EN TU SILENCIO MUDO

Una actividad intensa y confusa del cerebro más que problemas de afecto, parece ser la causa del autismo.

1 de agosto de 1988

El autismo, ese misterioso y profundo desorden del comportamiento que hunde a quienes lo sufren en el aislamiento y la incomunicación, se ha achacado tradicionalmente a la falta de afecto de los padres durante las primeras etapas de la vida. Ese punto de vista, tan difícil de demostrar en tantos casos, parece quedar definitivamente descartado luego de conocerse los resultados de una investigación realizada por la Universidad de California en San Diego, Estados Unidos.

Aunque aún no se ha establecido su papel concreto en la producción del autismo, los investigadores han detectado algunas anormalidades en el cerebelo, que regula el movimiento, y tambien en el sistema limbico, una antigua sección del cerebro involucrada en la regulación de las emociones.
Por otra parte los médicos han encontrado que en los autistas hay un número reducido de células de Purkinje, que parecen comunicar de alguna manera el cerebelo con la corteza cerebral, la parte "pensante" del órgano.

Los síntomas clásicos del autismo que es una condición que se produce en 5 de cada 10 mil nacimientos, incluyen la falta aparente de toda emoción, la carencia de interés en hablar o en responder a otros, los movimientos repetitivos como mecerse indefinidamente en una silla, y una memoria errática que les permite recordar al detalle algunas cosas mientras otras son olvidadas fácilmente. Algunos autistas tienen como único lenguaje repetir detalladamente lo que otra persona acaba de decir, pero no expresan ninguna idea propia. Esto no quiere decir que se trate siempre de retrasados mentales. De hecho, muchos autistas tienen inteligencia normal, pero su forma de comunicarse, o de no comunicarse con el mundo, los hace vivir en una especie de sueño despierto, que evita que puedan dedicarse, en muchos casos, a actividades productivas.

Las nuevas teorías vienen a reforzar una posición cada vez más fuerte según la cual los autistas son personas sobreestimuladas crónicamente por una actividad intensa y confusa de su cerebro. El estudio, dirigido por el doctor Eric Courchesne, examinó los cerebros de 18 autistas mediante un aparato de resonancia magnética, que permite establecer una imagen detallada de la arquitectura del cerebro viviente.

Los investigadores encontraron que los autistas tienen un claro subdesarrollo en algunas partes del cerebelo, proveniente de una falla en el desarrollo del mismo y no de una degeneración posterior. El punto más interesante es que esa falta de desarrollo parece producirse en etapas iniciales del crecimiento del cerebro ya sea antes o después del alumbramiento.

La teoría del doctor Courchesne consiste en que los pacientes autistas nacen con cerebros sujetos a una estimulación anormal--en parte por la falta de suficientes células de Purkinje--y que desde la edad más temprana lo que el autista hace es tratar de protegerse contra el exceso de estímulos.

En esa teoría, la tendencia del autista a permanecer como alelado ante las luces intermitentes o ante las ruedas que dan vueltas es una de las formas como enfrenta el exceso de estimulación. Según el doctor Courchesne, existe en el cerebro un mecanismo a través del cual esas experiencias rítmicas tienen un efecto calmante sobre la corteza cerebral. La excesiva estimulación también explicaría, según Courchesne, la aversión que sienten los autistas hacia la innovación y el cambio. Esto sería una consecuencia de la necesidad de protegerse contra un mundo que ellos perciben en forma confusa y exagerada.

Otra importante implicación de la teoría es que podría explicar la visión extrañamente fragmentaria que tienen los autistas de su propia vida. Su cerebro excesivamente estimulado está constantemente bombardeado por mensajes confusos que sólo en ocasiones se traducen en patrones utilizables en el desarrollo de la personalidad. "Imaginese una sinfonia que usted nunca ha escuchado y que oye por primera vez en un radio viejo, con una transmisión tan mala que solamente a veces atrapa unos pocos compases", escribió Courchesne en un artículo reciente. "Si el mundo social se compara con una sinfonía, con interacciones complejas entre los ejecutantes que aparecen y desaparecen alternativamente, ¿cuál podría ser el grado de invalidez de alguien que solamente pudiera óír unos cuantos compases?"
Pero aunque el aparato de resonancia magnética puede mostrar anormalidades en la estructura del cerebro no puede revelar detalles tan finos como el número de células de Purkinje.
Por ello, para correlacionar los estudios que apuntan en ambas direcciones, recientemente el equipo de Courchesne comenzó a estudiar cerebros de personas autistas ya fallecidas, en la esperanza de confirmar su teoría.

Esto no parece difícil. Por lo pronto, el doctor Donald Cohen, una de las mayores autoridades mundiales en autismo, declaró que todo parece indicar que ese desorden tiene causas primordialmente fisiológicas. Según él, existe amplia evidencia de que los desórdenes asociados con el autismo reflejan defectos en la maduración funciones del cerebro, y que la anormalidad más firmemente comprobada es el exceso de serotonina una sustancia neurotrasmisora, si bien su significación en el desarrollo del desorden aún no se conoce.

Pero el doctor Cohen hizo, en una entrevista con el periódico The Newi York Times, una aclaración importante. El énfasis en los aspectos biológicos del autismo no reduce la importancia de la ayuda educacional y sicológica que debe recibir el paciente en su lucha contra su devastadora condición. Sin embargo, es importante la aproximación biológica al problema, puesto que desmitifica los aspectos puramente siquiátricos que dominaban hasta ahora en el tema.

En un editorial que acompañó la publicación de los resultados de Courchesne, Cohen afirmó perentoriamente que "ya no hay ninguna duda de que el autismo refleja una disfunción del desarrollo del cerebro.
Pero las estructuras precisas y los procesos que llevan a esa condición aún están por establecerse".

Aunque por lo visto aún queda mucho camino por recorrer, el entendimiento de la naturaleza biológica del autismo abre nuevos caminos de investigación que podrían llevar a novedosas maneras para enfrentar el problema. Tal vez, en el futuro, se pueda abrir una ventana en el confuso universo que rodea a los autistas. --