REGRESO CON GLORIA
17 años después de su muerte, Salvador Allende encuentra por fin el descanso eterno.
Para sepultarlo hubieran podido escoger el 11 de Septiembre. Porque fue justamente el 11 de septiembre de 1973 el día en que se suicidó (así lo admite su familia) Salvado Allende, mientras el Palacio de la Moneda, sede del gobierno, era bombardeado por los militares y el general Pinochet asumía el mando de Chile. Pero esa fecha divide y abre heridas profundas. La familia Allende que se encargó de la organización del funeral del ex presidente, prefirió el 4 de septiembre día en que se cumplían veinte año exactos de su elección como presidente "constitucional" del país.
Con orden y con mucha emoción los chilenos enterraron 17 años después de su muerte a Salvador Allende. Una multitud salió por las calles de Santiago para saludar sus restos mortales con su viuda, Hortensia Bussi de Allende, y el actual presidente de la República, Patricio Alwyn, a la cabeza del cortejo. Y mientras el publico gritaba consignas en homenaje al muerto, en los discursos oficiales la idea central era el llamado a la reconciliación de las chilenos, seguramente el punto más difícil de la transición para la democracia iniciada apenas hace seis meses.
El entierro -o desentierro- de Allende, reabrió una de las más profundas heridas de América Latina y rindió homenaje a uno de los líderes más notables de una época convulsionada y violenta como fueron los años 70.
Y es que el simple hecho de ser enterrado "oficialmente", aunque sin honores militares, indica claramente lo que significó Salvador Allende para la historia de su país . Para bien o para mal, Allende se convirtió en un mito. Glorificado y admirado por la izquierda del continente. Vilipendiado y despreciado por la derecha, su nombre suscitó durante estos últimos 17 años una de las más asperas discusiones: la validez del socialismo por la vía democrática. En un momento en que la muerte del comunismo y de las ideas socialistas es anunciada diariamente como un hecho consumado, la experiencia de Allende, tantos años atrás, adquiere un nuevo significado. Por eso, social-demócratas de todas partes del mundo fueron a Santiago para rescatar su memoria de hombre fiel a la democracia. "Elegido con el voto de su pueblo, prefirió morir con las armas en la mano para defender su derecho al sufragio universal" proclamó el primer ministro francés Miche Rocard, durante los funerales.
Fueron muchos los recuerdos y los traumas que se removieron ese 4 de septiembre, cuando los restos del ex presidente atravezaron Santiago hasta el Cementerio General. Para la derecha y los sectores vinculados al pasado gobierno, Allende fue "el principal responsable del derrumbe de la democracia chilena" y lo acusan de haber tenido "un objetivo marxista que consistía en agudizar las contradicciones burguesas, en acrecentar el conflicto social y quebrantar las instituciones", según un diputado pinochetísta. "No hay que ser hipócritas. Qué va a decir uno ahora si ese 11 de septiembre lo celebramos con fiesta", le dijo un hombre de negocios a una cadena de televisión norteamericana.
Para los socialistas, el funeral ha sido más bien una mezcla de ilusiones y fracasos juntos. De culpas del pasado y remordimientos. "Nuestro partido no siempre ha sido justo con nuestros mejores hombres", resumió el socialista Eduardo Loyola, actual subsecretario del trabajo en el gobierno de Aylwin.
"La verdad es que Allende estuvo muy solo y en eso hay una gran responsabilidad de los que fuimos sus partidarios" asegura Joan Garcés, su asesor ideológico, recordando las últimas horas del mandatario.
Para la democracia cristiana, principal partido de gobierno, la situación fue y es todavía incómoda. Están por un lado los que exigían que se fuera y los que querían dialogar con él. El mismo presidente Aylwin fue acusado de hipócrita al concurrir a los funerales por el general retirado, Alejandro Medina Lois. Y no sólo por la oposición manifiesta que su partido hizo al gobierno de Allende, sino también por la responsabilidad que asumió en su fin violento. "Esta es una ceremonia de celebracion de reencuentro y de paz" dijo Aylwin, recordando de todos modos que si se repitieran las mismas circunstancias "volvería a ser decidido opositor. Pero los horrores y quebrantos del drama vivido por Chile desde entonces nos han enseñado que esas circunstancias no deben ni pueden repetirse por motivo alguno".
Diputado, senador, ministro, masón, gran orador, elegante, Allende siempre estuvo obsesionado por la presidencia. Se presentó la primera vez en 1946, luego en el 52, 58 y 64 para salir elegido por fin en 1970. Le gustaba bromear diciendo que su epitafio diría:"aqui yace Salvador Allende, candidato a presidente" cuenta su mujer. Terminó elegido con el 36.2 por ciento de los votos. A Pesar de no haber logrado la mayoría absoluta, su victoria fue histórica: "por primera vez en el mundo un candidato con apoyo comunista venció en una elección. Y logró eso sin ocultar un programa revolucionario", editorializó entonces el diario The New York Times.
Sus problemas en la presidencia comenzaron pronto, al no poder lograr el apoyo de los otros partidos. Eso y una buena ayuda de la CIA norteamericana a los diarios, partidos y sindicatos de oposición, llevó a su gobierno a terminar envuelto en un clima de violencia revolucionaria y un completo rompimiento con el Parlamento. Cuando intentó conversar con la Democracia Cristiana chilena, ya era demasiado tarde, porque buena parte del partido estaba de acuerdo con el golpe. Fue incapaz de controlar a los radicales tanto de izquierda como de derecha que aterrorizaban el país y eso aceleró su derrocamiento.
Pero ahora, los socialistas no quieren recordar el fracaso de los mil días de la Unidad Popular. La recuperación de la imagen de Allende está más atada con resaltar las posibilidades reales de un socialismo democrático.
La pregunta es si la ceremonia de la semana pasada cierra por fin el circulo. Así lo cree Luis Maira, líder de la izquierda cristiana chilena: "por ahora termina el tiempo de las pasiones más bajas que le negaron una sepultura". Pero también se abre la fase del juicio equilibrado sobre su obra y significado político. No obstante, la reconciliación de los chilenos con su pasado y con la existencia del recuerdo de Allende "cuyo nombre sólo podía ser pronunciado para difamarlo", según su viuda, es un inmenso paso hacia adelante.
Tal vez debido a eso, muchos recordaron las últimas palabras del ex-presidente chileno, a medida que sus restos hacían, finalmente, su último viaje: "tengo la certeza de que mi sacrificio no sera en vano (...) de que por lo menos sera una leccion moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición".