Salud emocional
“No contar con vínculos fuertes puede ser más peligroso que fumar 15 cigarrillos diarios”: experta cuenta cómo afrontar la soledad
Carolina Alonso, autora de ‘Sal del laberinto de soledad’ explica en SEMANA porqué ese sentimiento tiene tan mala prensa. El libro se presenta este 12 de septiembre en Bogotá.
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“La soledad es un tema incómodo, vedado, del que no nos gusta hablar. No queremos sentirla, no queremos que otros la sientan y aún así es una realidad a la que nos enfrentamos”. Así lo reconoce la escritora y coach Carolina Alonso, quien llegó en agosto a las librerías de todo el país con Sal del laberinto de soledad, justamente para poner esa incomodidad como tema de conversación.
En estas páginas, Alonso no habla solo de la soledad física, “de esa que lleva a que cada vez más personas en el mundo entero se vean sin compañía”, sino de esa experiencia íntima que es real para todas las personas, “indistintamente de que vivamos en grandes familias o rodeados por multitudes”. SEMANA conversó con la autora.
SEMANA: ¿Por qué un libro sobre la soledad? ¿Qué la llevó como autora a explorar ese tema?
Carolina Alonso: La primera razón es personal: luego de celebrar mis 50 años, rodeada de mi familia y mis amigas, es decir, rodeada de mucho amor, empecé a sentirme profundamente triste. Una tristeza conocida, una tristeza que había experimentado con más o menos intensidad a lo largo de mi vida y de la cual me sentía cansada. Decidí comprender la causa de esta tristeza recurrente y me di cuenta de que era la sensación de soledad la que generaba la tristeza. Luego, empecé a verla en todas partes, es una experiencia viva en muchas personas, de todas las edades: es la causa no sólo de mucho dolor emocional, sino de enfermedades físicas y mentales. Creo que está en la base de lo que ahora identificamos como una “epidemia de salud mental”. Incluso en EE. UU. y en Reino Unido hay varias investigaciones sobre la soledad y sus efectos en los sistemas de salud, porque la entienden como la causa de un problema social con altísimos impactos económicos.
SEMANA: ¿Por qué la soledad tiene tan mala prensa? Hay una narrativa que nos hace ver la soledad como algo negativo o alejado de una vida feliz.
C.A.: Los seres humanos somos seres sociales, estamos diseñados para la conexión y la vida en comunidad. La soledad no elegida, sino impuesta por circunstancias externas o internas, es un estado no natural que nos aleja de la plenitud, de la alegría de vivir. Y, además, literalmente nos hace sentir frágiles, indefensos, raros, dañados. Como si algo no estuviera bien en nosotros y por eso estamos solos. Por eso no nos gusta hablar de ello.
SEMANA: ¿Por qué culturalmente la soledad de las mujeres se asocia con algo que no está bien? Una mujer sola es como sinónimo de sospecha. Con los hombres no parece suceder lo mismo.
C.A.: Porque las mujeres ponemos las relaciones en el centro de nuestra atención. Entonces, si una mujer no tiene una relación de pareja o una familia, es como si su vida careciera de sentido. Claro, vivimos en un momento de la historia en el cual las mujeres podemos usar nuestras habilidades relaciones en muchos otros dominios de la vida; pero la imagen lastimera de la solterona sigue pesando en nuestros imaginarios.
SEMANA: ¿Cómo es eso de que la soledad es un estado emocional?
C.A.: La soledad puede experimentarse cuando estamos rodeadas de personas, cuando somos parte de una pareja o una familia: no tenemos que “estar solas” para “sentirnos solas”. Por eso me refiero a la soledad como un estado emocional complejo, porque lo componen varias emociones (tristeza, desesperanza, apatía, rabia, miedo) y puede producir otros estados como la ansiedad, la angustia y la depresión.
SEMANA: ¿Cómo convertirse uno misma en su mejor compañía?
C.A.: El libro es una guía, pero no es la única, claro. Creo que es necesario aceptar que nosotras aprendimos a rechazar y abandonar algunos aspectos o partes de quienes somos; nuestra soledad es la suma de las soledades de esas partes negadas. Podemos reconocerlas, escucharlas, amarlas… Traerlas a la luz. Se trata de un trabajo de integración amorosa de todo lo que somos: es el proceso de restablecer nuestra plenitud. Y mientras lo hacemos, aprendemos a hacernos compañía empática y compasivamente. Esto también nos ayuda a ser compañía para otros. Podremos relacionarnos desde nuestra plenitud, no desde nuestros vacíos (el tipo de relaciones que se convierten en co-dependientes).
SEMANA: ¿Cómo convertir la soledad en una experiencia íntima y enriquecedora?
C.A.: La soledad que elegimos y que necesitamos para crear, para reflexionar y para conectar con el espíritu es una soledad enriquecedora. Si puedo sentir mi compañía, si puedo disfrutar en mi presencia, si aprendo a escucharme, naturalmente voy a buscar y crear experiencias de soledad, de íntima compañía conmigo misma. Los frutos de estos encuentros con nosotras se reflejan en nuestras relaciones, que serán más auténticas e incondicionales. Y en nuestra creatividad y sensibilidad ampliadas, en nuestra conexión con la vida y con todo lo que nos rodea.
SEMANA: Muchos sienten que la soledad se ha incrementado después de la pandemia: cuesta más socializar y las relaciones de todo tipo parecen haberse hecho más efímeras. ¿Cuál es su percepción?
C.A.: Definitivamente, la pandemia ha tenido efectos en nuestra forma de relacionarnos y de percibir el mundo. Creo que veremos la magnitud de su impacto en unos cuantos años más. Por ahora, el fortalecimiento de las interacciones virtuales ha debilitado la necesidad de aprender a relacionarnos físicamente con otros, nuestra habilidad para leer los signos corporales y contextuales. La pandemia no generó esto, pero lo potenció. Que nos “dé pereza” salir o que creamos que una consulta médica puede hacerse por Zoom, no está bien. Hay experiencias humanas que sólo ocurren con el contacto físico, con la mirada, con la respiración.
SEMANA: Se cree que la soledad mal llevada afecta el cerebro y se puede somatizar de muchas maneras. ¿Pueden las personas enfermarse de soledad?
C.A.: Sí, está demostrado que no contar con vínculos fuertes ni con redes de apoyo puede ser más peligroso para la salud que fumar 15 cigarrillos diarios, ser obeso o no hacer ejercicio; y también disminuye la motivación para cambiar hábitos nocivos o vivir una vida más equilibrada. La mente es causa, el cuerpo es efecto. Si nos sentimos solos, nuestro deseo de vivir disminuye. El cuerpo obedece y enferma. La tristeza baja las defensas, nos hace vulnerables a los virus. La ansiedad aumenta el ritmo cardíaco y altera el funcionamiento de todo el sistema digestivo. La depresión nos hace propensos a las adicciones. En fin, sí, nos enfermamos de soledad.
SEMANA: Hoy en día las familias se han transformado y, en muchos casos, los abuelos terminan viviendo solos en su vejez por distintos motivos. ¿Qué tan saludable es? ¿Cómo pueden acompañar las familias esos procesos?
C.A.: Para los abuelos no es saludable, pero tampoco lo es para las familias. Perdemos la riqueza que las personas mayores traen consigo: tradición, experiencia, historiA, y aprendemos a temerle a la vejez, lo que nos lleva a rechazar el proceso natural del cuerpo. Y a las personas mayores les quitamos la fuerza vital que viene de saber que contribuimos, que somos apreciados y valorados. ¡Este sería tema para todo otro libro!