NARRATIVA

Camilo Hoyos reseña 'Hoy es siempre todavía' de Alejandro Gaviria

Camilo Hoyos reseña el nuevo libro del exministro de Salud Alejandro Gaviria.

Camilo Hoyos
24 de septiembre de 2018

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Que la vida es como un texto, todos lo sabemos; y que la leemos siempre desde el drama es algo que R. S. nos recordó con su último libro, porque todo lo que nos sucede lo convertimos en un para algo, así sea (y ya es mucho) para ser contada. No creo que la literatura o la poesía nos permita ser mejores personas, se trata de otra cosa: de permitirnos crear sentido a partir de la experiencia. Y pocos libros como el de Alejandro Gaviria, quien en pleno ejercicio de su labor de ministro de Salud y Protección Social le fue diagnosticado un feroz cáncer, puede ser mejor ejemplo de esa premisa. “Tal vez la esencia de todo no sea la felicidad”, dice en las últimas páginas, “sino tener, al final de la vida, una buena historia que contar”.

Una mañana de junio de 2017, mientras Gaviria se dirigía a una reunión con los secretarios de Salud municipales, notó con hastío la sensación de abotagamiento y llenura con la que había despertado; hacia las cuatro de la tarde el dolor en la parte superior del abdomen lo llevó a una clínica. Las sospechas se confirmaron: no se trataba de una apendicitis o de un problema en la vesícula, sino de un cáncer linfático, que al final de la semana recibió su nombre y apellido: linfoma no Hodgkin difuso, de célula grande, tipo B.

No es gratuito que en el medio médico se refieran a ponerle nombre y apellido al cáncer, porque luego de su confirmación, la vida se convierte en un proceso en que las cosas se deben nombrar de nuevo, sacarlas del ostracismo, depurar lo innecesario. Surgen, tal como nos comparte Gaviria, las cosas que nos gustaría hacer, pero hacer de verdad: en su caso, ir a Barranquilla a ver jugar la selección, soltar diez o veinte hijueputazos, y luego tomar tres cervezas a la salida del estadio; salir con su esposa en la tarde, entrar en el restaurante italiano, sentarse del mismo lado de la mesa, pedir una botella de vino y brindar porque están juntos; bajar por Quinta Camacho hasta San Librario, comprar dos libros y regresar a su casa, donde ya sentado en su sillón puede acariciarlos y leerlos a medias.

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Al leer la vida y renombrar las cosas surge un nuevo sentido, como se dibuja en las páginas en que Gaviria nos cuenta sobre la doble lucha contra el cáncer: como ministro, revisando los precios de los medicamentos y las políticas asistenciales, pero también como paciente, postrado en la cama, recibiendo el tratamiento de mano de la enfermera. Una de sus páginas más memorables se da cuando trae a colación la importancia del medicamento Rituximab, cuyo precio tuvo que regular siendo ministro, pero cuya importancia siendo paciente superó con creces cualquier preocupación administrativa. Se trató del primer medicamento que le aplicaban en la mañana, y siempre, en una reiteración obsesiva, le decía a la enfermera de turno: “A ese medicamento le bajé el precio”. La enfermera lo miraba con curiosidad, acostumbrada a la “locuacidad impertinente” de los pacientes de cáncer. Va a más: luego de la relectura de su vida, Gaviria concluye que “Nadie sabe para quién trabaja”.

Ya quisiera uno que todos los autores que publican en el Journal of Development Economics comenzaran su paper con un epígrafe de Wislawa Szymborska, porque quienes leemos poesía sabemos que muchas veces los versos representan mejor las estadísticas. Repensarse es también traer a los autores que lo han acompañado en su vida, los versos y citas que ha venido coleccionando. Ahora tienen un para qué. Gaviria trae una cita de Carl Sagan: “Estar a punto de morir es una experiencia tan positiva, tan formadora, que la recomendaría a cualquier persona, salvo, por supuesto, por el irreductible y esencial momento de riesgo”. Este libro de Gaviria no es un libro para quienes padecen o han padecido el cáncer, linfático o no, sino para todos aquellos que quieren comprender la vida desde otra orilla, desde otros puntos de referencia, desde otros versos. Porque como el cáncer, la vida.

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