TURISMO
La pareja de físicos que salió en una combi a divulgar la ciencia a cambio de alojamiento y comida
Ana Salvador y Ángel Rivas son una pareja de físicos que salió a divulgar la ciencia por América a cambio de alojamiento y comida. Con el proyecto Acoge a un científico, han creado una bitácora de aventuras y conocimiento compartido.

Ana no se lo tomó en serio cuando Ángel le dijo: “Tú terminas el doctorado, yo dejo mi trabajo y nos vamos a viajar”. Ana Isabel Salvador (28, española) y Ángel Rivas (27, argentino) habían decidido hacer divulgación científica en un formato nómada: recorrerían la América íntegra ofreciendo charlas y asesorías a cambio de alimento y hospedaje.
La palabra clave de esta historia es: LIBERTAD. Ana es física y está especializada en cosmología; Ángel, ingeniero de sistemas y desarrollador de software. “Con Ana —dice el novio— hicimos casi toda la carrera juntos”. Durante los dos últimos años de sus estudios, compartieron piso junto a otros compañeros en Madrid. Se empezaron a mirar de otra manera. Fue algo muy gradual. “Ángel durante mucho tiempo tuvo una novia —explica Ana—, eso influyó para mantenernos distantes”.

La primera escala, de tantas: Saldungaray “Ahí — afirma Ángel—, en esas sierras del sur de la provincia de Buenos Aires, decidimos de qué íbamos a hablar; escribimos las charlas: desde la física de partículas (lo pequeño) a la física de lo muy grande (la cosmología); haríamos un viaje por el espacio y el tiempo, desde el Bing Bang hasta hoy, pensando el futuro del Universo”.
Cielos y caminos
En las Torres del Paine (al sur de Chile) descubren cuál es el límite de su resistencia física: 14 horas caminando por lagos de colores, paredes de granito, pájaros carpinteros, y siguen hasta El Calafate haciendo dedo. Luego los sorprende la Navidad en Buenos Aires. Hasta aquí, llegaban a un lugar y no sabían dónde pasarían la noche. El 1 de enero de 2018, Ana se pregunta (apenas levantada de la cama): “¿Y por qué no ahora?” “Quizás es el momento”, le expresa a Ángel.
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Veinte días después ya tienen su combi (una Volkswagen modelo 88). Amor a primera vista. Así entra Vera (la combi) en sus vidas. Vera llegó con algunos problemitas. Arranca y se para, por ejemplo. Un día, están en los Esteros del Iberá, “en el medio de la nada” —recuerda Ana—, a más de 100 kilómetros de Posadas y de Corrientes, entre rutas de ripio plagadas de baches, y Vera se resiste a arrancar. Ana: “Quizás eso de viajar no era para nosotros. Ya pensábamos en vender la combi y en volvernos a España”. Ocurrió algo milagroso: un hombre, desde la ruta, salió de la oscuridad y los instó a seguir. “El camino no está tan mal”, les insistía. Les pasó el número de un mecánico, en Posadas, que luego no les quiso cobrar. ¡Cuánto habían anhelado estar frente a las cataratas del Iguazú! ¿Ahora desistir?
Frente al cerro de los Siete Colores, en Jujuy, el proyecto da un giro de 180°: empezarían a vender libros ilustrados sobre la historia del Universo, realizados por ellos mismos. “Así podemos ganar algo de dinero para los gastos”, planifican. Así logran juntar lo necesario para cambiar el sistema eléctrico de Vera. ¿Cómo es Vera por dentro? Tiene un sillón cama con dos posiciones (reclinado y recto), cocina y armario. “Es muy básica —asegura Ana—. Pero con la mochila, aprendimos a vivir con poco”.
El confort no es prioridad pero se extraña. Aquella noche del invierno del año pasado fue increíble: la luna iluminó a pleno el Salar de Uyuni, y ahí están ellos en la cordillera de los Andes, sobre la salina más grande del mundo, solitos entre casi 11.000 kilómetros cuadrados de sal blanca brillante, el mayor espejo de cielo que tenga el mundo, y hay luna llena. Casi pueden rozar con las palmas las nubes de Magallanes (las galaxias más lejanas que se pueden apreciar a simple vista en el cielo del hemisferio sur). No escuchan nada más que sus pasos. Del Titicaca a los AndesTiempo de Bolivia: días de compañía y nuevos amigos, bebiendo cerveza, comiendo tortilla de papas, jugando a las cartas. Lago Titicaca, Copacabana, después Puno (en Perú). Hace mucho frío. Duermen a la orilla del Titicaca. La humedad los corroe.
La virgen, la piedra y el Templo de la Luna. Luego, Puerto Inca; las Líneas de Nazca; más tarde, Lima. Dan cátedra en el Planetario de Lima, a cambio de un lugar de estacionamiento para Vera. Ella tiene que estar segura en una ciudad tan grande. Otro día, a 4.200 metros de altura, al norte del Perú, Vera se detiene y no quiere avanzar; empieza a largar mucho humo. Su motor se incendia. El extintor no funciona. Ana comete una imprudencia: se mete dentro de la combi. Después piensa: “Bueno, ahora sí, hasta aquí hemos llegado, y de vuelta a España”. Por suerte, aparece un carro y les presta un extintor.
Al borde de un camino, envuelta en una manta, Ana llora. Una grúa los acerca a la ciudad más cercana, Huaraz, tierra de cóndores andinos y jaguares. Están protegidos: el motor no está dañado. “Una prima nos dijo: ‘Ustedes son gente buena, que hace cosas buenas, y atrae lo bueno’. Creo que tenemos suerte, y ya”. Durante el paso por la Amazonia ecuatoriana, se dejan atravesar por la belleza: verdes intensos que —ellos militarán esta causa— se están destruyendo (…). Y ya en Colombia —recién llegados al Eje Cafetero— dicen que todos los invitan a tomar café. Seguirán hacia Medellín, y de ahí al Caribe. La idea es cruzar a Panamá, pero Vera debería embarcar en un contenedor; tendrán que separarse, ya que la pareja irá en avión.
Eso es caro y difícil. México es la meta para un final posible. “Ahí —asevera Ángel—, es donde se termina el español”. Van a vender a Vera en los Estados Unidos, donde se la pagarán mejor que en México, y de ahí, sí, a España. ¿Cómo será aquella última noche? Se visualiza lejana y triste. “¡Cómo nos gustaría quedarnos con Vera!”, a dúo. Pero no tienen el dinero necesario. Se terminará, entonces, una etapa de sus vidas. Vendrá la incertidumbre. Pero quieren que se propague un mensaje a partir de este recorrido: cada tanto —o una vez, o todo el tiempo— hay que saber soltar y abandonarse al deseo.
Hitos para un viaje existencial
Con 197 charlas brindadas en nueve países, Ana y Ángel dejaron huella en diversos pueblos y ciudades latinoamericanos.
22/9/2017 Saldungaray (Argentina).
15/11/2017 Ushuaia y la Patagonia.
23/1/2018 Adquisición de Vera en Buenos Aires.
10/2/2018 Armado de Vera por dentro (en Uruguay).
1/4/2018 Cataratas del Iguazú (“Un sueño”).
15/4/2018 Asunción del Paraguay.
13/7/2018 La Paz (Bolivia). Momento de quiebre: nace en España el hijo de la mejor amiga de Ana.
25/12/2018 Navidad en soledad a los pies del volcán Cotopaxi (Ecuador).
31/12/2018 Año Nuevo en Montañita.
3/2/2019 Bogotá, cumple de Ana; un desconocido los recibe con dulces y velas. Junio de 2019 Manizales, convocados por la Red de Mujeres Científicas. Un objetivo: reforzar el papel de la mujer en la ciencia.
Artículo originalmente publicado en la edición 73 de la revista Avianca