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Jorge Eines. Cortesía Editorial Océano.

Entrevista

“El actor mediocre copia la vida”: Jorge Eines

El maestro de teatro visitó Colombia y habló con Arcadia sobre los desafíos de enseñar ese arte y las diferencias entre países a la hora de hacer teatro.

Laura Isabel Rivera
22 de agosto de 2017

Jorge Eines nació en Buenos Aires en 1949. Cuando era joven, hizo algunos semestres de Medicina, pero terminó dedicándose al teatro. Eines es conocido por ser maestro de maestros. Su interés no ha sido ser actor sino enseñar y dirigir.

Su debút como director artístico fue con el espectáculo Chapatutti en Sandilandia en 1973, aclamado por la crítica. En 1976 se fue a España y allí ha ocupado cargos como director del Departamento de Interpretación de la Real Escuela Superior de Arte Dramático y Danza (RESAD) y fundador de la Escuela de Interpretación Jorge Eines. También se ha dedicado a viajar, a dar seminarios sobre la actuación en los que instruye tanto a actores como a directores.

Eines también ha publicado siete libros entre los cuales se destacan Repetir para no repetir, un texto que critica fuertemente a los actores de televisión, y Las 25 ventanas, en el que ahonda en la relación del actor con el director y el escenario.

Usted quería estudiar Medicina. ¿Por qué cambió drásticamente su proyecto de vida?

Con los años uno reescribe muchas historias de las decisiones que ha tomado. Yo puedo decir ahora que tal vez estudié Medicina porque mi madre quería tener un hijo médico. No porque yo quisiera serlo. Al momento de estudiar, me di cuenta de que no me interesaba la naturaleza de los cuerpos sin subjetividad. Me motivaban los cuerpos como arte. Mi camino pasaba por cualquier otro lugar que no tenía que ver con el estudio de músculos, articulaciones, venas y arterias. Me crucé con gente, aprendí y tuve muy claro que yo quería dedicarme a esto pero no quería subirme al escenario. Lo que me interesaba era enseñar y dirigir. Yo nunca quise ser actor. A eso se integró de manera muy radical la filosofía. Empecé a estudiarla en la academia y luego en la vida. Entonces, en el fondo soy un filósofo frustrado que se dedicó al teatro, pero que le hubiera gustado enfocarse de lleno a la filosofía.

¿Cómo se entiende a un actor?

Hay deseo de escuchar, de enseñar y de dar… De ser estribo en la vida. El estribo es lo que tiene un caballo para que la gente se monte sin caerse. A mí lo que me ha gustado en la vida es ser estribo. Yo quiero que la gente se apoye en mí para crecer, que la gente sea capaz de enfrentarse a la aventura de crear un personaje porque tiene una base sólida que le permite arriesgarse. El actor mediocre copia la vida, siempre está buscando modelos en vez de imaginarlos, construirlos e inventarlos. Hay un posibilismo mediocre que siempre se tiñe de copia de la vida, es una enfermedad del actor. Para entender a un actor se debe impulsarlo a que sea original y se aventure a crear. Sirviendo de estribo, el actor le muestra sus debilidades y así uno entiende qué pasa con él y puede ayudarle a ser mejor.

¿Las diferencias culturales afectan al desarrollo de cada actor?

Los teatros que yo más conozco son el argentino y el español, y son muy distintos. El teatro español está muy determinado por el dinero. España ha vivido obsesionada por recuperar el tiempo perdido por los años de dictadura. Pero se recuperó mal, con mentiras bonitas que salieron muy caras. Se recuperó pagando montajes. El actor español tiene muchos problemas a la hora de entender su profesión si le suprimen la rentabilidad. Esta es una profesión que no se puede medir por la cantidad de dinero que se tiene en el banco. En España creyeron que era bueno y necesario hacerle creer al actor que la profesionalidad se mide por los ingresos, y eso es una falacia. Uno es profesional cuando sabe hacer bien su trabajo. Otra cosa es que se gane mucho, poco o nada por hacerlo.

En Argentina, en cambio, hay ciudades donde aún hay una circulación de lo artístico vinculado al actor. Existe un público que sí va a teatro y hay una respuesta social. Es muy parecido al fenómeno del fútbol. Es decir, si tú eres simpatizante de fútbol, vas a ver a tu equipo cada fin de semana. Cuando pierde, te enojas con los jugadores y los insultas. Cuando ganan, los aplaudes y tú vas a ver ese partido con la camiseta puesta. Hay mucha gente en Argentina que va al teatro así. En España, no.

¿Cómo se forma a un actor de teatro?

Psicológica, intelectual, física y técnicamente. Eso significa mucho trabajo articulado mediante la ética. Una técnica que no tiene una concesión ética es una técnica ciega: yo puedo saber hacer algo, pero la pregunta importante es “para qué lo hago”. Tampoco se puede ser muy ético y no saber hacer nada. Yo intento con todas mis fuerzas articular lo ético con lo técnico. Y es hacia allá a donde se está moviendo esta profesión. Hace muchos años se creía que los actores solo vivían de rating y de morbo, no de arte. Por ello la ética es tan trascendental: sirve para volver a encauzar la profesión y vincularla con lo verdaderamente humano.