Carlota de Mónaco y Gad Elmaleh. Recientemente dio a luz a su primogénito Raphael producto de su noviazgo con Gad Elmaleh. Aunque el francés se le ve muy integrado a la familia Grimaldi aún no se habla de boda. | Foto: AFP

RELACIONES DE PAREJA

El matrimonio pasó de moda

Princesas, gobernantes, celebridades y gente del común le dicen cada vez más “no” a casarse. ¿Qué está pasando con esta institución?

1 de marzo de 2014

En los últimos 20 años en Colombia el matrimonio ha ido de capa caída. Si en 1995 apenas el 30 por ciento de la población optaba por este vínculo formal hoy solo lo hace el 19 por ciento. Mientras tanto, las uniones libres han ido en aumento y en solo 20 años pasaron de ser 25 a 33 por ciento, según cifras recientes de la Encuesta de Demografía y Salud. Y a nivel global las cifras de los últimos años evidencian el ocaso de esta institución en el mundo occidental, donde el número de parejas que suben al altar ha disminuido ostensiblemente. La mayoría prefiere cohabitar en unión libre o permanecer solteros.

La tendencia se ve incluso en las familias de elite y en la realeza. Carlota de Mónaco y su novio Gad Elmaleh tuvieron a su primogénito Raphaël, el 17 de diciembre de 2013, pero hasta la fecha no han sonado campanas de boda. El presidente de Francia, François Hollande, que estuvo envuelto recientemente en un escándalo por un lío de faldas, nunca se ha casado y ha vivido en unión libre con tres parejas. La presentadora Oprah Winfrey, que lleva 26 años de relación con el empresario Stedman Graham, nunca se ha casado. “No me considero una mujer tradicional y si me hubiera casado con él seguramente nos hubiéramos separado”, señaló en una entrevista televisiva en 2013.

El asunto ha llegado tan lejos que si bien antes en las fiestas de la Reina Isabel II se exigía que las parejas fueran exclusivamente con sus cónyuges, hoy el protocolo del palacio de Buckingham es mucho más laxo y las invitaciones van dirigidas al invitado y su esposa o a su compañera permanente, según el caso. “Aunque las celebridades tienen sus presiones particulares que no representan a la mayoría de la población, el hecho de que no quieran casarse y la inestabilidad de sus relaciones son un claro reflejo de la debilidad generalizada del matrimonio”, señaló a SEMANA el psicólogo Nigel Barber, autor del libro The Science of Romance.

Para las nuevas generaciones el matrimonio ya no es un prerrequisito para entrar a la adultez ni para realizarse como personas ni conformar una familia. En una conferencia reciente organizada por la Unión de Estudiantes de la Escuela Universitaria de Londres (Uclu, por sus siglas en inglés), muchos jóvenes señalaron que el matrimonio era simplemente “un símbolo sepultado que perteneció a una sociedad en la que ya no vivimos”.

Este desprecio obedece a una serie de cambios sociales y culturales. Por un lado está el ascenso de la mujer en la sociedad. El acceso de ellas a la educación y al campo laboral ha hecho que tengan un proyecto de vida con mayores oportunidades en comparación con las mujeres del pasado, a quienes les esperaba el matrimonio y una existencia como amas de casa.

Este cambio de roles ha movido las fechas en que ellas piensan ‘sentar cabeza’. Claudia, de 26 años, a pesar de tener una relación de casi ocho años con su novio, hasta ahora no ha pensado en el tema. “Mi novio me lo ha propuesto varias veces pero yo no quiero perder mi libertad”, dice. En los países desarrollados la edad promedio en que los jóvenes se casan y tienen hijos pasó de 23 a 29 años en las últimas cuatro décadas. “Vemos que la gente hoy se casa más tarde debido a que le da mayor prioridad a sus estudios y a su carrera profesional antes de pensar en conformar un hogar”, dice Barber. La psicóloga María Elena López también cree que la tendencia de las personas a poner por delante sus metas individuales y su autonomía influyen para que haya menos matrimonios. Pero además, hoy la gente puede decidir libremente qué tipo de relación quiere porque esta se “valora más en términos de calidad que de conveniencia”. Y hay otras formas de vivir en pareja que son cada vez más aceptadas por la sociedad. A la familia nuclear, conformada por padre, madre e hijos se han unido otras formas de organización entre las cuales los hogares unipersonales han ido en aumento. A esto se suma que las personas que viven en unión libre gozan de casi los mismos derechos civiles. “Hay una gran variedad de posibilidades en cuanto a cómo satisfacer las necesidades afectivas, construir la intimidad y vivir la sexualidad”, explicó López a esta revista.

En efecto, el informe Mapa mundial de la familia 2013, publicado por la organización Children Trends, reveló que en los últimos años ha habido una ruptura entre el sexo, el matrimonio y la procreación. Es decir, que las personas ya no se ven obligadas a casarse para vivir su sexualidad a plenitud ni para criar hijos. Ese es uno de los motivos por los cuales hay tantos hogares monoparentales, pues quienes desean ser papás pueden hacerlo sin formalizar una relación. En Europa, por ejemplo, los padres y madres solteras se han duplicado en los últimos 20 años. En el abanico de posibilidades que tienen están los procedimientos de inseminación artificial, el alquiler de un vientre o la adopción.

En otros casos las parejas prefieren convivir unos años en unión libre y con base en su experiencia deciden casarse o separarse. “En consulta veo que a la mayoría de jóvenes entre los 20 y 35 años les gusta más la idea de vivir juntos antes de casarse y esa posibilidad solo aparece después de los 30”, afirma López. Y como la tasa de divorcios aumenta, es muy común que los hijos que han sufrido la separación de sus padres no quieran dar este paso porque “temen repetir los mismos errores y ser infelices”, afirma Barber.

Sin embargo, todavía un número considerable de personas sigue casándose, porque creen que el matrimonio le da estabilidad y seguridad a la familia. Estudios recientes han demostrado que quienes contraen nupcias tienen menos problemas de salud, son más longevos y forman hijos más fuertes a nivel emocional. Además gozan de una vida sexual satisfactoria y tienen mayor estabilidad económica que quienes viven en unión libre. “Cualquiera quisiera disfrutar de esos beneficios”, señaló a SEMANA la psicóloga clínica Susan Heitler.

Un grupo que está claramente a favor del matrimonio es la comunidad LGBTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales), que no han cedido en su lucha por poder conformar un vínculo formal al igual al que pueden acceder los heterosexuales. “Resulta paradójico que unos luchan por no casarse y otros por reivindicar el matrimonio en su acepción más tradicional”, afirma López.

Según los expertos, más que el fin del matrimonio, lo que la sociedad vive hoy es una etapa de transición en la cual se están transformando los modelos de familia. Aunque la gran variedad de situaciones afectivas generan más dudas que certezas, son procesos normales de un mundo cambiante que reflejan nuevas maneras de asumir y vivir la vida.