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SE GANARON LA LOTERIA?

Por cuenta de la herencia de un general de la Guerra de los Mil Días, 12 familias están a punto de recibir 25 mil millones de pesos anuales por unos derechos de propiedad sobre el mayor yacimiento petrolífero de Colombia: el Cusiana.

4 de noviembre de 1991

EL AÑO PASADO BAVARIA GANO 14.816 MILLOnes de pesos, la cifra más alta en utilidades del sector privado del país. Casi el doble de eso podrían obtener cada año 12 familias colombianas como consecuencia de una decisión jurídica pendiente sobre la propiedad de unos terrenos en Casanare. Se trata de la zona debajo de la cual se encontró en 1990 el yacimiento petrolífero más grande de la historia nacional: Cusiana. Como van las cosas es previsible que allí se lleguen a producir 500 mil barriles diarios de petróleo y que sobre esa cantidad se liquiden los derechos de todas las partes involucradas. Una de esas partes, compuesta por 56 personas naturales, todas tan disímiles como el ex financista Jorge Pombo Jiménez, hoy en la cárcel, y el abogado Enrique Caballero Escovar, tienen por ahora ganado el primer round de la que parece perfilarse como una de las batallas jurídicas más importantes de la historia del país. Todo el lío tiene que ver con un héroe de la Guerra de los Mil Días: el general Jorge Martínez Landìnez, un militar nacido en Boyacá en 1880, y uno de los pocos oficiales de raza negra que llegó a la cima del escalafón castrense. Era un experto en estrategia de los campos de batalla y un controvertido historiador. En 1903, cuando se declaró la separación de Panamá del territorio colombiano. Martínez fue uno de los que se opusieron abiertamente. Tachó de cobardes y de traidores a los militares de la época que no combatieron el hecho, y llegó incluso a renunciar al grado de General que le había conferido el presidente Marroquín. Decidió entonces ingresar en la política activa como parlamentario, y desde el Congreso, durante los años 20, se especializó en denunciar los bienes que, segùn él, pertenecían al Estado, y que habían pasado a manos particulares en forma ilegal. Uno de esos casos tuvo que ver con el Ferrocarril del Nordeste.
El general Martínez Landìnez llegó a vincularse a la zona hoy conocida como Cusiana, por accidente. Era un gran enemigo del Presidente de la Repùblica, el general Rafael Reyes, y en uno de sus intentos por hacerle la guerra a éste. Martínez ingresó en el país por Buenaventura con su hermano Alberto a la cabeza de un contingente armado. Fue encarcelado y, finalmente, el 24 de julio de 1907, llegó a la colonia penal de Acacías, cuatro días después de que le fuera otorgado un indulto.
Sin embargo, las autoridades de ese lugar decidieron hacer caso omiso del indulto, y, en vez de dejarlo en libertad, lo hicieron continuar su camino hasta Orocué, un pueblo ubicado en medio de los llanos de Casanare. Una vez allí, el alcalde le concedió la ciudad por cárcel, condicionándolo a presentarse diariamente a su despacho.
Santiago de las Atalayas y Pueblo Viejo de Cusiana eran dos caseríos sobre los cuales estaba ubicado uno de los latifundios del país, cuyo principal propietario era Clodoveo Barrera. El Ministerio de Obras le acababa de confirmar sus derechos sobre las tierras y el pueblo estaba de fiesta.
El general Martínez Landìnez, quien no tenía nada que hacer y tenía vocación de historiador, decidió pasar sus horas libres dedicado a estudiar la historia de la región. En medio de esta tarea, revisando toda clase de documentos, se encontró con que la historia de la propiedad de esas tierras no era del todo clara: la primera adjudicación se remontaba a 1759, cuando las tierras fueron concedidas a Domingo Ortiz en un remate en Santa Fe de Bogotá. Lo que le otorgaron los oidores a Ortiz fueron 782 hectáreas en Santiago de las Atalayas. A eso le sumaron 8.142 metros cuadrados de los resguardos de Pueblo Viejo de Cusiana en los llanos de Casanare.
Años más tarde, Ortiz cedió sus derechos a Julián Jiménez Ortiz quien a su vez los vendió a Nicolás Díaz Rueda. Faltando cuatro meses para terminar el siglo pasado, las herederas de Nicolás Díaz Rueda vendieron sus derechos sobre esas tierras a Vicente Clodoveo Barrera en 1899.
Lo que sucedió de allí en adelante es digno de una canción de Escalona o de una novela de García Márquez. Sin que nadie supiera cómo ni cuándo, las 782 hectáreas se convirtieron en 420 mil, gracias a la manipulación de documentos y de linderos. En 1907, el audaz terrateniente era duelo de una extensión cuyo tamaño era comparable a Casanare y Boyacá sumados. Si hubiera que hacer una analogía con un término contemporáneo, se podría decir que Clodoveo Barrera ha sido sin duda alguna el