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SALUD MENTAL

Cuál es la diferencia entre miedo y angustia

Conocer qué es emoción, estrés, pánico y otras palabras que se usan a diario es un primer paso para cuidar la salud mental. El psiquiatra José Posada hace un ejercicio de alfabetización en este campo.

21 de agosto de 2017

La información sobre salud mental puede provenir de varias fuentes: conversaciones con amigos y familiares, radio, televisión, periódicos, revistas, escuelas, universidades, sitios Web, redes sociales, médicos, psicólogos, enfermeras, educadores y otros profesionales del sector, pero no siempre quiere decir que esa información sea entendida, asimilada y aplicada.

La alfabetización en salud, del inglés health literacy, es la habilidad para obtener, procesar y entender información básica con respecto a la salud, necesaria en la toma de decisiones para el cuidado de esta.

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Hay una explosión de información sobre temas de salud mental y psiquiatría en los medios de comunicación y en las redes sociales, y es pertinente apoyar a los ciudadanos para aprovechar al máximo estas posibilidades educativas. Por más que tengamos nuevos conocimientos, leyes, presupuesto, tecnología y medicamentos, es necesario hacer aportes sencillos pero fundamentales que faciliten la comprensión adecuada y la utilización de todos estos conocimientos.

La alfabetización en salud mental está ligada al conocimiento, motivación y competencias para acceder, comprender, evaluar y aplicar la información disponible para tomar decisiones que incrementen nuestro bienestar mental y entender lo que el profesional de salud mental dice; evaluar si la información en los medios de comunicación y las redes sociales sobre los problemas o trastornos mentales es fiable;  encontrar información de cómo manejar por ejemplo la ansiedad o la depresión y participar en actividades que mejoren la salud  mental y el bienestar en la familia y la comunidad.

El primer paso es aprender a utilizar, sin que deje de ser técnico o científico, un lenguaje llano, simple, que permita entender o expresar fácilmente estos conceptos.

En esa torre de Babel, es importante dar claridad y adecuada utilización a términos que se usan con mucha frecuencia en la vida diaria.

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Miremos algunos términos de uso común en este campo:

Una emoción es una alteración del estado de ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de ciertos cambios que afectan al sistema nervioso y hormonal y se corresponde con un afecto. Es necesario señalar que lo que provoca una emoción es siempre un afecto (el amor, el odio, los celos, la ternura, etc.).

Los afectos pueden expresarse, es decir, comunicarse, o no, y cuando se expresan se hace siempre por medio del lenguaje verbal. La emoción que acompaña al afecto, en cambio, siempre se expresa, lo quiera o no la persona, puesto que su modo de expresión corresponde al lenguaje actitudinal, corporal o fisiológico, es decir, no verbal, sobre el cual el sujeto no tiene control, a no ser, claro está, que haya recibido entrenamiento especial para aprender a controlar sus emociones (pensemos en la imposibilidad de reprimir el rubor; es decir, de no expresar la emoción por medio del rubor).

¿Qué es el estrés? Es un proceso que se pone en marcha cuando una persona percibe una situación o acontecimiento amenazante o que va más allá de sus recursos y posibilidades. Con frecuencia los hechos que lo ponen en marcha son los que están relacionados con cambios o exigen de la persona un esfuerzo mayor y por tanto siente que pone en peligro su bienestar.

El estrés no siempre tiene consecuencias negativas. En ocasiones su presencia representa una excelente oportunidad para poner en marcha las potencialidades personales, fortaleciendo así la autoestima e incrementando las posibilidades de éxito en situaciones futuras. Generalmente cuando se vuelve crónico, produce problemas de salud física y mental.

Ahora miremos que es miedo y angustia. El miedo se diferencia de la angustia, sobre todo, por hallarse dirigido hacia un objeto determinado. Una amenaza real, actual o futura es la base del miedo. La angustia es percibida como indeterminada y carente de objetivo, libre y flotante. Lo que siento cuando me atacan con un cuchillo, es miedo. Si siento lo mismo sin que me estén amenazando físicamente, es angustia.

Entre el miedo y la angustia están el temor, cuyo objeto es más difuso y menos conocido que el miedo, y el pánico, donde el miedo no se concreta en algo determinado, sino que se refiere a todo: el peligro viene de todas partes.

Incluso hay estados mixtos: el miedo angustioso y sobre todo el miedo a la angustia, fenómeno muy frecuente entre los neuróticos.

La manifestación de la angustia en forma de fobias puede tomarse como una transformación de la angustia en miedo. Esta transformación obedece a un mecanismo psicológico de defensa: la angustia ubicada en un objeto como una araña, una culebra, un sitio cerrado, las alturas (fobia) es menos mortificante que la angustia-nada.

Angustia: aprensión intensa sin causa aparente, acompañada generalmente de sensación de muerte inminente o de pérdida del control y de síntomas físicos tales como dificultad para respirar, palpitaciones, opresión en el pecho, sequedad de boca y sudoración.

Ataque de angustia: aparición súbita e inesperada de la angustia. Es sinónimo de crisis de angustia (a veces la llaman, de manera inadecuada, “ataque de pánico”).

Ansiedad: estado desagradable de aprensión, preocupación o desasosiego excesivos que impide a la persona relajarse. Es de menor intensidad que la angustia y, al contrario que esta, no ocurre de manera abrupta con crisis o ataques y puede ser de carácter crónico. Se acompaña generalmente de síntomas físicos similares a los de la angustia, aunque menos intensos. Es conveniente distinguir entre angustia y ansiedad.

La invitación es a empoderarse de los conceptos de salud mental de una manera sencilla pero adecuada, teniendo en cuenta que no es tema solo de psicólogos y psiquiatras y que así todos podemos participar de manera activa en la promoción de la salud mental y en las actividades de prevención, tratamiento y rehabilitación de una manera más informada y por lo tanto más efectiva.