columna del lector
Sumo espectáculo
Miércoles 6. "Me da mucha pena, como está de moda decir, pero soy de los que piensan que el despliegue mediático a raíz de la muerte del Papa ha sido exagerado y tautológico", opina Mario Morales, lector de SEMANA.COM.
No sólo por los anuncios anticipados del deceso pontifical por parte de agencias internacionales (reproducidas por medios nacionales). Un periódico tan prestigioso como el turinés L'Stampa publicó una composición a manera de lápida en su edición del viernes primero de abril. También es cuestionable la repetición de la imagen angustiada del sumo Pontífice ante la imposibilidad de pronunciar palabra, lo que originó reacciones diversas como la de Vincenzo Marras, director de la revista Jesús, de prestigio en los ámbitos eclesiales italianos: "Siento dos sentimientos fuertes y opuestos: sincera conmoción por Karol Wojtyla (...) y fastidio por la ostentación del dolor." O como lo han criticado medios españoles e incluso polacos, por la transmisión casi en vivo y en directo de su agonía y muerte. Más preocupante ha resultado la presencia permanente de cámaras de televisión, ajenas a todo respeto por la intimidad en lugares impensables como la capilla privada de Juan Pablo II donde yacía su cadáver antes de ser trasladado a la sala Clementina, donde fue expuesto horas más tarde. El paroxismo luctuoso va más allá de los tres millones de fieles haciendo fila para ver sus despojos, más allá de las 990.000 cadenas en motores de búsqueda en Internet, de los sesenta mil artículos sobre su óbito, y de ser considerado el fenómeno cibernético más seguido después del atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York. Para no hablar de la incesante repetición de los rituales, de las cábalas y de los datos que los portales y periódicos refritan cada día. ¿Qué pensaría de ello Karol Wojtila? El mismo que durante 26 años de pontificado derrochó energía y sabiduría. El mismo que en Semanas Santas precedentes criticó la afluencia de gente en la conmemoración de la pasión y muerte de Jesús y la indiferencia de la feligresía el domingo de resurrección. El mismo que repitió tantas veces, que contadas pasarían a engrosar sus innumerables records, que el Altísimo no es Dios de muertos sino Dios de vivos. Más artículos del periodismo Independiente en http://mariomorales.colnodo.apc.org