto tiempo dedicamos adultos y jóvenes a las redes sociales, repitiendo siempre lo mismo) los colegios deberían crear la escuela de padres de familia para enseñarles a acompañar a sus hijos, a estar con ellos, a caminar juntos, a leer juntos y a repetir acciones sencillas vinculadas al conocimiento que no requieren padres de familia super formados; pero sobre todo los colegios deberían enseñar a motivar a sus hijos para que ellos valoren la educación de diversas maneras, no siempre atada a la vida económica de los individuos.

Por último, los efectos de la poca orientación a padres de familia sobre su contribución en la educación de sus hijos se hacen más evidentes en los periodos de receso escolar, como el que acaba de iniciar para la mayoría de los niños de Colombia (7 semanas), época del año que se convierte en un tiempo de atraso, abandono y soledad.

En sus casas no hay acompañamiento institucional y tampoco de los padres de familia, menos de los vecinos. La sociedad y los padres de familia no se preparan para apoyar a los niños más pobres y con menor riqueza cultural. Tampoco la escuela enseña a los padres más pobres y con menor riqueza cultural sobre qué hacer y cómo apoyar a los niños y adolescentes en los periodos de vacaciones.  

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