¡UNO, DOS, Y TRES GOMEZ OTRA VEZ!
Prestigio, contradicciones y desventaja inicial son las características de la nueva candidatura Gómez.
Casi todo el mundo sabía que Alvaro Gómez iba a ser el candidato conservador, pero lo que nadie imaginaba era que la definición de su candidatura se iba a hacer 20 meses antes de las elecciones. Flotaba en el ambiente la posibilidad de una candidatura de Pastrana, bajo el entendido de que si el ex presidente quería, la nominación era suya. Pastrana no quiso y el anuncio oficial de esta decisión, que se produjo la semana pasada, significa de facto la candidatura de Alvaro Gómez, aun cuando estén pendientes las instancias estatutarias y la convención del partido.
¿Por qué Pastrana no quiso y por que lanzó a Alvaro Gómez precisamente ahora? Estos fueron los interrogantes de la semana. Aunque era muy probable que el ex presidente no aspirara a la reelección, su estrategia había sido la de dejar abierta la puerta para que su nombre sonara. La expectativa que despertaba esta posibilidad le daba grandes dividendos políticos, y le abonaba el camino para convertirse en el king maker en el momento que él juzgara adecuado. En una "cumbre" preliminar que ambos habían sostenido en Nueva York, Alvaro Gómez le había preguntado si él aspiraba a ser candidato, a lo que Pastrana respondió: "No seré, pero no lo digo".
Dados estos antecedentes, sumados al hecho de que Pastrana insistentemente había afirmado que no debería hablarse de candidaturas antes de la convención, causó sorpresa el madrugón del ex presidente. La explicación parece obedecer simplemente a una razón estratégica: teniendo en cuenta que la candidatura de Gómez era un hecho, Pastrana tenía la opción de ser arrastrado por ésta o de ser su patrocinador. Y obviamente, esto último era más coherente con su status de jefe del partido y gran elector. Además, cualquier posibilidad de triunfo conservador se basa en la unión, factor que tiene que ser recalcado en cada una de las etapas. Como dato curioso, la iniciativa de lanzar desde ahora la candidatura de Gómez fue del mismo Pastrana durante una entrevista sostenida por ambos en Miami, a donde el ex presidente había viajado para escampar la elección del designado. Gómez, por su parte, había pensado que era más oportuno oficializar su candidatura a finales del año, asumiendo que el apoyo de Pastrana no vendría sino hasta después de la Convención.
Aparentemente superadas las contradicciones internas del Partido Conservador, las que no parecen estar superadas son las inherentes a la candidatura misma. Alvaro Gómez representa simultáneamente el continuismo y el cambio frente a la presidencia de Betancur. El continuismo, en el sentido de que aunque los estilos y las ideas no podía ser más diferentes, tanto Betancur como Gómez pertenecen al Partido Conservador. Esto obliga a Gómez, hasta cierto punto, a ser solidario con el gobierno y lo convierte en heredero de unas banderas que no puede rechazar abiertamente. Sin embargo, gran parte de la fuerza de su candidatura se deriva del hecho de que sus seguidores, la clase dirigente y amplios sectores del país, creen que lo que se necesita es una ruptura radical con los experimentos pluralistas e izquierdizantes del actual gobierno, y que nadie mejor que él encarna la posibilidad de este cambio. Un anticipo de las dificultades que enfrentará como consecuencia de estas contradicciones puede vislumbrarse en un párrafo del comunicado de Pastrana en el cual se lanza la candidatura de Gómez: "... bien puede abrirse desde ahora en el partido la presentación de las candidaturas para el próximo período presidencial, con la voluntad de que en nada tienda a interferir la tarea que con patriótica visión adelanta el presente gobierno". El mensaje no podia ser más claro: sin el apoyo de Pastrana no hay posibilidades y si hay oposición abierta al gobierno, no hay apoyo de Pastrana.
Este dilema, aparentemente insoluble para cualquier otro candidato en esa posición, no lo es tanto para Gómez, que es un maestro consumado en el arte de disfrazar la oposición de análisis constructivo. De ahí que en el curso de la campaña, se verán todos los ritos y signos externos de la unión, combinados con sesudos y sobrios editoriales críticos de El Siglo. Otra incongruencia a la que le tocará someterse será la de darle a su candidatura el nombre de nacional y no de conservadora. Sin embargo, es una concesión pequeña, si se tiene en cuenta que no es más que un rótulo utilizable como una estrategia electoral, sin ninguna implicación concreta a la hora de gobernar. De cualquier manera, con el artículo 120 es constitucionalmente imposible hacer un gobierno de partido.
Algo que llama la atención de la candidatura Gómez es la unanimidad a la que ha llegado el país en torno a su prestigio y credibilidad como hombre de Estado. Los elogios a Alvaro Gómez se han convertido en un lugar común, si bien el que los formula generalmente cree estar expresando una originalidad o una opinión audaz. Existe el sentimiento de que la seriedad y coherencia de su vida pública merecen una oportunidad. Esta apreciación la comparten muchos liberales, y aún quienes no quisieran verlo en la presidencia no discuten sus condiciones de estadista.
Sin embargo, el alvarismo furibundo que se está palpando parece estar circunscrito a la clase dirigente y a algunos sectores de la clase media. Los tabús alrededor de su imagen y su apellido que marcaron los primeros años de su carrera parecen haberse desvanecido. Pero aún cuando no están presentes en el ambiente, si lo están en las encuestas. De acuerdo con éstas, si las elecciones tuvieran lugar en la actualidad, Gómez no tendría ninguna posibilidad de ganar. Según Consumer, enfrentado con Virgilio Barco, el más probable candidato liberal, el resultado sería: Barco 41% Gómez 23%. Por otro lado, una encuesta de Invamer, publicada en noviembre de 1983, demuestra que la percepción de Gómez es la siguiente: Opinión favorable, 28.8%. Opinión desfavorable, 40.4%. No sabe o no opina, 22.4%. Esto contrastaría con las cifras de Barco en la misma fecha: Opinión favorable. 40.3% Opinión desfavorable, 17.7%. No sabe o no opina, 24.9%.
Las posibilidades de Gómez aumentarían si el Partido Liberal va dividido a las elecciones. Sin embargo, los observadores políticos no consideran esto probable. Se da por descontado que ante una candidatura Barco, Galán mantendría la amenaza de la suya para aumentar su poder de negociación, pero que la retiraría antes de la elección. Galán no es tonto, y sabe que enfrentarse a Barco sería un suicidio político que le imposibilitaría ser candidato único del liberalismo en 1990. Los alvaristas están concientes tanto de que se enfrentarán con un liberalismo unido como de los problemas de imagen de su candidato, pero consideran que la superioridad de Gómez es tal frente a cualquier rival, que tarde o temprano saldrá a flote. Confían en que el país está dejando atrás los días del voto cautivo y que hay un electorado más critico e independiente y por consiguiente más susceptible de ser conquistado. En este proceso la televisión jugará un papel definitivo, campo en el que la superioridad de Gómez sobre Virgilio Barco es inmensa.
Un alvarista interrogado por SEMANA resumió las posibilidades de su candidato en los siguientes términos: "En la actualidad quieren votar por Gómez los que lo conocen y por Barco los que no lo conocen. Nosotros creemos que en la medida en que vayan conociendo más a Barco, éste tendrá menos votos. Y en la medida en que vayan conociendo a Gómez, éste tendrá más votos."