EL TIEMPO DE LOS DIVORCIADOS

Ernesto Samper es el primer presidente separado y vuelto a casar en la historia del país en este siglo. Y lo más seguro es que no sea el último.

12 de septiembre de 1994

LA SEMANA PASADA SE ESCRIBIO TODO lo que se podía escribir sobre Ernesto Samper. Se habló de su familia, de sus estudios, de su trabajo, del atentado de que fue víctima, etc., etc. Lo que nadie registró, sin embargo, es que se trataba del primer presidente 'separado' de la historia de Colombia en este siglo. Esta omision es significativa, pues no se hizo por discreción o por solidaridad. Simplemente, el asunto no se mencionó porque a nadie le importa. Esto demuestra una evolución trascendental de las costumbres sociales y políticas del país.
En todas las culturas la relación entre el estado civil y el poder ha cambiado en los últimos años. Y Colombia no ha sido la excepción. Hace apenas 18 años, no se pudo posesionar como gobernadora de Risaralda la doctora Dora Luz Campo, por estar casada por lo civil con su segundo marido. Hoy en día semejante escándalo sería impensable. Ernesto Samper está casado por lo católico después de haber anulado su primer matrimonio, por lo tanto el caso no es totalmente comparable. Sin embargo, es probable que aunque estuviera casado por lo civil, esa circunstancia no hubiera sido objeto de discusión alguna.
El actual Presidente se casó por primera vez en 1972 con Silvia Peláez. De esa unión nació su primer hijo, Andrés, que tiene 20 años y estudia en Canadá. Posteriormente se separó y años más tarde se casó por lo civil -en 1979 en Nueva York- con Jacquin Strouss. La unión fue refrendada por la Iglesia en 1987 tras la anulación del matrimonio anterior. De este segundo matrimonio nacieron sus hijos Miguel y Felipe.

OTRAS EPOCAS
Hace un siglo, el estado civil del Presidente era uno de los temas políticos más candentes del país. Rafael Núñez llegó a la presidencia separado de su esposa Dolores Gallego. Ella entabló una demanda de divorcio y , le fué reconocido por la Corte Suprema del Estado de Panamá, en julio de 1877. Esto dejaba a Núñez legalmente libre para casarse nuevamente. Y eso hizo, en París, en ese mismo año. (El matrimonio se celebró por poder y Núñez fue representado por el hermano de doña Soledad, Eduardo Román). Pero aunque la Constitución de 1863 no reconocía sino el matrimonio civil y aceptaba el divorcio, y desde el punto de vista legal era un matrimonio irreprochable, no faltaron las críticas y los desplantes "de una sociedad hipócrita que no creía en el matrimonio católico sino en el laico", señala el abogado e historiador Raimundo Emiliani Román. "Los radicales, a pesar de haberle dado vigencia al matrimonio civil, criticaron a Núñez como bígamo y trataron a doña Soledad despectivamente". Después de la muerte de su ex esposa Dolores Gallego, Rafael Núñez y doña Soledad Román elevaron su matrimonio civil "a la categoria de sacramento" -según rezaba la tarjeta de participación- con la bendición del obispo de Cartagena en la iglesia de San Pedro Claver, en febrero de 1889. Pero cuando Núñez llegó a Bogotá con doña Soledad, los liberales amigos no fueron a recibirlos acompañados de sus esposas y en el palacio presidencial doña Soledad no fue visitada por las damas de la sociedad. No obstante, cuando la firma del Concordato, el doctor Núñez dió una gran recepción en Palacio y, al momento de pasar a la mesa, fué el Nuncio Apostólico quien le ofreció el brazo. "Aunque algunos enemigos de Núñez han dicho que su decisión de restablecer la cordialidad con la Iglesia fué por arreglar de alguna forma su matrimonio civil con doña Soledad, eso no es cierto. Desde muchos años antes, Núñez había considerado que las relaciones con la Iglesia debían restablecerse porque no se podía garantizar una sólida moral sin la religión", dice el doctor Raimundo Emiliani Román.
Desde entonces, el estado civil de los presidentes no había sido objeto de comentarios, tal vez con la excepción del caso del ex presidente Julio César Turbay quien tan pronto terminó la presidencia se separó de su esposa doña Nidia Quintero. Después de anular el matrimonio Turbay se casó en segundas nupcias con doña Amparo Canal. Este hecho fue objeto de alguna chismografía en su momento pero finalmente se trataba de un episodio entre particulares pues el mandatario ya había abandonado el palacio presidencial.

DIVORCIOS Y ANULACIONES
Aparte de estos casos aislados los presidentes colombianos habían estado casados a la antigua es decir "hasta que la muerte los separe" . Sin embargo el índice de divorcios -y anulaciones- ha aumentado dramáticamente en los últimos años y esto se ha reflejado en un cambio de costumbres que se ha extendido hasta la Presidencia de la República. A nivel de la clase dirigente el 50 por ciento de los matrimonios se disuelven. Por tanto las posibilidades de que los próximos presidentes sean divorciados o tengan matrimonios anulados es de uno en dos. Mirando la baraja de precandidatos para 1998 se puede confirmar esta tendencia. Por el lado liberal los nombres más mencionados son el de Juan Manuel Santos y Carlos Lleras de la Fuente. El primero de ellos está divorciado y vuelto a casar por lo civil. Por el lado conservador la proporción es la misma. Andrés Pastrana está casado en primeras nupcias y Noemí Sanín anuló su primer matrimonio y se volvió a casar.
El caso de Noemí es más significativo por tratarse de una mujer. En una sociedad machista como la colombiana tal vez era posible que un fracaso matrimonial no tuviera implicaciones de ninguna clase en la hoja de vida de un candidato hombre. Pero no era del todo descartable que se juzgara con un parámetro diferente a una candidata. Nada de esto ha sucedido. Noemí tiene la mejor imagen del país y su estado civil importa tan poco como el de Ernesto Samper. No sólo eso, ahora que el 80 por ciento del electorado es menor de 35 años, puede haber una simpatía por una imagen no totalmente convencional. La percepción de que la candidata o candidato haya tenido vivencias iguales a la mitad de sus electores más que alejarlos los acerca.

EN OTRAS TIERRAS
Este fenómeno no ha sido sólo colombiano, sino mundial. En 1960, para que Jacqueline Kennedy no se divorciara de su marido, su suegro le hizo una donación de un millón de dólares. Entonces, se daba por descontado que un candidato no tendría posibilidades de ganar si estaba divorciado. Así sucedió efectivamente en 1964, cuando el partido republicano le negó la candidatura a Nelson Rockefeller por separarse durante la campaña. Doce años más tarde llegaría a la presidencia Gerald Ford, primer mandatario casado con una divorciada. Finalmente, en 1980, Ronald Reagan se convirtió en el primer presidente divorciado y vuelto a casar en la historia de Estados Unidos.
La evolución de la sociedad ha llegado a tal punto, que el fracaso matrimonial ya no es sólo aceptable para presidentes sino para reyes. En 1937, el rey Eduardo VIII tuvo que renunciar al trono para casarse con Wallis Simpson, la mujer divorciada que amaba. Nada parecido se espera del príncipe Carlos, quien ya está separado, y, aunque es posible que se case con Camila Parker Bowles, será el próximo rey de Inglaterra.
La conclusión de todo lo anterior es que los vientos de cambio también han llegado a Colombia. Tanto aquí como en Inglaterra, para aspirar a la "corona", la resignación conyugal ha dejado de ser un prerrequisito. -